27 noviembre 2009

PARA MEDITAR

LA DIGNIDAD DE ESPAÑA 
Supongo que no habrá inconveniente en titular así un artículo que pretende reflexionar sobre ese insólito editorial de la prensa catalana, 'La dignidad de Cataluña'. Algo nos hace infelices a los españoles; algo que no termina de acabarse nos mantiene siempre a punto de ser algo más que un proyecto. El tremendismo político nos acompaña. Espanta confirmar que lo tenemos asumido con tanta normalidad.
Nuestros debates son devastadores: cuando no nos estamos planteando la viabilidad del Estado de Derecho, que paga a unos piratas, es la calidad de nuestra Justicia y cuestionamos el que debería ser guía de la legalidad política, el Constitucional. Y así estamos, instalados en el debate sobre el lugar de Cataluña en España. Hay una forma catalana de ser español, me dice un amigo periodista. No lo dudo, pero esa manera de serlo no está en el editorial que nos ocupa. Me sorprende tanta uniformidad. Me inquieta que el texto no haya despertado la menor discrepancia en unos periódicos cuya razón de ser es la crítica al poder.
Nos hacen trampas desde Cataluña. No crean a aquellos que mezclan política con instituciones, ciudadanos con políticos. No crean a quienes hacen magia uniendo sentimientos con leyes, melancolía por lo que fuimos y ya no somos. Lo único que hay que defender en España hoy es la legalidad. Y eso, con todos los inconvenientes, sólo lo puede hacer el Tribunal Constitucional por encima de partidos y parlamentos.
Reconoceré, sin embargo, la razón que tienen aquellos que ven en el Constitucional desvarío y debilidad. Con la ley en la mano sólo seis vocales pueden estar ahí, el resto -uno fallecido, un recusado y cuatro caducados- sólo aporta dudas y una legitimidad escasa e imperfecta. ¿No les inquieta ver cómo Zapatero y Rajoy acuerdan en 24 horas el nombre del presidente de RTVE mientras llevan años negando la viabilidad de un Tribunal que hoy debería resultar indiscutible?
Si alguno de ustedes tiene el último libro de Antonio Muñoz Molina, 'La noche de los tiempos', libro que les recomiendo, verán cómo el escritor ha colocado dos reflexiones al comienzo de la novela. Una estremecedora de Azaña: «(.) Siento como propias todas las cosas españolas, y aun las más detestables hay que conllevarlas, como una enfermedad penosa». La otra es de Pedro Salinas: «¿Será verdad que tenemos la patria deshecha, la vida en suspenso, todo en el aire?». Hay días en que noto que los grandes muertos españoles mueven sus esqueletos debajo de la tierra. Hoy por ejemplo.

[Félix Madero en El Diario Montañés]

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