Tengo 32 años. Y me siente fracasado. Según algunos cánones sociales sería fácil llamarme inútil, vago, tonto o rarito. Nada que no haya escuchado antes. He leído y escrito para mí. He escuchado música y he tocado para otros. He estudiado y he enseñado para que otros aprendiesen lo que antes yo había aprendido. He plegado y desplegado cajas, cargado y descargado camiones. He repartido publicidad, vendido lotería y pegado carteles. He ayudado a montar y desmontas escenarios. He diseñado y programado páginas web. He embuchado suplementos semanales en periódicos. He sido teleoperador y comercial a puerta fría. He servido cervezas y cargado barriles. He estado a cargo de una red de más de 50 ordenadores. He pedido y repartido comida a domicilio. He recogido, seleccionado y pisado uvas que más tarde serían vino. He clasificado y administrado papeles en oficinas sin ver la luz del sol. He sido empleado y dejado de serlo muchas veces. No soy la persona que más ha trabajado en el mundo y estoy lejos de serlo. Mi vida laboral no alcanza aún los cinco años cotizados. Tengo 32 años y siento como si tuviese 80.
Diego Jamargo, de Santiago de Compostela, en El Semanal.
Tengo 65 años y a los 12 años compatibilizaba escuela y los encargos de mi padre, echar de beber a las vacas, acarrear leña, traer agua a casa y cuidar vacas en prados sin vallas, además de lo que tuviese a bien encargarme algún vecino.A los 17 empecé a trabajar allí donde pude, a los 20 me fui voluntario a la mili y a la vuelta abandoné la casa de mis padres para buscarme la vida.Probablemente a la edad en que abandoné el cobijo de mis padres este muchacho todavía estaba estudiando, aprendiendo música, como dice y participando en numerosas fiestas juveniles. Me parece maravilloso que todo el mundo luche por sus sueños, pero creo que al tiempo que soñador uno debe ser también práctico.Hoy hay miles de expertos que hacen páginas Web y que elaboran programas, hay tantos que lograr sobrevivir en ese medio es casi imposible. Es imposible que todos los universitarios que logran licenciarse consigan trabajar en aquello que soñaron, pero quizás habría que cambiar el chip y replantearse de nuevo volver al medio rural, donde existe tal abandono que cabría mucho nuevo emprendedor. Facilitar la vida a la gente mayor rural seguro que generaría un dinerito a la vez que recibirían agradecimiento. En fin, que las lamentaciones conducen a ninguna parte, hay que cambiar el rumbo sin recrearse en la depresión ni en el rencor. Mis antepasados decían ante cosas de corte similar..."siempre que llovió...escampó", pero si además nos ponemos a cubierto, pues mucho mejor
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