11 junio 2013

CARTA DEL JEFE SEATTLE DE LA TRIBU SUWAMISH AL PRESIDENTE “JEFE EN WHASINGTON

En el año 1885, el Jefe Seattle de la tribu Suwamish (o Suqamish) de los territorios del noroeste de los EEUU (lo que ahora conforma el Estado de Whasington), mandó una carta al por entonces Presidente Franklin Pierce en respuesta a la oferta de compra de tierras del pueblo de los Suwamish.
Una lectura para la reflexión muy recomendada. Espero que os guste:
“El Gran jefe en Whasington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe en Whasington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decidiremos oportunamente, pero habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano, sino su enemigo. Cuando la ha conquistado, la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja la tierra a sus hijos sin que le importe.
Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco porque les disparó desde un tren en marcha.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubieran desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí.
Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es ceniza de sus abuelos, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. Lo que ocurra a la tierra ocurriría a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.
Así el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y convive con él de amigo a amigo (…).Él es el Dios de la humanidad y su compasión es igual para el hombre de piel roja que para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para Él y causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Si contamináis vuestra tierra, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Despareció. Así termina la vida y comienza el sobrevivir.“
Fuente: Manual Economía Mundial (2ª edición). McGraw Hill. Madrid. 2001. Págs 244-245.
Extraído de: BAJOELPANTEÓNDEPARÍS

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