Recuerdo un chiste que vi una vez, en el que un juez, desde su estrado, se dirigía en tono paternal a un joven delincuente de poca monta; y la decía: "Pero, a ti, en vez de andar por ahí drogándote y vendiendo costo ¿no te gustaría tener un trabajillo, y tener tu sueldo, tu novia, tu motillo, tus amigos y tu rato de jugar al billar?". Y respondía el chico: "¿Y un Porsche?, ¿y una suite en el ático de Ritz?, ¿y un mayordomo negro?, ¿y un par de pibas que me sirvan caipiriña?". Y respondía el juez: "Hombre; tanto, tanto...". Y respondía entonces el chico: "Toma, pues por eso me drogo". Y recuerdo que yo una vez le contaba a una mujer -a la sazón madre mía-, a modo de reflexión piadosa, que había leído que en Suecia los parlamentarios habitaban en pisucos del Estado, no muy grandes, con lavadora a compartir, salón común y algún otro detalle así para no ser gravosos al contribuyente; y ella me contestó, muy pronta: "Nadie debería vivir así". Y es lo que pasa. Que aquí, a cada uno que se aprovecha, se lo perdonan enseguida los del nivel inmediatamente más abajo, porque éstos sienten que no habrá justicia mientras todos no seamos iguales (por arriba, tratándose de lujo). Y ese mecanismo funciona hasta los más míseros estratos, que aquí lo de servidor público no se entiende, pues nunca verás a nadie agacharse a recoger una lata para echarla al contenedor. Faltaría más, el descrédito.
Recuerdo un chiste que vi una vez, en el que un juez, desde su estrado, se dirigía en tono paternal a un joven delincuente de poca monta; y la decía: "Pero, a ti, en vez de andar por ahí drogándote y vendiendo costo ¿no te gustaría tener un trabajillo, y tener tu sueldo, tu novia, tu motillo, tus amigos y tu rato de jugar al billar?". Y respondía el chico: "¿Y un Porsche?, ¿y una suite en el ático de Ritz?, ¿y un mayordomo negro?, ¿y un par de pibas que me sirvan caipiriña?". Y respondía el juez: "Hombre; tanto, tanto...". Y respondía entonces el chico: "Toma, pues por eso me drogo".
ResponderEliminarY recuerdo que yo una vez le contaba a una mujer -a la sazón madre mía-, a modo de reflexión piadosa, que había leído que en Suecia los parlamentarios habitaban en pisucos del Estado, no muy grandes, con lavadora a compartir, salón común y algún otro detalle así para no ser gravosos al contribuyente; y ella me contestó, muy pronta: "Nadie debería vivir así".
Y es lo que pasa. Que aquí, a cada uno que se aprovecha, se lo perdonan enseguida los del nivel inmediatamente más abajo, porque éstos sienten que no habrá justicia mientras todos no seamos iguales (por arriba, tratándose de lujo). Y ese mecanismo funciona hasta los más míseros estratos, que aquí lo de servidor público no se entiende, pues nunca verás a nadie agacharse a recoger una lata para echarla al contenedor. Faltaría más, el descrédito.