El Tiempo en Corrales de Buelna,Los

05 noviembre 2013

EN MEMORIA DE SILVINO SARIEGO RODRIGUEZ

Conocí a Silvino cuando Margarita, su madre, preocupada por los incidentes de tipo político, que hicieron que Silvi acabara encarcelado en tiempos franquistas, comentó con mi madre que, tras verse obligado a abandonar la Universidad de Madrid, había decidido trasladarse a Santander con la intención de cursar aquí los estudios de Empresariales y quería que yo le introdujese en mi ambiente, para que no se viese desplazado.
Margarita tenía amistad con mi madre y la comentó que con el fin de que se integrase le presentase yo, que iba a comenzar mis estudios de Empresariales en Santander por aquél entonces, a mis amigos.
Poco sabían nuestras madres que Silvino no me necesitaba a mí para estos requisitos ya que este se bastaba y se sobraba para hacerlo sólo. Yo, de todas formas le presenté a mis amigos de Los Corrales y de Santander y desde aquél día se ganó el cariño y la confianza de todos.
Durante un año compartimos piso y habitación con una familia que nos trató como a hijos, que también supieron de la capacidad de Silvino para hacerse querer.
Más tarde, como sus hermanos Fernando y el malogrado José Antonio tuvieron necesidad de desplazarse a Santander a cursar estudios, la familia alquiló un piso en San Fernando, que se convirtió en nuestra segunda casa. Margarita, con su simpatía y empatía (que heredó Silvino), supo ganarse nuestra confianza y nos recibía como a sus propios hijos. Ese piso fue nuestro cuartel general, donde nos reuníamos, charlábamos, jugábamos y a veces hasta estudiábamos.
Tras nuestros estudios la vida nos separó, y aunque en alguna ocasión nos hemos reunido el grupo de amigos, cada uno tomó su propio derrotero, siendo el de Silvino el de dedicar todos sus esfuerzos a la causa que le mantuvo implicado toda su vida, que no fue otra que dedicarse a los demás, especialmente a los más necesitados, con la humildad de figurar siempre en un segundo término.
La última lucha la tuvo contra la enfermedad que ha acabado con su vida, para desconsuelo de quienes le conocimos y apreciamos.
Mucho me temo que se haya llevado una sorpresa cuando, en contra de sus creencias, haya salido a recibirle El Maestro para conducirlo con los suyos, porque a Él le agradan los comunistas buenos, honrados y honestos como Silvino, que dedicó su vida a los demás con humildad y honradez, granjeándose el cariño y el respeto de todos los que le conocimos.
Descansa por fin en paz Silvino, que hasta en esto se nos ha adelantado, posiblemente para favorecernos y ayudarnos cuando vayamos llegando nosotros.
A. José Salas Pérez-Rasilla
 

2 comentarios:

Pey Campu dijo...

¿ Este Silvino era hijo de Sariego, el Capitán del ejército Franquista que ingresó como Ingeniero en la Fábrica de Lombera de NMQSA, de Los Corrales de Buelna ?
Si es así, desconocía las actividades antifranquistas de este muchacho ( QEPD ) dado que él bien disfrutó de una vida especialmente privilegiada bajo la protección de Franco.
Si estoy en un error ruego, pido disculpas..Y, por supesto, todas mis condolencias para la familia de Silvino, si es quien pienso que es, chico a quien conocí de chaval y al cual apreciaba, por portar una interesante personalidad.
Nota: Me sorprende que, no sé si será este el caso, reitero, que hijos de notables Franquistas, "renieguen del Padre" a pesar de haberse beneficiado notablemente del Dictador ... Curioso asunto, para estudiar.

Amigo de Silvi dijo...

Pey, veo que no conociste a Silvino en profundidad, porque además de ser una excelente persona, no eligió ni a sus padres, ni el lugar, ni el momento de nacer, lo que sí hizo fue escoger un camino distinto, tratando de aprovechar el tiempo que le tocó vivir lo mejor posible para dedicarse a los demás.
Lo que también tenía claro era que las personas no se distinguen entre franquistas (buenos) y no franquistas (malos), teniendo esa infantil distinción superada, tratando con idéntica generosidad a todos los que acudían a él en busca de ayuda, a pesar de ser injustamente perseguido y encarcelado por haber cometido el terrible delito de pensar distinto a los demás.