19 enero 2019

LA FAMA DE LA CIENCIA

De vez en cuando, algún erudito hace una llamada a que en este país se tenga más aprecio a la ciencia. Pero cuesta fomentar ese aprecio cuando no encontramos en ella esas garantías que durante los siglos XIX y XX nos cantaron. Hablo de incoherencias: de los hornos microondas han dicho algunos que son muy malos para la salud, en tanto que esas precauciones nunca se han visto definitivamente confirmadas. Con las ondas de las antenas para móviles ha pasado parecido, y asimismo con los transgénicos: unos nos dicen que es malísimo y lleno de peligros, otros que no tiene importancia. En alimentación, hay médicos que nos previenen contra todo azúcar, otros dicen que aguantamos 45 gramos al día sin problema; unos, que hay que comer de todo, otros que hay que dejar la leche. Por una parte se nos dice que hay que beber no sé cuánta agua al día, por otra que beber tanta agua no tiene sentido. Hay médicos que abogan por cientifizar la opinión pública, otros resulta que son homeópatas. Los hay incluso que son antivacunas. Las experiencias vividas por los niños hasta los tres años, unos psicólogos dicen que apenas tienen consecuencias, otros dicen que son definitivas. Hay físicos que advierten de los peligros apocalípticos de colisionar ciertas partículas, otros dicen que el peligro es ínfimo. Y luego vemos que por la ciencia viene la técnica, la robotización y el paro. Y que hay científicos que se venden a los poderes como se han vendido los artistas a lo largo de la historia. Sin embargo, es cierto que siempre será mejor una visión científica sobre las cosas, cosa que nunca hemos comprendido ni nos ha interesado en España.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.

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