Creíamos que no, pero, como los antiguos griegos, no hemos dejado de querer que haya dioses, no hemos dejado de vivir pendientes de sus lances y azares. La tele, la radio, se llenan de pactos y contrapactos de los políticos, como si no fuera más rentable hablar de otras cosas, hasta que haya fumata blanca. Debe de ser que es lo que pide el personal: se llenan, las noticias y las tertulias, de esos seres que están por ahí arriba cual gigantes de Estella; seres cuyas decisiones creemos que se ajustan a la lógica, a nuestra lógica. Nos pensamos que tenemos poder. Creemos que ellos piensan en nosotros, que nuestras discusiones les influyen, ¡somos creadores de opinión pública, con nuestras discusiones de bar!, ¡ellos y nosotros estamos conectados! Las revistas y programas del corazón, por otra parte (pero en el fondo es lo mismo), se llenan de salones brillantes, de cuerpos esculpidos, bodas de ensueño; y hay quien lo sorbe ávidamente, como si fuera su vida. Se diría que Platón tenía razón, la realidad son las ideas y no esta porca miseria de cada día; necesitamos la Realidad. Pero la poseen otros... No, no, ¿cuándo empolvaremos nuestro sentir con este fango cotidiano, que no vale vivir preocupados por otros, ocupados en otros? Identificándonos con seres marmóreos, y poderosos, no recobramos la vida que nos es propia, sólo perdemos la única que podemos cambiar. Y es que realmente tenemos un brillo, y un poder, sí, pero no es el que queremos tener.
Adolfo Palacios González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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