Los gatos traen a veces a su dueño algún bicho que han cazado. Parecen animales solitarios, pero les gusta mostrarte sus logros. Yo, que soy maestro, veo similitud con algunos alumnos. Alumnos que no están igualmente repartidos, pues suelen abundar más en unos grupos que en otros; y desde luego, en general, según mi experiencia, no abundan; lo más frecuente entre el alumnado es la indiferencia hacia las propuestas de la escuela y hacia las intenciones culturales de los maestros. Hay niños, como digo, que se esmeran, y producen cosas. Realmente están deseando que les encargues algo. Por dos motivos, que van juntos: son creativos, les salen pequeños prodigios, y también porque disfrutan pensando en el momento en que tú lo vas a mirar, a valorar. Algunos, quizá disponen sólo de tu mirada para eso. Lo que los mueve, es un mix de exhibicionismo, sentido cívico ("construir", como decía Julio Anguita en los años ochenta) y orgullo "profesional". Y cierto talento, claro. Esa pulsión está bien, por supuesto; pero es una especie de arma de doble filo: ilusiona al individuo y produce réditos en la sociedad, pero puede desembocar en frustración y melancolía, ya que precisa ser secundada y reconocida por el entorno. Y esto puede no darse. La productividad, la exhibición, y la integración de su producto en el ámbito público, es algo fundamental para algunas personas.
Adolfo Palacios González, corraliego afincado en Santander, para Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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