19 agosto 2019

CASINO BUELNA

El 18 de Diciembre de 1971 la sede del Casino de Buelna se trasladó a una casona del siglo XVIII, situada en el margen derecho de la Avenida José María Quijano. La mansión pertenecía a la familia Quijano y su último morador había sido Don Juan José Quijano de la Colina, hijo del fundador de la fábrica Nueva Montaña Quijano S. A. en el año de 1873. Nos encontramos con la típica casona montañesa, con una portalada perfectamente conservada, en la que encontramos un escudo heráldico muy detallado y bien conservado. Hay un segundo escudo, en uno de los laterales del balcón. Todo ello rodeado por una elevada pared a lo largo de la finca. Pared que se prolongaba hasta las cercanías de la Casa Pilatti y que allí giraba por donde hoy está la salida y entrada al túnel que atraviesa la vía del tren. Esta era una calle estrecha, sin asfaltar, pero nos servía para echar un cigarro sin que nadie nos viera, y, en aquella época, eso era muy importante. Y luego a la altura del inicio de la casa de Rule, el peluquero, giraba hacia el norte acoplándose a la portalada. En definitiva, un gran espacio, aislado y con posibilidades para convertirse en un gran centro de reunión, de entretenimiento y difusión de relación entre todos los vecinos.
El traslado de la Sociedad del Casino, se produjo como ya hemos indicado el último mes de 1971. Este traslado fue favorable para la Sociedad y para sus socios, mejoraron las instalaciones, hubo una mayor actividad y, lógicamente, esto se tradujo en un claro incremento del número de socios. Podríamos pensar, de hecho se pensaba, que el Casino era una sociedad para los privilegiados del pueblo, donde sólo estaban las “fuerzas vivas” del pueblo. Pero, desde mi punto de vista, nada más lejos de la realidad. Yo pertenezco al Casino desde hace mucho tiempo, mi padre me hizo socio, pero mi padre era un simple empleado de la fábrica, y que además se vio obligado a desempeñar varios oficios para sacarnos adelante, arreglaba aparatos de radio y era operador de cine. Por tanto, era una persona normal con una familia normal. Lo que me separaba de algunas personas que iban al Casino no era la pertenencia a un estatus económico distinto, sino la edad; con los que teníamos la misma edad las diferencias eran de otro tipo, unos eran del Madrid otros del Barcelona; unos estudiaban en Torrelavega otros en la Salle. En fin, cosas normales.
A partir del traslado, el Casino de Buelna adquirió un enorme relieve en la sociedad corraliega. La nueva sede, presenta unas enormes diferencias con la anterior. Nos encontramos con un edificio que tiene una zona de libre acceso para todo el mundo, nos referimos al bar. Era frecuente que los obreros cuando iban a trabajar o salían del mismo pararan para tomar un café o un vino, dependía de la hora. Pero no podían pasar de allí. Al entrar en el casino propiamente dicho, lo primero que nos encontrábamos era con la figura de D. Pedro, el conserje, la persona que estaba en primer lugar, para controlar que las personas que entraran fueran socios, pero su función fundamental, era controlar el saber estar de todos, que todo estuviese a disposición de los socios y solucionar cualquier problema que se presentara.
Pasando el “control” de Pedro, nos adentrábamos en el interior del Casino. A mano derecha, una sala de conversación y posteriormente de televisión, hacia el fondo nos encontrábamos por un lado una zona de lectura donde estaban los periódicos y los libros. Al otro lado había una amplia sala con varias mesas donde la gente solía merendar y charlar. A mano izquierda nos dirigíamos, creo recordar, a la zona del teléfono.
Iniciando la subida a la planta superior, a mano izquierda nos encontrábamos con una habitación para charlar tranquilamente, luego llegábamos a un rellano sobre el que se distribuían las distintas salas. A mano izquierda, teníamos acceso una sala con ventanas al jardín, creo recordar que se jugaban partidas de cartas. A mano derecha, entrabamos en la zona de la televisión en la que pasábamos el rato viendo partidos de futbol, películas o cualquier otro programa. Saliendo nuevamente a la sala de distribución, nos encontramos con una nueva entrada que daba acceso a unas de las salas principales: aquella que nos situaba en la zona que más actividad había por las tardes, era la sala de juego de cartas, todas las mesas ocupadas por los hombres jugando a la flor o al mus, con el café y la copa y el humo del tabaco por todos los lados. En esta sala había dos aperturas, una que daba a la sala descrita anteriormente situada en frente del jardín, y otra que permitía el acceso a la sala de billar.
La sala de billar, era un referente para muchos de nosotros, nos pasamos muchas tardes observando, aprendiendo, todo en silencio para no descentrar a los jugadores. Era un billar francés, que se jugaba empleando un taco de billar, tres bolas de billar situadas sobre una mesa de billar sin bolsillos, en realidad se trataba de hacer carambolas, no introducirlas en un agujero. Esta era la zona que más me gustaba. Allí podías tener la suerte de ver jugar a dos “grandes maestros” como el Sr. San Juan o el cura de Barros, D. Felipe. Cuando ellos jugaban todo era silencio, se trataba de disfrutar de su juego. Tampoco eran muchos los que se atreviesen a jugar con ellos y ni ellos admitían a todos para jugar. No podemos olvidarnos del Sr. Taladrid, que siempre intentó estar a su altura, pero no lo consiguió. Creo recordar que un día el Sr. Taladrid se presentó en la sala con un taco de billar desmontable dentro de un maletín. Toda una joya. Vaya impresión. Pero sólo fue eso; al poco llegó el Sr. San Juan y comenzaron la partida. El resultado fue el de siempre, el Sr. Juan imbatido, el Sr. Taladrid esperando mejor ocasión. Creo que no se presentó nunca la ocasión.
Así todo el Sr. Taladrid era todo un personaje, en el billar no destacaba, así que se puso otras metas, centrándose en el kárate, donde alcanzó el cinturón negro tercer Dan, posteriormente consiguió el título de árbitro. Todo ello le llevó a dirigir, aquí en el pueblo, un gimnasio de Karate, durante mucho tiempo.
Tampoco nos podemos olvidar de Nacho, en aquellos años un joven de 19 o 20 años, una persona que descollaba en el billar. De hecho en ocasiones, el Sr. San Juan le permitía jugar con él, pues podía enseñarle cosas.
El Casino se convirtió en un centro de referencia en tres momentos puntuales a lo largo del año. Uno en las fiestas de Navidad, otro en las Fiestas de San Juan y, con el tiempo se instituyó el Día de los Socios que se celebra en el mes de julio.
Todos esperábamos las dos primeras con ansiedad. En Nochevieja, después de cenar con la familia, nos desplazábamos a pasar unas horas en el Casino. Allí se iba a tomar el champán, la copa, cantar, todo era alegría, todo era buenas relaciones. Allí, era donde te encontrabas con compañeros que hacía meses que no veías, porque estábamos estudiando fuera y nos poníamos al día de los acontecimientos. Allí, veías como se habían producido cambios en los chicos y las chicas que habías dejado de ver hacia meses. En definitiva, momento agradable y esperado.
Lo mismo podíamos decir de la Fiesta de San Juan, en las que el Casino participaba con intensidad. Además era tiempo de verano, de buenas temperaturas con lo que las actividades programadas se podían realizar en el patio exterior y, por otro lado, todos regresábamos de nuestros lugares de estudio, teníamos tres meses de vacaciones y que mejor que celebrar nuestras notas que asistiendo al Casino con nuestros amigos, en las fiestas que allí se celebraban.
Últimamente, es habitual celebrar el Día del Socio con una comida para todos los socios y familiares que quieran asistir. Es una celebración que se extiende durante todo el día, que sirve para unir a los socios y sus familias.
Podríamos dedicar folios y folios a como discurrían esas fiestas, la alegría que reinaba, pero mejor que eso lo recuerde cada uno. Siempre sin ningún problema entre los socios, nunca salidas de tono, y la verdad que éramos mucha gente las que estábamos allí. Sólo me acuerdo de un incidente que alteró la concordia que había. En una noche de verano, actuaba un grupo musical que había venido de tierras castellanas para dar un concierto de música. Era creo recordar música folk. En el descanso cuando el grupo había bajado a tomar un refresco, al igual que todos los que allí estábamos, desde el exterior del jardín tiraron dos botellas incendiadas con el objeto de acabar con el concierto. Llegó la Guardia Civil, hubo jaleo pero, al final el concierto creo, que continúo. Al día siguiente fue la comidilla del pueblo. Pero nunca más vi un caso como este en el Casino. Y las personas que lo hicieron tampoco consiguieron nada. Como podemos imaginar, el buen funcionamiento del Casino estaba en manos de una Dirección que velaba para el cumplimiento de las normas establecidas. El Presidente del Casino era una persona que se elegía por un cierto período. De hecho, son muchas las personas que han pasado por el cargo. Es cierto que la Presidencia te da alegrías por las cosas bien hechas, por los objetivos conseguidos, pero también lo es el esfuerzo y sacrificio que supone, de ahí que cada vez sean menos los que deciden estar en dicho cargo. De hecho habría que visitar los archivos del Casino para obtener una relación de todos los presidentes. Sabemos que 1976 el presidente elegido es D. José Luis Sánchez Noriega. Pero sin lugar a dudas uno de los presidentes que ha durado más en el cargo es D. Bernardo Lasarte Pereda, toda una institución en el ámbito del Casino. De hecho que fue en el año 1984 cuando comenzó a ejercer su labor de presidente y, ahí sigue.
No podemos olvidarnos del papel que ha jugado el bar del Casino. Desde él se atendían los servicios que se pedían desde las distintas salas del Casino y al mismo tiempo, se atendía a los clientes que, diariamente pasaban por el bar camino de la fábrica o con destino a casa después de cumplir su jornada laboral. Lo cierto es que las personas que se han ido haciendo cargo de la cafetería han sido muchas a lo largo del tiempo. En principio parece ser que el arriendo de la cafetería era por dos años, pero esto ha ido cambiando. Las primeras personas que se hicieron con la gestión de la cafetería fueron Don Antonio y Don Cirilo Peña. Después vinieron otros como Don Vicente, que posteriormente gestionó la terraza del Matadero; Don Enrique Ceballos. Un recuerdo especial para Don José Manuel Corcuera, que en el mejor momento de su vida, gestiona el bar del Casino, va a contraer matrimonio con su compañera Pili, y por la mala suerte, fallece el mismo día de su boda cuando se dirigía a prepararse para la ceremonia, una vez dejado todo resuelto en el Casino. La noticia fue un palo para todos los que los conocíamos. En el barrio de “Los Millonarios” donde residía Pili y su familia y donde habíamos visto a José Manuel, el silencio era absoluto, la gente no lo entendía. La vida, en ocasiones es cruel.
Posiblemente fuesen más los que estuvieron al cargo del bar, pero sin lugar a dudas quien más ha durado en él, el que más conocimiento del Casino, del bar y de los clientes que han pasado por ambos es sin lugar a dudas Don Juan Carlos López, “Carlos” para los habituales. Él comenzó a estar al cargo del bar en el año 1983, durante la presidencia de D. Antonio Martínez. Sin lugar a dudas 36 años al frente del bar, seguramente eso le hace una fuente de información imprescindible para el conocimiento del Casino. Igualmente, ha tenido que ir adaptándose a los nuevos tiempos y a los cambios que se han producido en el Casino. Ya no hay tantos obreros como antiguamente, el túnel ya no hace posible el acceso de los coches, y por otro lado, parece que los vecinos ya no son tan asiduos al Casino. Carlos es quien se encarga de que todas las fiestas que se organizan en el Casino, las comidas familiares, los cumpleaños de los “peques” se celebren con el visto bueno de todos. Por otro lado, ahora es habitual que se den comidas para quien lo solicita.
El tiempo pasa, Carlos ya piensa en su jubilación, ¿quién se hará cargo del bar?
En definitiva, dos personas fundamentales en el mantenimiento del Casino de Buelna parece que tienen el tiempo limitado, éste pasa sin freno de ninguna clase; ¿habrá alguien dispuesto a seguir luchando como el Sr. Lasarte, a su edad, para seguir al frente de una institución como el Casino? ¿habrá alguien que quiera seguir el camino andado por Carlos, buscando nuevas salidas? El tiempo nos lo dirá.


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