13 abril 2015

LA EXALTACIÓN DEL RUIDO

El otro día, por la tarde-noche, presencié en Santander un espectáculo que me resultó reprobable. Se trataba de un desfile de las cabinas de los camiones, de los que vemos diariamente por las carreteras, tocando estruendosamente la bocina, hasta el extremo de resultar molestos. Iban acompañados por otros coches particulares no menos estruendosos que, modificados (tuneados, en el argot actual) y conducidos por jóvenes, llevaban en el maletero unos amplificadores poniendo música, de dudoso gusto, a todo volumen. Una vez conocidos los detalles, me cabe la razonable duda de saber donde encuadrar este insulto a la paz y la armonía ciudadana ya que, no sé si se trata de una competición deportiva encaminada a saber quién es el más energúmeno, o un acto cultural, aunque no acabo de comprender dónde pueda residir la cultura de presenciar a unos exaltados atronando toda la ciudad.
El colmo de los despropósitos vino cuando una chica joven que iba con un bebé en su carrito, hizo señas a uno de los protagonistas de ese presunto “acontecimiento deportivo-cultural” que la molestaba, tanto a ella como al pequeño su estruendosa bocina. La reacción del conductor estuvo a la altura esperada, ya que reaccionó aumentando la cantidad de bocinazos lo máximo posible, sintiéndose aún más protagonista, ante las carcajadas de los varios (excesivos) ocupantes de la cabina.
Me da la impresión de que, hay alguien que ha perdido el norte, consintiendo esta barbarie de contaminación acústica, donde se permite llevar a efecto algo que el buen gusto, el más elemental sentido común y hasta el código de circulación prohíben.
A. José Salas

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