25 noviembre 2018

INDIGNACIÓN Y HARTAZGO

Permítame hacerle llegar mis reflexiones desde la tristeza, indignación y hartazgo que me produce una parte importante de la llamada ‘clase política’ que no respeta normas mínimas de convivencia, en donde la cortesía parlamentaria ha sido sustituida por la chabacanería aplaudida por los forofos del partido que sustenta al orador (¿orador?), el argumento es cambiado por el insulto y todo ello protagonizado casi siempre por políticos de primera línea de los partidos correspondientes.
Hemos olvidado lo que significa el respeto al Parlamento y la democracia es sustituida por la demagogia. Se miente, tergiversa, manipula … impunemente, buscando el éxito fácil y el titular periodístico, el segundo de gloria aunque esta sea el resultado de la vileza. Defender lo indefendible, olvidarse de la honestidad cambiar de opinión dependiendo de si está en el gobierno o en la oposición, no saber que ostentan la representación de la sociedad que ahí les coloca y que, por tanto, deberían ser sus ejemplares servidores. Ofensa tras ofensa, dardos de trinchera a trinchera, bufones de cloaca incapaces de respetar al adversario que, como ellos, tienen la dignidad que los proporciona haber sido elegidos por el pueblo soberano (visto lo anterior mucho que discutir sobre esto).
Y algunos ciudadanos atónitos, asombrados por lo que ocurra, constatando que los antisistema no solo son los extraparlamentarios y con la tentación de pensar que aquello por lo que luchamos en su día no es lo que hoy hallamos en un rebaño de indocumentados que nos dirigen. Con todo no quisiera que caigamos en el populismo facilón de derechas e izquierdas que, sin duda, acabarían haciendo daño ya que, como en otras fases de la historia, problemas complicados no tienen soluciones fáciles.
La regeneración necesaria no puede venir mediada por demagogos; sí por personas honestas y valientes, decididas a sufrir el acoso de los imbéciles, iletrados y oportunistas que tanto abundas entre los políticos y sus palmeros.
Raimundo Hernández en Cartas al Director, de El Diario Montañés.

1 comentario:

  1. Nunca he pensado que los políticos sean mejor, ni peor, que la gente en general del país que representan. La experiencia no me lleva a pensar otra cosa. En España lo fiamos todo a los políticos. Ya decía Ortega, hace 80 años, que aquí se habla demasiado de política. ¿Por qué? Porque apenas hay otros temas, porque no se sabe, no se hace, no se proyecta, no se siente, de otros temas. Política, fútbol, sitios donde se come bien... Un motivo por el que mi padre, Jesús Palacios, nunca fue de izquierdas, es porque veía la realidad de los obreros, y de los cuadros intermedios, y nunca le pareció que la gente se mereciese gran cosa, porque no se lo ganaban; nunca apreció demasiado a "los de abajo"; se sentía, si acaso, más identificado con la gente de la nobleza, que tenían, a sus ojos, más sensibilidad por esas cosas que a él le importaban, como era el arte, la historia, el urbanismo, el pensamiento... Y como "los de abajo" son mayoría, y yo creo (como él) que no hay calidad suficiente, ese "pueblo" no produce materiales que puedan servir de "tsunami" con el que avasallar y sustituir la mala praxis de los políticos. Si el pueblo valiera, e hiciera cosas buenas sin necesidad de esperar a las leyes, o de ver condenados a los políticos, o de esperar a que los políticos sean buenos, el pueblo entonces se merecería otra cosa, y acabaría dándose otras cosas a sí mismo. Sin echar "balones fuera".

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