Cuando era niño tenía
esa inocencia feliz,
que me bastaba un
balón,
de cromos la colección
y un trozo de regaliz.
Soñaba con aventuras,
donde era paladín
bueno
que batallaba por la
paz,
para ser Capitán
Trueno,
o el Guerrero del
Antifaz.
No era un niño “rojo”,
ni fui niño
falangista,
pero canté el Cara al
Sol,
y me sentía un artista
al decir: SOY ESPAÑOL.
Mas sigo con mi niñez…
que fue en extremo
gozosa
por tiempo y por
aptitud,
que con candidez
hermosa
hasta lo negro era
luz.
Por eso son mis
recuerdos
de sencillez infinita,
con sus orlas de
valores,
donde las horas
bonitas
se suman a días
mejores.
Recuerdo un día de
Reyes
de un año lejano en
metas,
que por sacar buena
nota
me trajeron unas
botas…
en vez de la
bicicleta.
Para que un ratito a
pie
y otro ratito andando,
aprendiera lo que vale
el camino “San
Fernando”…
de Somahoz a Corrales.
Y nunca podré olvidar
la noche de Noche
Buena
y el villancico al
cantar,
¡¡qué rica estaba la
cena!!
y… ¡qué bello fue ver
nevar!
Pero faltó el
chocolate
el mazapán y el
turrón,
mi madre hizo torrijas
y venga Dios y corrija
si aquello no era
bombón.
Son estampas muy
sencillas
que el recuerdo
engrandece
cuando repasas la
infancia,
valorando circunstancias
de aquel tiempo que
enternece.
Yo tenía unos
pantalones
limpios pero
remendados,
unas katiuskas de goma
dos jerseys de quita y
toma
y una boina azul
morado.
El tiragomas,
tirachinas,
y las canicas de
barro,
la peonza de madera,
el tres en raya, o el
marro
y el jugar a lo que
fuera.
El recuerdo de un
pupitre,
de la pluma y tinta
china,
del Catecismo y Catón,
del brillo de
brillantina
y hasta el olor del
jabón.
La llegada del verano,
las grandes
festividades,
el chapuzón en el río,
todo eran novedades,
todo el Mundo era mío.
Pues siendo pocas las
cosas,
bastaba para estar
pleno
en aquella vida
especial,
donde premiaban lo
bueno
y se castigaba el mal.
Urbanidad en la calle,
en casa escuchadores,
estudiosos en la
escuela,
respeto con los
mayores
y si no… “hostia que
vuela”.
Y siguiendo las
enseñas,
que el abuelo te decía
como regalo de abuelo,
trabajarás cada día
y en la Tierra tendrás
Cielo
O como decían los
frailes
de las Escuelas
Cristianas,
futuristas del mañana,
entre muchas otras
cosas,
“A juventud ociosa…
vejez trabajosa”.
Y a pesar de ser un
niño,
eras proyecto de
mayor,
donde podías jugar,
estudiar y respetar,
para alcanzar lo
mejor.
Una época pasada
que traigo hoy al
presente
como un bonito guiño,
porque algo en mi
mente
me pide ser ese niño.
Tinuco
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Había, sí, un azulejo a la puerta de La Salle, que decía "A mocedad ociosa, vejez trabajosa".
ResponderEliminarPero aquel azulejo un buen día desapareció. A veces me he preguntado por qué lo quitaron. ¿Tendrá que ver con la desaparición de la cultura del esfuerzo, o con que mencionaba la vejez, cosas ambas que hoy suenan "cutres"?