12 febrero 2010

JUECES Y DENUNCIAS

Según Lourdes Pérez, estamos ante un nuevo espécimen de la naturaleza ya que en su carta del 5 de enero en el Diario Montañés, manifiesta, con un cierto matiz clasista, que un juez no es un ciudadano cualquiera. Podríamos decir de ellos, lo mismo que dijo la Sra. Aído de los no nacidos, es decir, que un juez es un ser vivo, pero no puede ser un ser humano porque eso no tiene ninguna base científica.
Niega a los magistrados la libertad de expresión que tenemos constitucionalmente el resto de ciudadanos, aunque probablemente lo que no ha sido de su agrado, es el que las declaraciones de los jueces no hayan sido realizadas en la línea que esta señora deseaba.
No entiendo cómo puede estar en desacuerdo con las manifestaciones en las que en primer lugar, se reconoce que es cierto que existen malos tratos en el ámbito familiar, pero que hay que tratarlos de manera objetiva y no diferenciando si el que comete el delito es un hombre o una mujer. Es difícil pensar que esta señora no quiera comprender que el delito debe estar solamente diferenciado por causa de responsabilidad, es decir, que cuando alcanzas la mayoría de edad eres responsable de tus actos, seas mujer u hombre. Estos jueces abogan por una sociedad en la que se hable de personas y no de hombres ni de mujeres, porque la discriminación no es buena en sí y es anticonstitucional.
Esta señora pretende ignorar que por maltratos inexistentes se puede denunciar al marido o compañero si se quiere perjudicarle y que ciertas leyes, creadas con buenas intenciones, pueden convertirse en auténticas barreras para defender aquello que pretenden, porque no se ha previsto el uso fraudulento de esa ley.
Estos magistrados no habrían hablado, si no hubiesen detectado que el varón ocupa en la actualidad una situación de inferioridad con respecto a la mujer tanto en los divorcios como en las acusaciones de maltrato. Sólo esta injusticia es la que ha hecho que estas personas, que no son habituales de los medios de comunicación, se hayan decidido a salir en defensa de la igualdad que pregona la Constitución. Esta señora preferiría su silencio, antes que la resolución de una injusticia. En su censura moral, prefiere un juez sumiso y silencioso, antes que un juez honesto y justo, con capacidad de pensar y con el sentido de libertad de expresión que le permita actuar como ciudadano normal.
Es triste que algunas mujeres, con su torpe preceder, sean quienes obstaculicen la defensa de otras mujeres que sufren la violencia real.

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