21 mayo 2014

CAMBIO DE CALZADO: ATENCIÓN A LAS AMPOLLAS

El pie es una complicada estructura de huesos, músculos, ligamentos y tendones que soporta no sólo nuestro cuerpo sino también nuestro ajetreado ritmo de vida; una maravillosa obra de ingeniería, sofisticada y delicada, que merece cuidados exquisitos.
Y qué mejor forma de mimarlo que escoger para él el zapato adecuado, que se ajuste a su forma, que no sea demasiado estrecho, pequeño u holgado y que le permita ir a la moda sin perder comodidad.
CONSEJOS PARA ENCONTRAR EL ZAPATO PERFECTO
Pruébese los nuevos zapatos a última hora de la tarde; en ese momento el pie está más dilatado.
Camine con los zapatos nuevos en la tienda y en casa antes de estrenarlos y asegúrese de que sean cómodos.
No elija el zapato sólo por el número, puede variar de un modelo o marca a otro.
El zapato ha de quedar un poquito holgado, pero lo justo para que no tenga libertad para subir y bajar sobre el talón al caminar.
• Si le queda muy ajustado, no lo compre. El zapato ha de adaptarse el pie y no al contrario. El pie puede llegar a amoldarse, pero a costa de dolor y heridas.
• Si, como la mayoría de las personas, tiene un pie más grande que otro, recuerde que el zapato ha de adaptarse bien al más ancho de los dos.
La suela ha de ser firme, pero no tanto como para que no permita el movimiento del pie mientras se anda. Además, deberá ser antideslizante y, a ser posible, gruesa ya que así amortigua el impacto que los pies sufren al andar por superficies duras.
El contrafuerte del talón ha de ser confortable y la plantilla, fina y blanda.
Los tacones no deben medir más de cuatro o cinco centímetros. El tacón bajo es más seguro, más cómodo y no se sobrecarga tanto la parte delantera del pie.
La puntera ha de ser amplia para que los dedos no estén oprimidos.
AMPOLLAS Y HERIDAS
Uno de los 'sinsabores' típicos del cambio de temporada son las temidas ampollas, causadas principalmente por el uso de zapatos de material sintético, que no se adaptan bien al pie y que dificultan la transpiración. Mantener los pies secos y usar un calzado que facilite la transpiración son claves para evitar padecerlas.
Lo primero que hay que hacer cuando aparece una ampolla o una simple rozadura es lavar minuciosamente la zona con agua y jabón para evitar que se infecte, secarla bien, aplicar un antiséptico y cubrirla con un apósito.
Cuando la ampolla ya tiene líquido en su interior lo mejor es no pincharla; pero si está en la planta del pie y hay que seguir caminando no queda otro remedio. Pínchela con una aguja esterilizada, pero sin retirar la piel muerta, ya que sirve de protección.
Si la herida está infectada, desinféctela, y cuando la herida esté completamente seca, aplique un apósito y deje que el proceso natural de cicatrización de la piel siga su curso. Si tiene dudas, su farmacéutico podrá ayudarle a solventarlas.
Cuidado además con las chanclas, tan de moda en los últimos años. Concebidas para la playa y la piscina no están preparadas para 'ir a trabajar' o 'salir de paseo' por el asfalto de la gran ciudad. Además, sin nada que le proteja, el pie queda a merced de posibles cortes o magulladuras y las heridas están servidas.
CÓMO ACTUAR ANTE UNA HERIDA LEVE:
Lávese las manos y use guantes, para no tocar la herida directamente.
Limpie la herida con agua y jabón.
Utilice gasas, nunca algodón. Éste, puede dejar restos y retrasar la cicatrización.
• La limpieza ha de hacerse siempre desde el centro hasta el exterior, para evitar la entrada de gérmenes.
Recorte posibles colgajos de piel con pinzas y tijeras sin punta para dejar la herida lo más limpia posible.
Desinfecte le herida con un antiséptico y cúbrala si fuera necesario. [Ver artículo completo en El Periódico de la Farmacia]

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