Guillermo Álvarez Roces fue coadjutor de la parroquia de Los Corrales durante los años 60-70, y persona destacada en la música y la cultura, y en cierto modo también en la política, aunque sobre todo fue apreciado, y es recordado, por sus prodigiosas realizaciones en la técnica y en la artesanía, campos en donde sus logros podemos decir, sin duda ninguna, que fueron de nivel mundial.
De origen asturiano, su vida podría dividirse en cuatro periodos: cura en Seña, coadjutor en Corrales, profesor de manualidades en Torrelavega (colegio de La Paz), y su etapa final con su familia en Madrid. En Corrales, su casa fue la que ocupa la esquina del colegio de La Salle, orientada a la parroquia, vivienda que entonces tenía un jardín, donde ahora está la bolera. Vivía allí con su madre, Doña Germana, y por allí veíamos también a veces a sus hermanas. Eran los años en que estaba de párroco Don Miguel.
Como cura, es seguro que no fue apreciado igualmente por todos. Quizá lo fue más por aquéllos que preferían una misa breve (los obreros de la fábrica, por ejemplo, donde celebraba misa muy de mañana), pues la ventilaba en 20 minutos; pero a otros no gustaría tanto que, en un alarde de inocencia, se le ocurriese comparar a la Virgen con un cerdo para dar idea de su total falta de desperdicio. Si llamaba un pobre a su casa y lo invitaba a entrar para comer, puede parecernos detalle de buen cristiano, pero su colaboración con la Hermandad de Obreros de Acción Católica le valió algunas animadversiones, y algunas incomprensiones o tergiversaciones, según él dijo, que le trajeron momentos de cierta amargura, en un crescendo que llevó a que, a mediados de los 70, y tras la aparición en alguna pared del pueblo de pintadas como "No queremos curas rojos", el obispado optase por apartarlo de la parroquia. Y pasó así a trabajar, y vivir, en Torrelavega. Pregunté por Don Guillermo a Don Acilino, en los últimos años de vida de éste, y comprobé que su opinión no era favorable, pues lo juzgaba -comprendí- al fin y al cabo como sacerdote, pareciéndole inadecuado que sus actitudes y acciones cotidianas causasen más división que unidad en la acción pastoral. Recuerdo, por cierto, que Don Guillermo fue el primer cura que vi sin sotana. Y asimismo me manifestó, Don Acilino, que a Don Guillermo no le correspondía haberse dedicado tanto "a mecánico". Ante esto pienso yo que, quizá, para algunos miembros de la jerarquía eclesiástica la primera misión de un cura es traer almas al rebaño, y Don Guillermo era demasiado comprensivo con los distintos, y demasiado secular en todas aquellas ocupaciones tan, digamos, renacentistas, que tanto le ocupaban. Ello, aparte del peligro de deslizamiento hacia el marxismo, claro. Como a mí eso no me importaba demasiado, ya que él me gustaba precisamente por "renacentista", y en lo político o sindical era yo demasiado joven para tener parte, mi recuerdo de Don Guillermo es grato. Como creo que el de mucha gente.
Todo el mundo sabe que hacía portentos en mecánica, en electrónica, carpintería de miniatura, modelado... Que construía trenes a escala cuyas máquinas funcionaban con vapor real; telescopios que giraban solos siguiendo los astros; relojes de estilo suizo con muñecos que daban la hora y hacían movimientos inverosímiles (Fernando Ojínaga me dijo que aprendió el oficio de relojero con él); cristales ópticos que pulimentaba a la antigua usanza (lo cual le causó posteriormente una grave enfermedad); máquinas con las que él mismo se fabricaba los engranajes... Todo el mundo sabe, sí, que ignorábamos de dónde sacaba tan variados e idóneos materiales para fabricar lo que tenía en mente, ni de dónde el tiempo para todo ello, por mucho que acortase la misa. Sabe también todo el mundo que a él se acudía para arreglos de aparatos especiales, empezando por el reloj de la iglesia, pasando por cerraduras atascadas y acabando por el órgano de la iglesia, que él también tocaba, por supuesto (así como la armónica, que tocaba a dos voces simultáneas); y sabemos que dirigía un coro, daba clases de música, sabía mucho de arte japonés y papiroflexia... Y que escribió una novela de ciencia-ficción, de la que sabe Teodoro Arnaiz, que sobre Don Guillermo habló, hace ocho años, en Radio Buelna FM.
Pero, aparte de todo eso (que no es poco) a veces me he preguntado qué era exactamente lo que encontraba de especial en aquel hombre, y que hoy día me sigue llamando la atención. Porque sin duda eran singulares sus obras, sus miniaturas, sus inventos, pues eran cosa que no se ve. Pero, aun encontrando en ello el valor de lo increíble, la marca de un superdotado, creo que hay que decir que era un hombre de gran finura, una persona de sensibilidad, adelantado a su tiempo -recuerdo que, ante mis experimentos con animales, me dijo con gran tacto que "no, hombre, a los animales hay que amarlos..."-, con un gusto estético propio del "gran arte", exigente en los más mínimos detalles; una persona cuyo pensamiento volaba alto, que veía muchas cosas y matices donde los demás sólo veíamos una sola y borrosa; y que, al menos en ciertos campos, no sólo en el de la técnica, se me ocurre que habría dado grandes frutos si en sus manos se hubiera dejado, por ejemplo una concejalía o una consejería, o un puesto en la educación, en la educación artística pero también en otras áreas, donde pudiera influir en muchos, más allá de las estrictas manualidades. Y eso que, según dicen, un don que no tenía era el de la facilidad de palabra.
Pero también estaba otra cualidad que acertó a perfilar Teodoro Arnaiz, en el que creo fue el momento más inspirado de su intervención radiofónica; y es, diríamos, el amor a las cosas en sí mismas. Don Guillermo, efectivamente, se esforzó mucho, por construir objetos y por hacer el bien a las personas, dejó muchas obras y muchas semillas, sin esperar nada a cambio, "por eso fue feliz" dice Teodoro; porque actuaba sin esperar resultados ni gratitudes, parece que no por mandato evangélico sino porque era su forma de ser: hacía las cosas simplemente porque eso era lo que le gustaba, o porque era eso lo que correspondía hacer, a la manera del artista o del reformador. Y, aunque he mencionado antes lo de la amargura, cierta amargura o desazón (claro que era humano), había en él ese componente angélico, infantil quizá -pero los genios tienen ese componente, estudiado por Howard Gardner, que no se acierta a describir con parámetros usuales-, componente quizá definible como un dejarse fluir, llevado por la inspiración y por el "deber ser", como engranado en una armonía panteísta, de modo que el futuro no importa demasiado porque se confía en que todo está conectado, y el tiempo, al fin y al cabo, no existe. De manera que es igual de importante la motivación que el producto.
Algunos definirían a Don Guillermo como una persona poco realista, inmadura, y que se refugió en sus juguetes, huyendo de los conflictos; un hombre a quien su madre le ponía el contrapunto del contacto ajustado con el mundo; podría ser, en cierta medida. Pero también es verdad que, como dice la fábula de Nasrudin, las consecuencias últimas de las cosas nunca sabemos cuáles van a acabar siendo, y por eso, manteniéndose dentro de una actuación inteligente, es mejor no guiarse por cálculos estrictos de inversión y beneficio. No digo con esto, por otra parte, que fuera la única persona en el pueblo que actuaba así.
En fin, personalmente puedo decir, no sé si porque mis aficiones y temperamento son similares a los suyos (salvando las distancias, claro), que es de las pocas personas con las que me habría gustado haber tratado más, haber hablado de esto, de aquello... Así que Don Guillermo es, digamos, una de las personas a las que echo en falta.
Así que guardo como oro en paño esta cariñosa dedicatoria:
Otros enlaces vinculados:
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Don Guillermo, con otros participantes en la exposición de arte, artesanía y mecánica que tuvo lugar en el colegio de La Salle a finales de 1958 |
3 comentarios:
Yo fui uno de los que asistió a sus misas en la fábrica. Efectivamente, duraban 20 minutos y las hacía a las 6 de la mañana, para que el relevo que había trabajado de noche no tuviese que ir a misa y pudiese dormir la mañana, porque entonces no había misas por la tarde. También hay que reconocer que las mismas debías ser breves, porque los autobuses que desplazaban a los trabajadores a sus destinos esperaban has las 6:30 y había que procurar que no dejasen a ninguno en tierra. Por cierto recuerdo que también solían asistir cazadores, que antes de ir de caza, iban a misa, para cumplir con la obligación religiosa. Eran en un local reducido y todos la oíamos de pie, apoyados contra la pared, alrededor de la sala, porque si nos sentábamos fácilmente nos quedásemos dormidos. Lo que sí es cierto que dormidos totalmente no estábamos, pero aún estando de pie dábamos cabezadas. En una ocasión, a uno de los asistentes, en ese estado de semisomnolencia, se la cayó la fiambrera y casi nos mata del susto, porque nos despertó a los demás sobresaltados.
En otra ocasión se rompió un engranaje un poco especial y no habiendo repuesto, se tenía que pedir a Alemania. Mi jefe me comentó que si no tenía yo la suficiente confianza con D. Guillermo para pedirle un favor y al decirle que sí, me dijo que si podría hacernos él el engranaje. Al día siguiente estaba puesto en la máquina, a coste cero, porque no quiso cobrar nada.
Una vez más suscribo lo dicho por palacios...
Yo a D. Guillermo lo adoraba. Él fue quien sembró en unos cuantos jóvenes de la época: Juanma (Hopo), Paco Rivero, Pey Campuzano (todos ellos miembros de Los Boys, El Capi (fundador junto con Fernando Campuzano, Urreta,etc, a su manera de Los Guantes Rojos), yo mismo, fundador de Los Duques......
Vamos, que Don Guillermo fue, lo que se dice ahora, un "crack" en muchas cosas pero también, y eso no queda muy claro en el artículo, en la introducción a la música en nuestra generación.
Es cierto, y no debemos olvidarlo, que los hermanos de La Salle vinieron a complementar este embrión, sobre todo el hermano Antonio (Minuto). Él fue quien también dirigió la rondalla. Unos, como Paco Rivero, Capi, F. Campuzano y alguno más, ya veníamos "aprendidos" por Don Guillermo, pero el resto, lo aprendieron con el hermano Antonio.
Quería comentarlo en honor y memoria a este "cura rojo" que decían y que, posiblemente, lo único que tenía de verdad, era su amor a los pobres y necesitados preconizado con ello la igualdad entre los ciudadanos. Yo, recuerdo, que Don Miguel estaba más orientado a las clases altas (dirección de Quijano, ingenieros, maestros, etc). Don Guillermo a los ciudadanos de a pie.
Cada uno era bueno en su papel, no seré yo quien critique o ponga uno por delante de otro.....
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