23 junio 2012

LECCIÓN DE CORAJE, SUPERACIÓN Y SENTIDO DE LA VIDA

PRISIONERO 119.104 DE AUSCHWITZ. EL HOMBRE QUE ENCONTRÓ SENTIDO
Viktor Frankl fue uno de los más eminentes psicólogos y neurólogos del planeta; ya a los 16 años se carteaba con Freud y a los 20 expuso su teoría de la Logopedia en el Congreso de Psicología de Dusseldorf; fue jefe del Departamento de Neurología del Hospital Rothschild a los 32 años y del Hospital Policlínico a los 38; doctor en Filosofía y profesor invitado en las más prestigiosas universidades europeas y americanas; publicó multitud de libros y artículos, fue alpinista, piloto, caricaturista y un enamorado de las corbatas. Vivió 92 años absolutamente plenos. Pero donde encontró sentido a su existencia, y a la del ser humano, fue en el lugar donde menos imaginó: los campos de exterminio nazis.
Auschwitz. La noche de Navidad de 1944. A 30 grados bajo cero, sin calefacción, descalzos, en la oscura antesala de la muerte, un puñado de despojos humanos se apiña en un extremo del barracón para escuchar las palabras del prisionero número 119.104. "Pensadlo: estamos ante el desafío de sobrevivir. Podemos hacer una de estas dos cosas: convertir esta experiencia en una victoria o limitarnos a vegetar, dejando de ser personas. Incluso aquí debemos subsistir al cobijo de la esperanza en el futuro; no importa que no esperemos nada de la vida, lo que verdaderamente importa es lo que la vida espera de nosotros. No hay que avergonzarse de nuestras lágrimas, porque demuestran nuestro valor para encararnos con el sufrimiento. Si conoces el porqué de tu existencia, entonces serás capaz de soportar cualquier sufrimiento". El joven Viktor ya había aprendido a sobrevivir al hambre y la pobreza durante la I Guerra Mundial, cuando apenas contaba 9 años. Proclamaba que "la vida humana no es otra cosa que un proceso de combustión y de oxidación". "Si es así –lo interpeló Viktor, puesto en pie- ¿cuál es el sentido de la vida humana?"
Para él, el ser humano halla el sentido de su existencia a través del amor a otros, a través de sus actos de creación y a través de virtudes como la compasión, la valentía o el sentido del humor; o el sufrimiento. Al final, estas tres vías nos llevan a un sentido último en la vida, que no depende de otros, ni de nuestros proyectos ni de nuestra dignidad, sino de Dios, el sentido espiritual de la vida. "Aquellos que tienen un por qué para vivir, pese a la adversidad, resistirán", nos dice Frankl. En los campos pudo percibir cómo las personas que tenían esperanzas de reunirse con seres queridos o que profesaban una gran fe, tenían mejores oportunidades que los que habían perdido toda esperanza. La elección dependía de cada uno, pues el ser humano es libre y cada persona elige "si dejarse determinar por las circunstancias o enfrentarse a ellas". Al final, concluye: "Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padre Nuestro o el Shema Yisrael en sus labios".
Extracto del artículo publicado en el semanaldigital.com [ver artículo completo]

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