19 junio 2019

EL CAMPO DE LA RASILLA


Vayamos con el Campo de La Rasilla. Lo primero que hay que hacer es cerrar los ojos y olvidarnos de como está ahora. A partir de aquí, podremos hacer una descripción de ella entre los años 60 / 70, cuando se comienza la trasformación de la misma. Lo primero que vemos es un espacio de verde, con grandes árboles de la especie de plátanos de hoja caduca y que se extendían por toda la zona. Por otro lado, existían tres caminos a lo largo de la plaza. Uno de ellos venía desde “el Callejón”, actual calle La Viña, une a la calle Real y cuando llegamos a la portalada de la Casa de Ingenieros, aproximadamente, el camino se divide en dos; uno en dirección a los comercios que allí existe, El Maño, Collantes o la “Botica”; el otro camino se dirige hacia el Este, con un trazado inclinado hasta llegar a unirse con el camino que viene desde la Iglesia hasta la zona y llegan cerca de las portillas del tren y atravesando la carretera, nos permitiría dirigirnos hasta Casa Pilatti, la Estación o Somahoz.
En definitiva, para hacernos una idea, podemos decir que la plaza dividida por la carretera que iba de la verja de la casa de Los Bustamente hasta pasando por la fuente, llegar a la carretera que viene de la Iglesia, de una manera trapezoidal, la zona más grande, situada al lado de la bolera y la más pequeña al lado de la casa de Méndez. En el “trapecio” más grande nos encontramos con los plátanos más grandes y además nos encontramos la fuente, pegada a dicha carretera; en la que todos acudíamos a beber agua, a limpiarnos la cara y las manos para quitarnos el sudor, un referente en la plaza que después va a ser quitada y se va a poner, otra diferente, al lado de la bolera. Igualmente en la plaza había varios bancos de piedra, como los que se conservan en la Plaza de la Constitución, aunque sin la protección que se les ha puesto actualmente. En esos bancos nos sentábamos, siempre de manera no apropiada, allí dejábamos las “bicis”, corríamos o mirábamos los bolos. Era la principal zona de tránsito en el momento y uno de los lugares de juego.
Pero el Campo alcanzaba un gran protagonismo en el mes de Junio cuando llegaban las fiestas de San Juan, patrocinadas, creo recordar, por “Quijano”. Antes de introducirnos en los recuerdos de nuestra infancia, unos apuntes históricos sobre la fiesta de San Juan. Esta parece ser que ha sido la fiesta por excelencia del pueblo durante muchas épocas y durante distintas formas de gobierno, estatal y municipal. La primera referencia a las fiestas, las he encontrado en las Actas municipales de los años 1931, 1932 y 1933, en los otros años o no he sabido buscar o no los he leído, de hecho desde 1939 para acá, no he leído ninguna de las actas. La primera referencia se produce en el acta del 13 de Junio de 1931, que nos permite deducir varias cosas: quien lleva a cargo la realización de las fiestas es el Casino de Buelna, esas fiestas se realizan desde hace mucho tiempo, las fiestas se realizaron siempre en el Campo de la Rasilla. En este momento, la Directiva del Casino solicitó trasladar las fiestas desde el Campo de la Rasilla hasta las inmediaciones de la Plaza de Pablo Iglesias, concretamente a un prado de D. Leopoldo Gutiérrez; la Corporación rechazó tal pretensión por 8 votos contra 3, la fiesta se seguiría haciendo en el Campo de la Rasilla; la Corporación rechaza participar en la elaboración de las fiestas, lo deja en manos del Casino, pero se queda con la cuestiones del orden y el cobro de los arbitrios a los comerciantes. No he sabido encontrar quien era en ese momento el presidente del Casino, pero en el año de 1932 es presidente D. Gregorio Velarde,quien presenta ante la Corporación el programa de las Fiestas. En ese año hubo 30 instancias, solicitando poner puestos de refrescos y otros, dándose autorización a todos, todo lo cual supuso a la Corporación unos ingresos de 203´40 Ptas. ¿Pagaron todos? Parece que no, por lo que se decidió tomar medidas para años posteriores.
Hacia donde está hoy la fuente, se ponía el templete, desde donde la orquesta amenizaba los bailes de romerías y verbenas. Las tómbolas se ponían al lado de los muros de la mansión de los Quijano y al otro lado, los puestos de todo tipo, chucherías, bombas, etc. Al otro lado enfrente de la antigua fuente se ponían las churrerías, los puestos de bebida y la gente se sentaba a tomar cerveza con churros. Es curioso, cuando fui a estudiar a Salamanca, mis compañeros no creían que los churros se tomaran con cerveza, ellos parece ser que sólo conocían los churros con chocolate. Por otro lado, quién no se acuerda de la churrería de Constancia, que vivía en el Barrio de los Millonarios, y de la que luego derivaron los churreros del pueblo, de hecho gran parte de sus descendientes se han dedicado a dicha actividad. Sería bueno conocer como una persona saliendo de la nada se convirtió en una churrera conocida por toda la provincia. El único motor fue su capacidad de trabajo y esfuerzo. Qué tiempos aquellos, churros envueltos en un papel y a por la cerveza. Eran días para no borrar de la memoria.
El día 23 de Junio, por la noche se llevaban a cabo los Fuegos Artificiales, patrocinados por la Fábrica y que estaban instalados en la patio de Aprendices de la Salle. Un tiempo después nos solíamos desplazar hasta la zona de la verja de la finca de los Bustamante y la portalada donde vivía la familia Sariego, allí se había ido almacenando una montaña de hierba seca, de brezo, de rastrojos, para llevar a cabo la Hoguera de San Juan. Cuando se prendía la hoguera se creaba un ambiente esotérico, aunque la verdad, muy pocos se atrevían a saltar. Recordando este momento, me viene a la memoria, que estando en Salamanca, en mi cuarto año de carrera, estuve viviendo unos meses en el Barrio de San José, un barrio que se estaba formando en ese momento y en el que había muchas personas de etnia gitana. Unos 10 días antes de la Hoguera de San Juan, todos ellos comenzaron a crear una gran montaña de elementos que se iban a quemar la noche del 23, pero no hablamos de rastrojos, o de hierba, no, no, era muebles, cajas de madera, ropa, todo lo que ya no servía para nada. Era toda una montaña. Dos días antes, al levantarse vieron que todo había desaparecido, alguien se lo había llevado; no se supo quién fue, porque lo hubiera pasado fatal. El cabreo que hubo en el colectivo gitano fue extraordinario, pero no sé qué sucedió, quién dio la orden, pero inmediatamente comenzaron a traer cosas, dos días a destajo, pero ya no se dejó en ningún momento sola la montaña, por la noche quedaba una cuadrilla de vigilantes; la montaña fue creciendo y cuando llegó la noche de la hoguera, aquello era impresionante, y al encenderse la hoguera los gritos, los aplausos, los cánticos fue algo difícil de olvidar, nunca he vuelto a ver una hoguera como aquella, no he visto a la gente disfrutar como disfrutaron, y me hace pensar que la etnia gitana cuando se esfuerzan son capaces de conseguir todo lo que se propongan.
Bueno me desvío de lo estamos hablando, pero sean comprensivos, Salamanca me dio unos años maravillosos, hice una carrera con la que había soñado desde muy joven, y además me dio a mi esposa, Carmen. Así que permítanme un poco de licencia. Pero volvamos a lo nuestro.

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