Se ha echado de menos un comunicado oficial anunciando la buena nueva del parto de Penélope Cruz, la Pasionaria de Alcobendas. Ha sido un niño.
Enhorabuena. Ha nacido en Los Ángeles, en los Estados Unidos, y no en Cuba.
Enhorabuena. De esta manera, el niño podrá optar a la nacionalidad estadounidense cuando alcance la mayoría de edad.
Enhorabuena. El nacimiento ha tenido lugar en el hospital Cedars-Sinaí, uno de los más caros del mundo. Se calcula que la factura no bajará de los cien mil euros. Enhorabuena por tenerlos. En España sale más barato, pero los padres son muy dueños de decidir el lugar de acceso a la vida de sus hijos.
Me aseguran mis informadores de partos ilustres que tanto el padre como la madre han luchado denodadamente contra sus ideas, y que las ideas han resultado derrotadas. De haber vencido las ideas, el parto se habría producido en Cuba, cuyo nivel médico y asistencial es altísimo, según dicen algunos. Pero no ha habido suerte. Tiene que ser muy dolorosa la militancia comunista para terminar dando a luz en el hospital más caro y exclusivo del imperio capitalista. Me estremezco cuando lo pienso.
Porque el padre y la madre del niño recién nacido no son izquierdistas del montón. Forman parte de la cúpula ideológica y de agitación y propaganda del comunismo austero que todo lo comparte. En el hospital de Cuba le obligaban a la madre a compartir habitación con una camarada cubana, y hasta ahí podíamos llegar.
No hay que fiarse de las jóvenes cubanas de hoy, tan alejadas de los principios básicos de la Revolución. Además, que por culpa del bloqueo, no se garantiza en Cuba la disponibilidad de determinados medicamentos. De ahí que la pareja revolucionaria española haya decidido que su hijo nazca en el hospital más caro de la nación que impone el bloqueo a los cubanos. En España no hay bloqueo que valga, pero se entiende que en las actuales circunstancias políticas, económicas y sociales por las que atraviesa nuestra nación, lo de nacer en España les haya parecido poco. El glamour rojo también existe. Y la última opción, la de tener un hijo en un campamento saharaui con Aminatu Haidar colaborando en el parto, la verdad, y en esto les doy toda la razón, no podía ser tenida en cuenta.
La militancia comunista no obliga a tanto sacrificio. Es legítimo sentirse de la más escorada izquierda y vivir como un millonario americano. Pedir ejemplaridad y coherencia entre las ideas y la realidad, o entre la teoría y la práctica, es una impertinencia muy propia de la gente de derechas, cuyas mujeres, muchas de ellas, dan a luz todos los días en las clínicas de la Seguridad Social. Y ahí está el problema. La Seguridad Social fue obra del franquismo -el propio Franco murió en uno de sus hospitales-, y un comunista que se precie de serlo no puede consentir que su hijo nazca en un hospital del régimen anterior. Sería imperdonable.
Pe y Ja han hecho muy bien. Tiempo habrá para levantar el puño, protestar contra el Gobierno del Partido Popular, llamar asesinos a sus dirigentes, volar al Aiún cuando sea necesario, descansar en Cuba como invitados del Régimen bloqueado, y seguir viviendo en la imperialista nación que bloquea a los cubanos. Tiempo habrá. Lo importante es que el niño ha nacido en Los Ángeles, que está bien, que a la madre nadie le molesta ni interrumpe, que todo marcha de maravilla y que cien mil euros por un parto tampoco es para escandalizarse.
Arriba los pobres del mundo, en pie famélica legión.
Alfonso USSÍA ( en LA RAZÓN)(27/01/2011)
Aquí cabe tambíen esto dirigido a los políticos, porque también afecta a aquellos de izquierdas que triunfan:
ResponderEliminarTodo político perteneciente a una fuerza gobernante de izquierda, desde el momento que ocupa un cargo de cierta relevancia, experimenta un permanente desplazamiento hacia la derecha en cuanto a costumbres, gustos, diversiones, preferencias, vestimenta, forma de expresarse, etc., se refiere. Este cambio de actitud suele incrementarse de forma directamente proporcional a la importancia y categoría del puesto a que ha sido promocionado y al tiempo que lleva ejerciéndolo. (Anónimo)