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04 abril 2020

EPIDEMIA DE VIRUELA EN EL MUNICIPIO DE LOS CORRALES DE BUELNA EN 1903

Estos días de obligada estancia en casa, como consecuencia de la pandemia que está afectando al mundo, quizá sea un buen momento para reflexionar. De hacer un ejercicio de valoración de todas las personas de las que dependemos y a las que nunca valoramos lo suficiente. Ahora apreciamos el trabajo que realizan los médicos, los enfermeros, los ayudantes sanitarios, el personal de limpieza (evidentemente se incluye hombres y mujeres, pero por no duplicar y hacer caso de lo que nos dice la RAE, utilizamos el masculino plural). Pero ahora también nos damos cuenta del trabajo que realiza el servicio público, como el de limpieza, de recogida de las basuras, Bomberos, Protección Civil, Policía Local, Guardia Civil y en otros lugares la Policía Nacional y el Ejército. Sin olvidarnos de las Policías Autonómicas.
También ahora, nos damos cuenta del trabajo y el riesgo que asumen muchas de las personas que nos atienden diariamente, cuando nos desplazamos a surtirnos de los alimentos a las tiendas, a los supermercados, los que nos atienden en el servicio de periódicos o en los estancos. Es cierto que ahora valoramos esos vasos de vino, de cerveza o de café que todos los días tomábamos en nuestros bares de referencia.
Cómo no, se echa en falta ese minuto de charla en el ascensor con los vecinos, sobre cosas de la vida cotidiana. Ahora subimos solos o por las escaleras, pero difícilmente te encuentras a nadie. El contacto con tus vecinos, ahora se centra en los minutos que pasamos en las ventanas y balcones aplaudiendo a las 8 de la noche, a todas esas personas que ejercen su trabajo en unas condiciones muy duras, mientras los demás nos limitamos a seguir lo que nos indican, para hacerles más fácil su trabajo, dedicándonos en casa a la lectura, a la tele, a la música y sobre todo acercar vínculos familiares, que muchas veces los habíamos dejamos de lado.
En todo caso, a mí me gusta leer y escribir cosas de nuestro pueblo. Así que, voy escribir sobre un acontecimiento parecido al que estamos pasando ahora mismo, pero por otro motivo y en el año 1903 y cuyo resultado fue el mismo de lo que pasará con este. El caso fue un proceso de viruela que afectó a todo el Ayuntamiento.
Indicar que la viruela ha sido una de las enfermedades que más muertes ha causado a lo largo de la Historia de la Humanidad. Es una enfermedad que se transmite exclusivamente a través de contacto humano, por la ropa. Es una enfermedad que tiene una incubación de unos 12 días y que se comienza a manifestar por fiebre alta y la aparición de bultos.
Actualmente, y gracias al sistema de vacunación, ha sido totalmente erradicada de la tierra.
¿Qué sucedió en el Ayuntamiento de Los Corrales del Buelna? Bien, en noviembre de 1902 un vecino del pueblo de Los Corrales, Cipriano Valera, que tuvo un hijo que falleció de viruela, se vio obligado a quemar los muebles y la ropa de la casa, para evitar la trasmisión al resto de la familia, esposa y tres hijos más. Por lo que el Ayuntamiento le concedió la cantidad de 84´95 pesetas, en los que habían sido valorados los enseres quemados. También, se pagó a Martín Fernández, la cantidad de tres pesetas por el blanqueo que había dado a la habitación del joven fallecido para su desinfección. En el mes de diciembre de 1902, asistimos a una donación de 10 pesetas por parte del Ayuntamiento a un vecino de Barros, Silverio Solar, dada la situación en la que se encuentra la familia debido a que tiene 5 hijos con viruela.
La enfermedad se inicia a finales de 1902, pero es en el año 1903, cuando su propagación se extiende por el término municipal.
En este momento la Corporación Municipal este compuesta por el Alcalde Joaquín Pérez González y los Concejales Fidel Obeso, Higinio Garrido, Cesáreo Villalba, Máximo Hernández, Germán Díaz, Patricio González, Máximo Ceballos y Jesús de la Sota.
Desde el punto de vista sanitario nos encontramos con el Médico D. Anastasio Castro, que por razones de traslado de su residencia, en febrero de 1904 va a presentar renuncia a su cargo, cosa que va a ser aceptada por la Corporación lamentando dicha marcha; el otro sector del sistema sanitario en el pueblo es la del farmacéutico. Este es D. Zacarías Cayón, toda una institución en el pueblo pues va a desempañar su oficio hasta el año 1911 aproximadamente.
Si atendemos a la información que se puede extraer de las Actas municipales, podemos hablar de aproximadamente unas 24 personas fallecidas. Pueden parecernos pocas, pero debemos tener en cuenta, que las referencias a las muertes producidas por la viruela que aparecen en las Actas, son solamente aquellas personas a las que el Ayuntamiento ha tenido que socorrer por ser “pobres de solemnidad” por tanto sin recursos, y a la que añade la coletilla de “enfermos”. Solamente hay una referencia de la ayuda que da el Ayuntamiento a “un pobre jornalero”, Felipe Cano, que tiene a su mujer y a una sobrina en casa con viruela. En todo caso, es posible que el número de fallecidos fuesen más, y sería la familia la que corriera con los gastos de todo el proceso: cuidados, médico, enterramiento, sustitución de las ropas utilizadas e incluso el pintar las paredes de la casas con cal.
Otro dato que llama la atención es que gran parte de las personas fallecidas son niños, o jóvenes y mujeres. Es frecuente hacer referencia a “vecinas”, “viudas”, “esposa” o “pordiosera”. Frente a esto, pocas veces se habla de varones.
Ante esta situación la Corporación municipal va a actuar en distintos frentes para atajar el problema.
Un primer paso, va a ser lograr que la enfermedad no se transmita, y que estas personas estén aisladas en sus casas. No solo se trata de que estén aisladas, sino que también hay que ayudarlas para que hagan “una vida normal”. Para ello, el Ayuntamiento no duda en poner a una o dos personas para evitar que salgan de casa y al mismo tiempo, puedan tener cubiertas sus necesidades básicas. El periodo durante el cual ejercerán esa actividad, variará dependiendo del proceso que siga la persona enferma. Así, en el mes de marzo se acuerda lo siguiente: “Que del Capitulo de beneficencia se le pague á Enrica Gonzalez Camino treinta pesetas de treinta dias que de orden de la Alcaldía ha estado asistiendo á la vecina de Los Corrales Amalia Ruiz, durante la enfermedad variolosa que ha padecido á razon de una peseta cada dia”. Todos los años, a principio del mismo, la Corporación Municipal establecía en los Presupuestos municipales, en la partida de los Gastos, un apartado dedicado a la Beneficencia. En este apartado, estaba el dinero destinado a hacer frente a los gastos que pudieran surgir de manera imprevista a largo del año, para satisfacer las necesidades de los menos favorecidos en el municipio. Este apartado se sustentaba en parte de las multas impuestas a los vecinos que se saltaban las normas de convivencia, como cortar árboles clandestinamente, coger castañas sin autorización o fuera de tiempo, la venta de las hachas confiscadas, etc.
En ocasiones, el control de los enfermos era realizado por familiares, que no vivían en el pueblo y que al estar limpios de la enfermedad, se les obligaba a venir a atender a sus familiares. Es el caso de Teresa Ceballos, mujer que reside en el pueblo de Quijas, recibe la orden de desplazarse a Los Corrales para atender a su hermana que está enferma de viruela.
Pero no solo se trata de que los enfermos de viruela estén confinados y asistidos, sino también garantizarles los alimentos necesarios para su subsistencia, a los que no pueden acceder dada su situación sanitaria, y en muchos casos, por sus escaso recursos económicos. Eso lo soluciona el Ayuntamiento mediante acuerdos, la mayoría de las veces imposiciones, con los dueños de los establecimientos comerciales de la vecindad, en los que se comprometen a enviarles alimentos, bien mediante familiares, bien a través de las personas puestas al servicio de los enfermos por el Ayuntamiento. Las Actas son muy claras en este aspecto. Así en el 22 de marzo se dice lo siguiente: “Que se dé orden al Tablajero D. Armando García del Rivero para qué por término de quince días suministre una libra de Carne diaria al vecino Pedro González, que tiene dos niños enfermos de viruela y carece de toda clase de recursos”. El tablajero, es el carnicero del pueblo, que tiene que aportar la cantidad de aproximadamente medio kilo de carne por día. Por otro lado, el 16 de Junio se escribe: “…se le pague á D. Quintín Pérez Rasilla la cantidad de 47 pesetas importe de artículos de consumo que de su establecimiento y con orden del Sor. Alcalde, suministrara á los vecinos de S. Mateo Roque Venero y Casimiro Fernández, pobres de solemnidad, durante los días que vinieran padeciendo de enfermedad variolosa dos individuos de su familia en cada una dichas viviendas”.
En la mayoría de los casos, todo el proceso culmina con el fallecimiento de la persona enferma, y se procedía a su entierro. Nuevamente el Ayuntamiento, al ser personas sin recursos, corría con los gastos, se encargaba de la contratación del carpintero que realizaba las cajas mortuorias, así como el traslado al cementerio y la inhumación del cadáver.
Acabado el rito funerario, venía el proceso de eliminar todo aquello que había estado en contacto con el finado durante su enfermedad. Se destruían ropas de todo tipo y muebles. En definitiva, se trataba de evitar que pudiesen permanecer en el lugar restos de la enfermedad que pudieran contagiar a la familia y, a través de ellos, al resto de los vecinos. Así en marzo de 1903, el Ayuntamiento decide “socorrer con cuarenta pesetas á Felipe Cano, vecino de Coo para atender, en parte á la reposición de las ropas que se le inutilizaron con motivo de la enfermedad variolosa que han padecido dos individuos de su familia, y tratarse de familias pobres”.
El siguiente y último paso, consistía en proceder al encalado de toda la habitación donde había estado el fallecido, y a ser posible toda la casa. Lógicamente, todo corría a cargo del Ayuntamiento.
Este es el proceso que se siguió en el pueblo durante la epidemia de viruela. Pero ¿no hizo nada más la Corporación municipal para poner freno a la propagación de la viruela por los pueblos del Ayuntamiento? Sí, pero tarde. Veamos la actuación.
A finales del año 1902, ya tenemos constancia de la existencia de casos de viruela en el municipio y, durante los primeros meses de 1903, la epidemia sigue expandiéndose por los pueblos del municipio. Durante este período, la Corporación se había limitado exclusivamente a socorrer a los infectados, sin aplicar soluciones más radicales y efectivas que, por cierto, en aquellos momentos ya existían. De hecho, tenemos constancia que el Gobernador Civil de la provincia ordena una inspección de lo que está sucediendo en el municipio de Los Corrales, encargando para ello, a Don Gregorio Martin, Subdelegado de Medicina del partido de Torrelavega. Tal visita, se produjo el día 3 de Abril, es decir, cuando menos 4 meses después de iniciarse el problema. Sabemos que fue ese día, pues en el mes de julio, el Ayuntamiento hizo efectivo el pago de una factura presentada por Don Gregorio, por el alquiler de un coche para desplazarse dicho día a cumplir el mandato del Gobernador.
Dos día después, el 5 de abril, en sesión ordinaria, se procede a tomar los siguientes acuerdos para hacer frente a la epidemia a la que se enfrenta el municipio: “…acuerdos tomados por la Junta de Sanidad de este Ayuntamiento, relativos á la adopción de medios para evitar la propagación de la enfermedad variolosa que existe en uno de los barrios del pueblo de Los Corrales, acordándose por la Corporación se adquieran los tubos de linfa vacuna necesarios para mandar la vacunación y revacunación en todos los pueblos del Ayuntamiento; comprar sublimado corrosivo y cloruro de cal conforme á la nota que facilitará el Médico titular, así como otros desinfectantes que se consideren necesarios, y que se pidan Catálogos para ver el precio de las Estufas desinfectantes por si conviene adquirir una si aquel no resultara elevado. Y por último se acuerda que sin pérdida de tiempo pase á Santander D. Baldomero Pérez con el objeto de comprar cuando queda relacionado”.
Llama la atención, que la Corporación hable de que enfermedad solo se produce en uno de los barrios del pueblo de Los Corrales, cuando la realidad es que su existencia es por todos los pueblos del municipio de Los Corrales de Buelna. De hecho en las Actas, se habla de casos en Coo, Barros, San Mateo y Los Corrales antes de abril. El único pueblo que no parece tener casos de viruela es el de Somahoz.
En todo caso, una semana después, la Corporación establece que se paguen a D. Baldomero Pérez cantidad de 23 pesetas y 95 céntimos, que importan los seis Tubos de linfa vacuna y varios ingredientes desinfectantes. Parece que en esta ocasión, la Corporación fue rápida en llevar a cabo las recomendaciones dadas por las autoridades sanitarias. Hemos comentado, que una de las consecuencias que tenía la existencia de personas con viruela era la de destruir todo aquello que había estado en contacto con ellos. Ante esta situación, la Corporación decide la compra de una cama de hierro y un jergón metálico, así como la ropa correspondiente, lo que permitiría utilizarlo en caso de enfermedad contagiosa, ya no sería necesario destruirlo, simplemente desinfectarlo, para nuevas ocasiones. Evidentemente, no sucedía lo mismo con en la ropa, pero aún así supondría un ahorro, que se podría invertir en otras necesidades.
No hay referencias del proceso de vacunación, pero sí parece más frecuente la intervención del médico. Así se hace referencia, a las 15 visitas, que realizó dicho médico a la enferma de viruela Rosalia Ceballos la que, a pesar de todo, falleció.
Todas estas medidas ¿sirvieron para algo? Parece que sí. Desde mediados del mes de junio, no hay ninguna referencia a enfermos de viruela. ¿Se puso fin al proceso de viruela que existía en el municipio? Posiblemente no, pero sí parece que está controlado. De hecho, a finales del mes de diciembre se habla del pago de 3 pesetas a Amalia Ruiz, por el lavado de las ropas compradas por el Ayuntamiento para la atención de los enfermos de viruela, que tengan la condición de pobres.
Por tanto, se mantiene la enfermedad, pero más controlada, por la aplicación de la medicina y una mayor implicación de las autoridades. Los años siguientes hay en el municipio personas que siguen enfermando de viruela, pero no como en 1903. Son casos puntuales. Lo que sí parece claro, es que la experiencia obtenida de la epidemia de viruela dio resultados positivos y así vemos que en 1904, el Gobernador obliga a la vacunación y revacunación de los vecinos del pueblo en los meses de primavera y otoño, llevada a cabo por el médico titular. Esta política de vacunación va a ir dando buenos resultados. De hecho en el año 1906, se procede a vacunar ya no a todos los vecinos, sino a aquellos que lo soliciten.
La epidemia de viruela parece que está controlada. Sigue habiendo muchos pobres enfermos, pero ya no hay tantas referencias a personas muertas; son personas ayudadas por el Ayuntamiento por otras cuestiones, como que por su grado de pobreza no puede acceder a los alimentos, a la ropa o los medicamentos. Mueren, la gente sigue muriendo, pero ya no por una epidemia. Ésta fue controlada por la intervención de una Corporación municipal que no se había preocupado hasta que el problema se disparó; tampoco podemos olvidarnos de los pocos servicios médicos que había en aquel momento, pero se dieron cuenta de que había que tomar y aplicar medidas y, tampoco podemos olvidarnos de los vecinos, que de una forma u otra colaboraron en el control de una epidemia que había afectado a una parte de los habitantes del municipio.
Es cierto que a lo largo del tiempo, el municipio va a sufrir otras epidemias, como la tuberculosis, pero ya habría otros mecanismos y más experiencia para hacerlas frente.
José Francisco López Mora

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