09 febrero 2020

TRISTEZA EN EL PARQUE

El otro día presencié cómo dos chicas jóvenes entraban en un parque infantil con un niño, de unos 3 años, y un perro. Mientras una de ellas liaba un cigarrillo, la otra incorporó al niño de su silla para que usase alguno de los juegos que tenía allí a su disposición. Éste los ignoró, se apoyó en uno de los toboganes y continuó jugando con una máquina de videojuegos. Al poco tiempo reclamó su reincorporación a la silla, para seguir jugando más confortablemente. Continué mi camino y a la vuelta me encontré al niño cómodamente sentado en su silla, pero lloriqueando, solicitando la máquina de videojuegos que temporalmente se le había retirado. No tuvo más que hacer un amago de lloro, para que esta le fuese devuelta. Además de esto, pude comprobar cómo el perro hizo sus necesidades sin que ninguna de las dos chicas lo recogiera.
Seguro que este niño irá a algún colegio donde los padres pretenderán y exigirán que sea el maestro el que inicie la, casi seguro imposible, misión de educarlo porque, a mi entender, esa educación le va a llegar al niño, como mínimo, con 25 años de retraso.
A. José Salas, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.