20 mayo 2008

EL JEFE

Maravíllate con el relato de este trabajador y establece comparaciones con lo que ocurre aquí. El relato comienza así.
Hace ya 35 años, cuando salí a trabajar a Alemania por primera vez, me maravillaba de aquellos jefes: Sabían lo que hacía cada empleado, le asignaban las tareas que cada uno prefería, hablaban con ellos, conocían sus problemas.
Había trabajado antes en una empresa española: Los jefes ni siquiera sabían como se llamaban sus empleados, ni lo que hacían. Asigaban a cada uno las tareas que a ese uno más le desagradaban. Su lema no era la productividad, sino el dominio, el que los empleados sufrieran y odiasen al jefe. Perdían la mitad del dinero que pagaban a cada empleado. Los jefes miraban hacia arriba, en vez de hacia abajo.
Yo hace ya años que no tengo jefes, que hago lo que estimo más oportuno. Pero me dice mi hijo que la tradición ha cambiado poco. Y debe ser así porque el rector de mi universidad no tienen ni idea de en que trabaja la gente de su empresa. Para él la universidad es un trampolín para otras cosas, para sus asuntos propios.
Un buen jefe asigna a cada empleado la tarea en la que ese empleado destaca, aquella tarea en la que se siente a gusto. Al hacerlo así el empleado hace horas extras sin cobrarlas, su felicidad se contagia la empresa y la productividad aumenta radicalmente.
La diferencia está en el concepto de empresa: Allí la empresa es un conjunto de personas que quieren conseguir unos resultados, aqui la empresa es un trampolín, un trono para que otros le digan al jefe “Qué imbecil eres”.

[Antonio Ruíz de Elvira, Catedrático de Física UAH ]

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