20 febrero 2020

EL QUIOSCO DE COSIO

Antes de entrar a hacer referencia al quiosco Cosio, vamos a ver lo que nos dicen las Actas municipales sobre los quioscos en esta zona. Es cierto que existen referencias a quioscos en otras zonas, como puede ser la plaza de la Constitución, que en aquellos momentos, 1933, recibía el nombre de plaza de Pablo Iglesia, pero ahora solo nos interesan las que se refieren a la zona de nuestro trabajo.
Tenemos que irnos a las Actas de 1932, para observar que en mayo de dicho año, hay una instancia de Fernando Pérez Rasilla, para la ampliación de un quiosco que tiene solicitado por César Varela, para destinar una parte de dicha construcción a la venta de correos y tabaco y, la otra, para venta de periódicos y revistas. La Corporación le exige presenten el lugar de la obra, la cabida de los terrenos y el croquis de la misma. Ambos peticionarios así lo hacen pero, al mismo tiempo, solicitan las condiciones de dicha concesión.
Todos están de acuerdo en dicha concesión, que se hará por un plazo de 10 años, dejando claro que no se puede trasladar dicho arriendo a ninguna otra persona sin autorización de la Corporación municipal, y fijando un precio de 0,50 pesetas diarias pagaderas a mes vencido para cada uno de los contratantes. En este punto surgen algunas diferencias pues dos concejales, Fernández Ugarte y Fernández Antolín, consideran que el precio es elevado y proponen un precio diario de 0,25 pesetas a cada uno de ellos. Todos, salvo el concejal Sainz García, que lo es Hacienda, deciden autorizar con estas condiciones la construcción el quiosco en la plaza situada frente a la Estación de ferrocarriles.
Cuando pregunto a familiares de alguno de los peticionarios de dicha concesión no lo tienen muy claro. De hecho, Carlos el que está al frente de bar del Casino Buelna, y que es nieto del César Varela, en un primer momento me comenta que no tiene conocimiento de ese dato. Cuando días más tarde me pongo en contacto con él, me indica que es posible que sea así, pues se acuerda que su tío César le contaba que siendo joven, cuando salía de la escuela, su padre le enviaba a él y a sus hermanos a repartir los periódicos.
Ya hemos visto que el quiosco había estado normalmente en la otra zona de la vía y que no tenemos muy claro cuando pasó a esta zona, lo que sí es claro es que en 1986 la familia Cossio obtuvo el traspaso de Pablo Turiel (un gran amante de los bolos) y Cándida Buenaga, que a su vez había obtenido el traspaso de Julia Turiel, hermana de Pablo, y que era la que había estado trabajando en el quiosco del otro lado de la vía.
En cualquier caso, yo siempre he creído que anteriormente en este mismo espacio estuvo presente un puesto de helados regentado por Lipe el Confitero y su esposa. La gente me decía que no lo tenían claro, afirmaban que no, allí siempre había estado Julia. Pregunte a Felipe, el único hijo de Lipe el Confitero que sigue viviendo en el pueblo, y efectivamente me dijo que si, sus padres habían tenido allí un puesto de venta de helados y golosinas; me dijo la fecha aproximada, pero tenía dudas. Apoyando más está confirmación, mi hermano y mi cuñada me enseñaron una foto de lo que en principio era el quiosco de Julia. Mirando más detenidamente la foto podemos sacar las siguientes conclusiones. El quiosco era de metal, con abundantes cristales y, lo más importante se observa el letrero de “HELADERIA An…”. La foto no saca todo el letrero, pero lo que sí está claro es que estamos ante una heladería. Además en uno de los cristales de puesto de helados aparece un anuncio de helados Camy, que todos los de aquella época hemos conocido.
Podemos concretar más la fecha, es posible, pero difícil. Mi cuñada, Lines, trabajó en la Fonda Buelna, entre el año 1969 a 1973, la foto está hecha en el día de San Cristobal y, por otro lado al lado del quiosco existe una cartelera en donde se anunciaban las películas que proyectaban en los cines que había en aquella época, pues bien, en cartel se anuncia la película “Ajuste de Cuentas” del director Helmut Asheley, que se filmó en el año de 1966. No he podido descubrir que año se proyectó en España, pero parece evidente que entre 1969 a 1973, años en los que parece claro que el quiosco estaba regentado por Felipe y señora.
A partir del año de 1986, el quiosco pasa a ser titular de Adela Fernández, a nivel burocrático, porque toda la familia va a poner su granito de arena para que el negocio vaya a adelante, como sucedió. De hecho toda la familia participaba en el trabajo del quiosco con división del periodo de funcionamiento.
La apertura del comercio era, normalmente de 5 ó 6 de la mañana a las 2:30 de la tarde. Después era la hora de la comida. Se volvía a abrir de 4 de la tarde hasta las 8. Aunque la realidad era otra muy distinta, pues por la mañana, Eduardo solía abrir primero y por otro lado, Adela su mujer, se quedaba mucho más allá de las 8 de la tarde, preparando las devoluciones o revisando facturas y limpiando el interior; además siempre había algún retrasado que venía a comprar, no se podía perder la oportunidad. Por otro lado, era habitual que Eduardo abriese a las 4 de la tarde, pero no permanecía en el quiosco, sino que se iba al bar de Angelín, situado al otro lado de la calle, y se ponía en la mesa que había en la ventana. Allí jugaba a las cartas con su compañeros y, al mismo tiempo, observaba si venía algún cliente, si así sucedía, dejaba la partida, sus compañeros esperaban, el atendía al cliente, y regresaba a la partida. Había que aprovechar el tiempo: trabajo, diversión y mantenimiento de amistades. Así era Eduardo.
Los sábados y los domingos, el horario de apertura y cierre era distinto. Se abría de 7 a las 14:30 horas.
Por otro lado, la venta no solo se hacía en el quiosco, era habitual que a la 11 de la mañana se iniciase el reparto de la prensa por los bares, reparto que, como no podía ser de otra forma, se hacía en bicicleta, el sistema de transporte básico en el pueblo.
Pero ¿qué se vendía en el quiosco? Lógicamente, el producto que más se vendía eran los periódicos: básicamente, el periódico que tenía más aceptación en la zona era El Alerta, seguido por el Diario Montañés. Ambos eran periódicos diarios. Los corresponsales de estos periódicos en el pueblo, fueron cambiando con el tiempo, pero no podemos olvidarnos de Villamuera, de Nacho Cavia, de Paulino Laguillo, de Manoly y algunos otros como G. Quijano. Todos ellos residentes en el municipio. El lunes no se publicaba ni El Alerta ni el Diario Montañés, lo que se publicaba era un periódico denominado Hoja del Lunes.
De los periódicos uno que tenía una buena venta era El Caso, periódico en que se dedicaba a transmitir informaciones relacionadas con noticias de muertes, asesinatos, robos, etc. Una noticia que se siguió con gran interés fue el asesinato de una chica en Silió.
La llegada de los periódicos al quiosco variaba atendiendo a su origen. Así, el Alerta y el Diario Montañés venían de Santander en una misma furgoneta, solían llegar hacia las tres de la mañana. No se dejaba en el quiosco, sino que lo dejaban detrás de la puerta de la pensión Buelna. No debemos olvidar que Angelín tenía que llegar pronto al negocio, pues había que tener todo preparado para cuándo llegarán los obreros que entraban a las seis. En aquella época Angelín vendía también periódicos para los que iban al bar, no podía hacerlo pero lo hacía, solo el Diario Montañés, no el Alerta; si alguno de los obreros quería un Alerta, Angelín lo cogía y lo vendía y cuando venía Eduardo, le daba el dinero de los Alertas vendidos.
Los periódicos nacionales, que venían de Madrid, se transportaban el Correo, llegaba a la estación de Los Corrales hacia las 7 de la mañana y allí había que ir a recogerlos. Más adelante los periódicos se transportaban en furgonetas que llegaban hacia las 8.
¿Qué pasaba con los periódicos que no se vendían? Dependía de su procedencia. Si venían de Madrid, como el ABC, El País o El Mundo, no se devolvían. Lo que se hacía era recortar el nombre del periódico situado en la portada, y después se metían en un sobre y se enviaba a cada una de las redacciones. El resto del periódico podía ser vendido por el dueño del quiosco, al peso para su reutilización. Si el periódico era de la provincia, se devolvía íntegramente, pues los recogían quienes venían a traerlos.
Además, también se vendían novelas del Oeste, aunque lo más habitual era el préstamo de dichas novelas a cambio de un pequeña cantidad de dinero, tenías un tiempo para leerla, y cuando lo habías hecho, la devolvías y podías acceder otra, previo pago de una pequeña cantidad. ¿Quién no ha leído una novela del Oeste de Manuel Lafuente Estefanía?
No era una venta muy importante, pero el tabaco estaba también el quiosco a satisfacción de los clientes mayores, y golosinas para los niños, los chupa-chup, los chicles, el regaliz; también estaban los cromos de futbol y de otro tipo; no nos podemos olvidar de los famosos TBO, El Capitán Trueno, El Jabato, etc.
En fin, el quiosco de Cosio y familia, era una fuente de ingreso segura para la familia. En ello incidieron dos elementos fundamentales, por un lado el esfuerzo de Eduardo y Adela, así como sus cuatro hijos; y por otro, la extraordinaria localización del quiosco, al lado de la estación, al lado de la parada de la “línea”, de los taxis, de las fábricas…
En definitiva todo era favorable, pero las cosas cambiaron. Se comenzó a hablar de la supresión de las barreras del tren, de pasar la carretera por debajo de la vía y, por último llegó la información de que el quiosco iba a ser derribado. Ante esta situación no quedó más alternativa que abandonar la zona y olvidar tiempos pasados, y con la experiencia adquirida, trasladar el quiosco a donde está actualmente hoy, donde uno de los hijos de Eduardo y Adela, Pablo sigue, con esposa Ana, el camino iniciado por sus padres y sus suegros, respectivamente. Habían pasado 20 años, en 2006 se finalizó una etapa y comenzó otra.

1 comentario:

  1. Juan Manuel Campuzano Gómez8:37 a. m.

    Una puntualización a este gran escrito. El primer quiosco que conocí, fue el regentado por Julia, que la llamaban la "papelera", y estaba situado en la parte este de la actual bolera de la Rasilla, que creo que es al que se refieren en primer lugar. Este era un recinto a base de ladrillo, acabado de tirolesa y una cubierta con aleros en toda su superficie.con dimensiones de 4x4 metros aprox. La cubierta no sé si era plana o de otra manera. Tenía nun gran hueco que se cerraba con tableros para el despacho. Este lugar creo que lo explotó su cuñado, antes de pasar al que se hizo enfrente del bar de Angelín.... Donde Julia compré mis primeros cromos, los maestros y la familia me mandaban a comprar el periódico. Y recuerdo una anécdota, por un periódico de Madrid, del quera un servidor portador, creo que era el ABC, entonces, los maestros se enteraron de la muerte de Dn. Gregorio Marañon (año 60), ilustre personaje de la época y recuerdo que creo rezamos por él. También recordar como corresponsal, de los periódicos de Santander entonces, sin duda el más importante y fantastico personaje..., Dn. Felipe Lucio (Capeli), una eminencia y de hecho una enciclopedia de nuestra Valle. Nuestro recuerdo para él, como persona y como cronista-escritor inigualable, y que los hijos donaron su legado al Ayuntamiento de nuestro pueblo, y agradecerlo por ello. Si he cometido algún error pido disculpas y me corrigen. gracias.

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