Decidimos dejar alguna señal en el camino que atestiguase nuestro paso, sin que ello alterase el medio ambiente ni el espíritu del mismo.
Elegimos dos piedras en las que además de facilitar la dirección correcta para seguir el camino, hicimos notar nuestra presencia, ya que en ellas figuraban nuestros nombres debajo de un titular que hacía referencia a ese espíritu familiar que nos motivó a realizarlo. Dejamos la primera al comienzo del primer tramo y la segunda al final del último.
Además conocedores de que hay, a la entrada de la ciudad de Santiago, un espacio habilitado para poner candados, llevamos también uno que dejamos allí debidamente prendido, por lo que en cierto modo nos comprometimos para tratar de volver en alguna ocasión para comprobar si siguen estando en el mismo sitio estos signos que dejamos durante nuestro paso.
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