16 enero 2020

LA COOPERATIVA

Pasando la portilla de la fábrica, y circulando a través de una acera situada al lado de una pared, nos encontramos con un edificio totalmente defenestrado y al lado dos puertas de acceso a la zona de abajo del edificio, aunque hoy está totalmente cubierto por la maleza.
El edificio ha sufrido al menos una transformación en la parte exterior, en donde se hizo un acceso al interior que antes no existía. En todo caso, es un edificio, que si le vemos de frente, desde la carretera nos encontramos con dos alturas, con tres zonas diferenciadas. Así en la altura superior hay tres zonas que se aprecian a través del tipo de ventanas. En la zona central nos encontramos con tres ventanas de igual tamaño. En las zonas laterales hay una sola ventana, pero de mayor tamaño.
En la planta baja, nos encontramos que en la zona central ha habido una ampliación posterior, que no guarda relación con la primera construcción, casi con seguridad relacionada con la gestión llevada por VALDÉS. Sería bueno encontrar una foto de épocas pasadas, posiblemente existan, pero es difícil encontrarlas. Que interesante sería, como siempre decimos, el tener un Archivo Fotográfico Municipal. En los laterales de la primera planta, tenemos una ventana del mismo tamaño que en la planta superior, pero con la diferencia de que está protegida por un enrejado, destinado seguramente a protegerla de intentos de robo. En la zona de la derecha, lo que hay es una puerta de acceso a la Cooperativa, su anchura es igual que la ventana de la parte superior, pero llega al suelo, ya no es una ventana sino una puerta, que está protegida por una trapa metálica.
Si observamos el edificio por sus laterales, vemos diferencias con respecto al frontal. Así desde la antigua Avenida Calvo Sotelo, hoy calle de Los Fundidores, nos encontramos con tres ventanas iguales y que se corresponden a la primera y segunda planta. Es cierto que las ventanas han sufrido una transformación pues los marcos son de aluminio, siendo el resto de las ventanas de madera. Hay una tercera zona que corresponde al sótano que tendrá una gran importancia en la Cooperativa. En ésta encontramos solamente dos ventanas, falta la del centro, con igual anchura de las demás, pero de menos altura y con forma circular en la parte superior. Estas dos ventanas tienen verjas de hierro que impedían el acceso a la Cooperativa.
Si nos enfrentamos al lateral derecho del edificio, es difícil establecer el número de ventanas que existen dado que la cantidad de vegetación impide la visión de la misma, se perciben varias ventanas pero no podemos precisar. Lo mismo podemos decir de la parte trasera, a la que se accedía a través de una bajada ahora impracticable y que permitía llegar a los servicios que allí existían tanto para los compradores como para los camiones de abastecimiento de la Cooperativa.
Hoy en día, cuando nos acercamos a lo que fue la Cooperativa, es normal encontrarnos coches aparcados. Pero no siempre fue así. Esta era la zona donde las personas que venían a la Cooperativa, dejaban su medio de transporte. Y no pensemos en coches. En esos momentos lo que nos encontrábamos eran las bicicletas, los carros y los burros, mulos y caballos con sus albardas que posteriormente servirían para trasladar la compra a las casas. No podemos olvidar que la gente venía del Ayuntamiento de San Felices, del Ayuntamiento de Cieza, del pueblo de Coo, Barros, San Mateo, etc. Y en aquellos momentos muy pocas personas tenían coche. Hoy cuando vamos a un centro comercial vemos que hay parking para que los clientes dejen el coche. En aquellos momentos, la Cooperativa trataba de facilitar a sus clientes y a su modo de transporte, así nos encontramos aros de metal incrustados en las paredes de la Cooperativa donde se ataban a las caballerías, mientras sus dueños compraban.
A partir de aquí entramos en la Cooperativa.
Antes de nada, indicar que los trabajadores de la Cooperativa, lo eran de la fábrica y por tanto, tenían la misma situación jurídica que los que estaban en otras zonas de la misma. Por otro lado, las personas que podía tener acceso a la compra de productos de la Cooperativa, eran solamente los que trabajaban en la fábrica. En principio, era un beneficio para los trabajadores, pero no podemos olvidar que la huelga de 1919 estalló en buena medida por la existencia del Economato. Tampoco debemos olvidar, que los que iban a la Cooperativa debían de llevar una Cartilla identificativa del trabajador y en la que se indicaban las compras que se realizaban.
En la Cooperativa los productos de venta al público, más concretamente para los operarios de la empresa, variaban según accediéramos a una planta u otra. Así, la primera planta, era la zona de acceso y donde se encontraban los alimentos: pescados, frutas, azúcar, pastas, conservas, quesos, embutidos. En fin, lo que se suele encontrar en la zona de alimentos de cualquier supermercado, pero sin la variedad que vemos actualmente.
En la segunda planta, a la que se accedía a través de unas escaleras, estaba todo lo relacionado con las telas, la ropa destinada a mujeres, hombres o niños; también nos encontrábamos allí la zona de la zapatería. Los productos los típicos de una zapatería, pero no con variedad actual. Y por lo que dice la gente era de muy buena calidad. No podemos olvidarnos de las katiuskas, aquellas botas de media caña que nos permitía, saltar por las “pozas”, caminar en los días de invierno y también trabajar en la huerta o en la cuadra.
Había un sótano, al que se bajaba bien a través de unas escaleras o de una portilla que permitía el acceso a los camiones que traían mercancías, así como los carros y caballerías, que permitían a los obreros o sus familias cargar de los productos comprados. Pues en esta zona estaba el almacén de los productos más pesados y que más espacio ocupaban: el vino, el aceite, las patatas o el carbón. El vino y el aceite no venía embotellado, sino que los compradores traían sus botellas y allí se les llenaba. Me contaba una persona que un día se acercó a comprar a la Cooperativa, y al tener que comprar aceite llevó un recipiente con forma de ánfora de una amplia boca, por lo que había que tener cuidado para no verter el aceite en el camino. En sus brazos llevaba a su hija, Loli. Después de acabar la compra, se dio cuenta que su hija había perdido una de las zapatillas, no aparecía por ninguna parte, después de dar vueltas por ver si podían encontrarla, vieron que estaba muy cerca: la zapatilla había caído en el ánfora del aceite.
Las patatas eran uno de los productos básicos de la alimentación en aquellos días. Algunos no pueden ni imaginar, visitando los actuales barrios de Los Millonarios, del Bardalón, la Hoya, la Aldea y cualquier otro, en los que nos encontramos con jardines muy cuidados y garajes para los coches, en épocas pasadas los jardines eran huertas que permitían complementar la economía familiar; por otro lado, los actuales garajes anteriormente eran los gallineros, que aseguraban los huevos que acompañarían a las patatas, la carne de gallina, los conejos o patos. E incluso esos garajes actuales, en ocasiones estaban ocupados por ovejas, por terneros o “chones”, cuya matanza se hacía todos los años y que era un símbolo de colaboración de los vecinos. Mucha gente pensará que no es normal, pero los que lo vimos nos permitió comer.
Otro de los productos básicos que nos encontrábamos en la zona baja de la Cooperativa era el carbón. Ahora nuestro hijos y los nietos, no tienen constancia de cómo era la vida de sus padres y abuelos. En las casas no había calefacción, no había cocinas eléctricas ni las vitrocerámicas, no había gas para calentar el agua, no había planchas eléctricas, etc. Todo esto se obtenía a través del carbón: la cocina, la ducha, el secado de la ropa, el planchado de la misma, la calefacción, ¿nos acordamos de aquellas bolsas de agua que en los inviernos metíamos en la cama para calentarnos los pies? Por tanto, el carbón era uno de los productos básicos que la gente iba a comprar a la Cooperativa. Eso obligaba a que continuamente estuvieran llegando camiones de carbón de las minas. Éste no se llevaba directamente a casa, sino que se anotaba y a los pocos días venía el camión de la fábrica e iba distribuyendo y cada vecino lo guardaba en su carbonera. Qué días aquellos en que tu madre, en invierno, te decía: “coge el caldero y baja a traer carbón”. Cosas de la vida.
En esta misma zona, existía un horno de pan en el que se hacía éste para todo el Valle. La gente lo recuerda como un pan, muy blanco y con buen sabor. Había tres personas que trabajaban en la panadería: Federico “Chea”, Emilio y otra persona, cuyo nombre no he conseguido saber. Era habitual que el pan se repartiera por los pueblos. Me cuenta mi cuñado Doni “Chea”, que él, con menos de 14 años, acompañaba a su madre Rosario; hacia las seis de la mañana iban a la Cooperativa y cargaban el carro que llevan el pan con un caballo; luego volvían a San Felices a repartir el pan en los distintos pueblo del Ayuntamiento. Su madre por unos pueblos y Doni, que había trasladado el pan en los cuévanos en el burro, y a repartir por otros pueblos del Ayuntamiento. No se pagaba con dinero, sino que los vecinos daban un vale y después Rosario tenía que entregarlo en la Cooperativa. Era muy importante, acertar con el número de pan que se cogía en la Cooperativa, pues si no había lo suficiente Doni tenía que coger el caballo y volver a la panadería para recoger los que faltaban y volver a repartirlo; el pan sobrante se devolvía a la panadería, por la mañana se calentaba y eran los primeros panes que ponían a la venta.
Me contaba mi cuñado “Chea”, que las personas que venían con sus compras de la Cooperativa tenían que pasar por el fielato que había una vez pasado el río Tejas, por el puente que hay a la altura de la fábrica. Allí había una caseta en la que estaba Genio, “el de los Consumos”, que cobraba una cantidad por lo que se pasaba. Al parecer era muy frecuente que los vecinos trataran de evitar este pago, por tanto subían por la zona del matadero a Posajo. El problema era si te cogían. Pero era un riesgo que la gente estaba dispuesto a correr.

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