En la cabeza metida
tengo una acordanza
que me pinta las
bonanzas
de una pasada vida.
Donde veo unas
morcillas,
diez chorizos y un
jamón,
y una abuela con
toquilla
que remueve un
perolón.
Un candil que hace
ternezas
con una luz anodina,
que parece que hasta
reza
con la sombra de una
esquina.
Unos penachos de
fuegos
que intensos lamen el
lar,
cuando un fuelle da
ruegos
al soplar y resoplar.
Un balcón con la
colada,
una jaula con
jilgueros,
y seca y estirada
veo una piel de
cordero.
Unas panojas brillando
y desecados pimientos,
entre los tornos hay
tiestos
geranios cantando.
Una estorneja sin
clavo,
una albarca sin
tarugo,
un perro con medio
rabo
comiendo unos
mendrugos.
En el desván
cachivaches,
un misterio en un
rincón,
una tabla salva baches
y en una viga un
ratón.
Lo que fue una
escalera,
una claraboya rota,
un par y medio de
botas
y dos perpetuas
goteras.
Lleno de hierba el
pajar,
en la cuadra unos
bovinos,
con gallinas y el
cochino…
y el caldero de
ordeñar.
Tras la visión
hogareña,
apartando unas
cortinas
sigo viendo aquella
peña
que se yergue en la
colina.
Aquel castro con sus
hayas,
el Besaya que reposa,
la Canal que pone
valla
el Prado la
Avellanosa.
La niebla entre
peñascales
que se rompe y
desgañita,
para dar claros de
cita
al puebluco de
Corrales.
Tranquila está la
Rasilla
y La Aldea sosegada
La Hoya y La
Pontanilla
a Lombera dan pasada.
Veo… una carreta de
vacas
que viene de laboreo,
lleva una carga de
estacas
de Barros a San Mateo.
Por La Güera me recreo
cuando a San Felices
corro,
y el Dobra me enseña
el morro
allá, por La cuesta
Ladreo.
En las Caldas, el
Transvaal
y el Seminario de
curas,
y, la difícil
angostura
de la carretera
general.
Me quedo sin ver a
Coo,
pero veo al Río
Mortera,
doy la vuelta en la
cambera
y me vuelvo a Somahoz.
Un tren mixto pita y
pita
mientras que salta
traviesas,
y con humaradas
aviesas
por las hoces se
encabrita.
Pasa por Fraguas y
Arenas
y por Molledo
Portolín,
y cuando en Bárcena
frena…
aún le queda
Montabliz.
A Reinosa habrá
llegado
por entre rocas y
maleza,
mientras yo subo a
Collado
y desde Collado a
Cieza.
Llegué al Páramo ¡¡por
fin!!
donde oí entre
clamores,
que la Montaña era un
jardín
y las montañesas… las
flores.
Quité sudor a mis
sienes,
me puse bien las
abarcas
y a trancas y
barrancas
pues me llegué hasta
Brenes.
Allí yo pude otear
los valles en derredor
y gozar del esplendor
del terruño que sé
amar.
El que me dio
romerías,
el que enseñó
consejos,
el que, ya llegado a
viejo,
sigue alegrando mis
días.
Por todo eso le
quiero,
se lo digo firmemente,
y si en su regazo
muero…
yo viviré eternamente.
Tierra de bosques y
prados,
tierra de nieves y
ríos,
de vacas y caseríos,
tierra de amor
sosegado.
Tierruca de mis
estimas,
hoy Cantabria, ayer
Montaña,
que con tu mar y tus
cimas
eres colofón de
ESPAÑA.
|
Buena poesía.
ResponderEliminar¡ Hombre Tinuco ! ... "LA MONTAÑA ERA UN JARDÍN", no es correcto ni justo.. lo correcto y justo es:
ResponderEliminar¡¡¡ LA MONTAÑA ES (ES) UN JARDÍN... las montañesas sus Flores !!!
Lindos versos.
Un abrazo
Y el que quiera ser feliz,tenga en la montaña amores
ResponderEliminarTinuco,a ver si nos dedicas algo a los de la margen izquierda del Muriago, que nos tenéis abandonados
Un abrazo familia.