17 marzo 2007

TÚ PROMETE (MIENTE) MUCHO, NO VAYA A SER QUE LOS OTROS PROMETAN (MIENTAN) MÁS

Cuando se aproximan las elecciones, raro es el día que no aparecen noticias referentes a múltiples actividades municipales, en las que tratan de mostrarnos una actividad frenética, tendente a hacer más agradable la existencia del ciudadano.
Es ahora cuando surgen los grandes proyectos. Se aplicarán grandes esfuerzos y fondos, destinados a educación, sanidad y mejora de las infraestructuras: vamos a tener un tren de alta velocidad, carreteras, autovías, puentes y túneles, mejora del aeropuerto, zonas ajardinadas, pasos de peatones, semáforos y un largo etcétera, en el que entran hasta trasvases entre ríos y pantanos y la construcción de un metro en Santander. ¿Por qué no se han acometido esas obras antes?
Lo lamentable es que todavía hay quienes no se han percatado que estamos en la época de las promesas, que no son otra cosa que el preámbulo de los famosos incumplimientos postelectorales, y es aquí, donde los partidos políticos entran en otro de sus famosos enfrentamientos. Este consiste en llevar a la práctica el: tú promete (miente) mucho, no vaya a ser que los otros prometan (mientan) más. Lo lamentable es que cuando utilizan estas tácticas es porque todavía son válidas para la consecución de sus fines.
Más tarde comprobaremos que era humo lo que nos vendían y constataremos que la realidad dista mucho de las promesas. Si echamos la vista al pasado, vemos que lo primero que hacen es subirse el sueldo (aprobado por unanimidad). También hemos visto gobiernos en los que parte de sus miembros acabaron en la cárcel, por apropiación de fondos reservados (ya nadie se acuerda del famoso Roldán). Se organizó terrorismo de Estado, se nos metió indebidamente en la guerra de Irak, se promovieron estatutos que marginaron a las regiones más pobres en beneficio de las más ricas, y un largo etc., que es mejor no recordar.
Si bien es sabido que los conformistas seguidores de cada partido volverán a darlos su voto fiel, hay quienes sentimos repugnancia por la forma de actuar de nuestros políticos, que no hacen sino desprestigiar y degradar la democracia.
¿Vamos a seguir votando con el corazón en vez de con la cabeza? ¿Hasta cuando vamos a consentir estas prácticas?
Nosotros tenemos la palabra.

A. José Salas, en Cartas al Director, de El diario Montañés

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