07 julio 2008

EL VELORTO (POR TINUCO)

Por verlo bien y de cerca y recordar lo olvidado, me acerqué hasta el Vao la Losa y luego hasta El Respaldín. Los praucos que llenos de buena hierba y acicalados con cientos de florezucas, se agazapaban a la sombra de los castaños. Las recientes lluvias han dejado los senderos que resbalan mas que los lumiagos y a veces querían tirarme al suelo...pero yo no los dejé, que apoyado en mi paluco que lo corté en buena luna, fui dando pasos seguros y sin mirar para atrás. Las zarzas que darán moras allá por el final de Agosto, van cerrando los caminos, porque así se les antoja. Vi retozar al ganado que eran todas buenas vacas tudancas y tuve que apartarme un poco de su lado porque las moscas reciniegas y algún tabanu que otro, querían "lijarme". Y como iba a lo que iba, corté unas varas de avellano que tenían su "aquel". Preparé un velorto y lo empleé de amarradera. Quise coger un atajo y pasar por entre unas árgumas y terminé lleno de arañazos y hasta un poco sudoroso.
Casi todos los caminos se van perdiendo en la dejadez de ser poco transitados y había veces en que eran mis pies quien los hacía. Siguiendo una disimulada trocha que sube por La Meana y después de decir por dos veces ¡¡ay que me caigo!! logré, aunque con la respiración agitada, llegar hasta el regato Santi-lloro, donde bebí el agua de las mil lluvias. Y oteando el horizonte vi a lo lejos unas lajas que brillaban por el sol que calentaban sus espaldas graníticas. Me parecieron pequeñas, pero era por la distancia que nos separaba. Ni corto, ni perezoso hasta ellas que me fui y cuando las tuve al lado... ¡Ay Madre mía! que grandes eran... mas que duras. Buen lugar para parar y contemplar lo que veo.
Una bota de buen vino, un cachuco de tortilla y un filetuco empanado, fue el banquete que me di y detrás un cigarruco. Solo me faltaba el estar a bien con Dios el besuco de una moza. No quise entrar en más pensamientos y volví sobre mis pasos, cuando ya la tarde llamaba a la noche con voz queda. Cuando ya llegaba a casa, salió la luna lunera y una estrella tempranera, que pudieron oírme cantar una canción de La Montaña, sin reprocharme si la tonada estaba a la altura a la que yo había subido.

Tinuco

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