Es curioso que nuestro amigo José Salas, a través de su blog Valle de Buelna lleve mucho tiempo escribiendo y trasladando información de nuestro pueblo, para los que nacieron aquí y siguen viviendo en el pueblo, para los que nacimos en el pueblo, luego por cuestiones de la vida tuvimos que desplazarnos fuera y con el tiempo regresamos y, sobre todo para aquellos que nacieron en el pueblo, tuvieron que salir fuera por motivos diferentes, pero que han rehecho su vida y difícilmente van a volver. Tienen su vida hecha en otros lugares.
Pero todos siguen apegados a su pueblo a través de su infancia y juventud. De hecho en algunas ocasiones, esos corraliegos que están fuera de su pueblo, escriben a José para señalar los acontecimientos de sus vidas, su infancia, juventud y su progresión de tipo profesional. Ves como las gentes han ido evolucionando y progresando. Una buena idea.
Hace no mucho, otro de los vecinos de Los Corrales, Pey Campuzano, residente desde hace mucho tiempo fuera del pueblo, pero a la vez siempre unido a él, preguntaba si nuestro pueblo no existían mujeres que hubiesen salido del pueblo y estén dejando su impronta en algún lugar de España u otros lugares del mundo.
La verdad es que sí, hay muchas mujeres, que han salido del pueblo, para hacer sus carreras, y que actualmente están en otros lugares ejerciendo su profesión de manera positiva. ¿Quién no se acuerda de Olga Conde, actualmente en la Universidad de Santander; de Esther Fernández, a la que tuve la suerte de dar clases y que ahora está ejerciendo su profesión en Irlanda; Matilde Escudero Polanco, originaria del pueblo y que actualmente está en Madrid ocupando un puesto relevante en una empresa nacional; no podemos olvidarnos de Susana Mediavilla, a quien tuve el placer de dar clase en el curso 1987/1988 en el entonces IES. Javier Orbe Cano y que ya destacaba y que ha seguido ascendiendo en la empresa donde ejerce su oficio. Podríamos referirnos a más personas femeninas, que han realizado enormes cosas por su pueblo, sin haber salido nunca de él. Nos podríamos referir a Josefa Peña, más conocida como “Fita”, la gran impulsora del movimiento contra el cáncer, que se fue consolidando en el pueblo. No estaría demás hacer una pequeña reseña de su vida y su esfuerzo para sacar adelante “su” lucha contra el cáncer.
Mientras tanto, es curioso que cuando uno accede a revistas que se publicaban en el pueblo, podemos observar referencias o escritos sobre personas que si bien no ocuparon elevadas fuentes de conocimiento ni de poder, jugaron un papel importante en nuestras vidas por ser quienes nos nutrían de cosas que necesitábamos y con las que disfrutábamos. ¿Quién no se acuerda de Camila, aquella mujer que se ponía a la entrada del Cine Coliseum, con su mesa plegable, cubierto con una tela blanca, y en la que se distribuían golosinas para los que entrabamos en el cine? ¿O de Goya que tenía su pequeña tienda en al lado del Cine Buenos Aires, donde comprábamos golosinas, y si íbamos a la sesión de la noche, cogíamos el bocata para cenar? ¿Quién no se acuerda de Pedrito, hijo de Chuchi en la que comprábamos “cuches”, cromos, revistas, etc., y que se iba con su bicicleta por los pueblos vendiendo lotería? ¿Y de Marquitos, aquel que vendía periódicos y que demostró que era posible ser autónomo a pesar de tener algunos problemas desde niño? El fenomenal Marquitos, al que todos conocíamos, y más aquellos que vivimos nuestra infancia a su lado, allí en el barrio de Los Millonarios. Y da la casualidad que en ese mismo barrio, a muy escasos metros de Marquitos, estaba otra persona de gran relevancia en nuestro pueblo, él siempre comprometido con la música, Bruno. Los de Los Millonarios estamos muy al corriente de los logros de Bruno; pero seguro que los que más recuerdos tienen sobre Bruno serán todas las agrupaciones musicales que surgieron en la esa época en Los Corrales. Y qué decir del papel que durante mucho tiempo desempeño en la Peña Tarumbo. Creo recordar que cuando Bruno nos abandonó, se publicó algo sobre él en el blogs de José Salas. ¿Quién, de los de nuestra época, no se acuerda de Ina, aquella “vieja señora” que vivía en el barrio de La Aldea, y que por cuestiones de la vida, muchos la “tomábamos el pelo” y la hacíamos todo tipo de barbaridades. Hoy no lo admitiríamos, en aquellos momentos parecía ser algo normal. Ella tampoco se quedaba corta y cuando pasabas por la zona, tomaba sus armas dialécticas y, por qué no, también alguna piedra y nos tiraba “morrillazos” a los que pasábamos por allí. Con el tiempo, creo recordar que Ina, pasó sus últimos años en Asilo, esperando a aquel guardia civil, amor de su vida, al que siempre se refería.
Hay otras personas a las que se les ha reconocido su aportación al pueblo. Quien no se acuerda de Maruchi, de Maruja Méndez, las que jugaron un enorme influencia desde su actividad en la memoria del pueblo.
Es cierto que muchas personas sobresalieron entre el resto de los vecinos, por distintas cuestiones, todos hicieron distintas aportaciones a la “historia” nuestro pueblo, pero solo algunos han recibido el reconocimiento de los vecinos y a otros se les ha plasmado en papel escrito su paso por el pueblo. Otros en cambio se quedan en la memoria de cada vecino, pero poco a poco esa memoria va desapareciendo y con el tiempo se olvida su paso por el pueblo.
No es el caso de Julia la del quiosco, aunque parece que también se la conocía como Julia la papelera. De hecho gracias a Maruja Méndez, y la revista que ella puso en funcionamiento con el nombre de Comunidad en Marcha, concretamente en el nº 83, que salió a la luz en el año 1985, se dejó constancia de su paso por el pueblo. Si no os parece mal, vamos a recordar aquella persona que nos surtía de golosinas, de chistes -ahora hablamos de “comic”- de novelas, o de periódicos. Vamos a ello.
JULIA LA PAPELERA…
Diario de una vida… el de Julia Turiel García, la popular Julia, “la papelera” Desde los 12 hasta los 63 años, vendiendo periódicos, ¡cincuenta y un años! recorriendo día a día la calle de nuestro pueblo y durante algunos –en vida de su padre- se “acercaba” hasta Coó, a San Felices…
¡Cuántos kilómetros a sus espaldas! Bastante menos, pero también pesaban lo suyo, aquellas cargas a la cabeza (de hasta 30 kgs a veces) con las “cosas” del Economato para que la madre -Manuela- preparara el condumio para aquellos 13 hijos vivos de los 17 que tuvo… El padre, Teo, trabajó un tiempo en la fábrica de los “Quijanos”, pasando más tarde, de botero, a los Vinos de Macho y se ayudaba vendiendo periódicos, en cuyo menester cooperaba Julia, que era de los pequeños; los otros, en cuanto se iban haciendo mayores, a ganar el pan, dentro y fuera del pueblo, y las hijas a servir… Luego se fueron casando y desperdigando la familia, tan numerosa.
Pero hasta entonces, Julia se levantaba a las 6 de la mañana, ayudaba a la madre en alguna faena casera y salía a recoger la prensa que llegaba de Madrid, en el Correo, a las 7:30; de camino a casa, repartía lo que la pillaba de camino. En el tren de las 9, recogía lo que llegaba de Santander y ya, a hacer el reparto, casa por casa… Esperaba hasta las dos en que salían los obreros… Después de comer, hasta Lombera a seguir el reparto, continuando ruta hasta los pueblos ya dichos…
El resto de la tarde lo empleaba en ayudar a la madre, bien yendo a recoger “escarbilla” por la “Güera” (carbón sin quemar totalmente, de la fábrica) o por la vía (del tren). O lavando la “mugre” de los buzos de los hermanos (seis varones) que iba que ir a aclarar al “Muriago” (En el Puente de la Botica y otros muchos lugares, era estampa de cada día, las mujeres lavando en el río en sus banquillas –especie de cajoncitos donde se arrodillaba la lavandera para no mojarse, con una tabla delante en que frotar la ropa) o “emplantillando” calcetines: se “echaban” punteras y plantillas cuando el calcetín ya no admitía más zurcido, prologando su duración; también se remendaban las sábanas, hasta casi desaparecer, el tejido primitivo.
Pero como jovencita, le gustaba sonar y se quedaba leyendo, al acostarse, a Corin Tellado o las novelitas de “Pueyo”, que ella misma vendía ya. Cuando su madre veía la luz encendida mucho rato, la decía: “Apaga esa luz, que se gasta mucho” y ella, creyendo engañarla, hacía ruido con las tijeras y dedales, como si cosiera…
Por las manos de Julia, pasaron miles de ejemplares de “El Cantábrico”, “El Pueblo Cántabro”, “La Región”, “El Diario”, “La Hoja del Lunes”, más tarde “Alerta”, y algunos de Madrid, como “ABC”, “Pueblo”, “Ya”. Después revistas, chistes…
Cuando empezó, se vendían a 5 cts. y en escala ascendente: a 10, 15 cts., a real, dos reales, 60, 80 cts., a peseta, así hasta las 6 pesetas en que ella lo dejó por razones de salud. Los últimos 22 años los pasó encerrada en su quiosco instalado en La Rasilla, luego trasladado al lugar actual, aguantando fríos y calores y las travesuras de los críos; más de una vez se encontró con los cristales apedreados a pedradas… Y aún conserva en sus brazos y piernas, señales de las caídas sufridas, cuando iba corriendo para llegar a tiempo a los trenes…
Hoy viven, descansadas, en la capital, ella y su hermana Remedios, donde leen con agrado cariñoso nuestra “Hoja”. Remedios -12 años sirviendo en Madrid, hasta que vino la guerra- intervine contándonos anécdotas, como aquella en que les robaron la matanza, que tenían curando, en la cocina ¡Menudo disgusto! ¡Y el desavío que les hicieron!
Este es el recuento de una vida de trabajo, de un trabajo corriente. (Y con poca “escuela” –sigue diciendo- por ayudar a sus padres)… Vidas silenciosas y ejemplares de las muchas que pasan desapercibidas.
Méndez
Espero que a algunos nos haya permitido recordar a aquella persona que tuvo su influencia en nuestra infancia, y para la que no la conocieran, que había personas que jugaron un papel importante en el pueblo, no porque hicieran enormes descubrimientos o ejercieran puestos importantes, sino que simplemente desarrollando un trabajo sencillo, tuvo un amplia influencia en nuestra vida, de tal forma que ahora la recordamos con alegría, saboreando el chicle “Bazoka” mientras absortos leíamos un “chiste” de Alcázar y Pedrín, El Capitán Trueno, El Jabato o el TBO. Gracias, Julia la Papelera.
José Francisco López Mora
Fíjate, en la foto, la reja de la ventana del bar "de la estación" ya existía cuando aún funcionaba el kiosco; yo pensaba que esa reja era posterior, ya casi cercana a la época del cierre del bar.
ResponderEliminarPor otro lado, Ina "paraba" mucho en casa de mis abuelos, que vivían cerca de ella, por donde el ambulatorio antiguo ("campo Silos"). Sí, Ina formó parte de mi infancia. Ahora parece mentira que alguien pudiera vivir en una casa como la de Ina (y otras semejantes, que entonces había, y que aun sigue habiendo, como las que había por detrás del bar Paca, la del "sapo")... Años después, aún vivieron otras personas en la casa que había sido de Ina.
He de dar otra vez la razón a mi pariente lejano Pey
ResponderEliminarHemos ido exponiendo de una forma u otra los que dejamos físicamente el pueblo,
cuál había sido nuestro devenir con el paso del tiempo
Curiosamente hemos sido los varones los que nos hemos vanagloriado del hecho (casi siempre fallamos) y efectivamente las mujeres de nuestro pueblo nunca han comentado nada
Un recuerdo a mi madre Toriuca la de Los Palacios,a mi hermana que en mis primeros pasos me llevó de la mano,y a las mujeres del valle por su sencillez
Sobre el el artículo de Mora, gracias, por recordar de donde vengo
Estupenda crónica de nuestro Puebluco, que nos lleva a aquéllos felices años...
ResponderEliminarNota: En su momento lo que sugerí (visto que eran más los Hombres Notables, quienes aparecían en el Blog) fue animar a los familiares descendientes y amigos... de los Personajes, Hombres y MUJERES que hubieran dejado huella en nuestro Valle... a que publicaran las biografías o hechos notables de estos. Así que, ahora, animamos a las personas que se hayan relacionado con estas Mujeres, citadas por JF López Mora, a que realicem monográficos sobre las mismas.
Respecto a la entrañable "Ina" (Ina Suegra, la llamaban los trabajadores de NMQSA que pasaban bajo su balcón, cuando sonaba "El Pito" que anunciaba las entradas a la Fábrica)...
Esta buena Señora... con una modesta pensión y soñadora enamorada de un apuesto Guardia Civil, que nunca conocimos... se ganaba la vida haciendo un importante trabajo para el vencindario: VAREAR LA LANA DE LOS COLCHONES. Tarea esta muy necesaria por higiene y que Ina realizaba con notable destreza... mientras contaba sus cuitas a las vecinas. Recuerdo con cariño muchas tardes, en el jardín (la huerta, la llamabamos) de mi casa, a Ina de palique con mi Madre y Hermanas. A mi me tenía mucho cariño y yo la correspondía con afecto y haciendo de Caballero Quijotesco cuando alguien quería reírse de ella, que no con ella.
Nota: Debemos informar a nuestros jóvenes y "jóvenas", que en aquéllos maravillosos años no existía el Colchón "FLEX" de Muelles (cuyos muelles, por cierto, se fabricaron con Alambres de la Trefileria NMQSA)... entonces, los Colchones eran DE PURA LANA DE OVEJA. Esta se introducía en unas fundas de gruesa tela y así se hacían los Colchones y Almohadas... y cada cierto tiempo (Ina era la experta que lo determinaba) había que sacar la LANA de la funda y "VAREARLA", para soltarla y suavizarla, pues con el uso, del colchón y almohada, la Lana se "APELMAZABA".
¡ Muchas Gracias por los recuerdos, Francisco !