23 marzo 2015

POR QUÉ EL TREN DE ALTA VELOCIDAD ES EN REALIDAD UN FIASCO ECONÓMICO

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El tren de alta velocidad se ha vendido en muchos países como un milagro económico sinónimo de la modernidad. España presume de ser el líder mundial en kilómetros por habitante. ¿Un orgullo? Nuevos datos apuntan a que la alta velocidad es en realidad un gran fiasco económico, social y medioambiental. 
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"Se ha generado una burbuja de expectativas alimentada por los intereses de constructoras, directivos del sector ferroviario, consultoras, políticos... vendiendo la modernidad y el beneficio económico, cuando la realidad es que, en la mayor parte de los casos, es un enorme fiasco". Así de rotundo los explica al teléfono Germà Bel, catedrático de economía de la Universidad de Barcelona quien, junto al profesor Daniel Albalate, acaba de publicar un detallado informe en el que desmonta los mitos sobre alta velocidad ferroviaria.
Las líneas de alta velocidad generan lo que se conoce como un efecto túnel: conectan dos grandes nudos de población, pero el resto alrededor no obtiene ningún beneficio económico a medio y largo plazo. Es más, entre esos dos grandes núcleos, siempre hay uno que acaba absorbiendo la actividad del otro, por lo que el efecto neto total en la actividad económica se ha demostrado que es irrelevante y, en muchos casos, negativo.
"El número de turistas en las ciudades enlazadas tiende a aumentar, pero el número de pernoctaciones tiende a reducirse. Pasado el aumento derivado de la novedad en la fase inicial del servicio, los efectos a más largo plazo son, cuando existen, marginales".
El perfil de viajero más frecuente, en gran parte por los precios de la alta velocidad, es el de usuarios de negocio de grandes empresas (no pequeñas y medianas), o usuarios individuales con un renta superior a la media. Además, se produce un efecto degradación sobre el transporte ferroviario convencional, de cercanías y otras modalidades, que es el que utiliza gente con menos recursos económicos, por lo que los usuarios perjudicados por la instauración de la alta velocidad eran los de menor renta de las poblaciones colindantes a los grandes núcleos urbanos.
El informe contradice otro mito sobre la alta velocidad ferroviaria: contaminar menos. Comparativamente (teniendo en cuenta el número de pasajeros), es cierto, un tren contamina menos que un avión. Pero para que la puesta en marcha de la alta velocidad resulte en una menor contaminación agregada, señala la investigación, se necesitan mover grandes cantidades de pasajeros y que, además, se reduzca fuertemente el número de vuelos. Es algo que no ocurre ni en España ni en ninguno de los otros países analizados.
La inversión del AVE en España no se ha realizado para beneficiar a la gente. Ha sido una decisión política con una idea administrativa detrás: unir todas las capitales de provincia con Madrid. Mucha gente veía eso hasta ahora como un sinónimo de igualdad, pero desde el punto de vista práctico, de sentido económico, ha sido un fiasco. Y más teniendo en cuenta la crisis económica desde el 2007.
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