25 julio 2020

DUELO Y REFLEXIÓN

Con el homenaje a las víctimas del coronavirus, por momentos daba la impresión de que estábamos dando por supuesto que las muertes habían cesado ya, y que no habrá otra oleada. Claro que en algún punto había que hacerlo, supongo. Más filosóficamente hablando, tales rituales parecen llevarnos a creer (quizá es su función) que a los muertos los recordamos desde nuestro “mundo de los vivos”, como si fueran una especie de minoría. Pero este mundo, realmente, no existe. Como corderos que se aprietan, nos evitamos ver que no hay pertenencia, que no hay ningún “mundo” que nos dé soporte con su sustancia y seguridad. El mundo en que creemos vivir es como una isla, pantanosa, en medio del océano. Somos “nosotros” (un nosotros que no tiene base, una ficción precaria con la que cada uno se arropa) los que somos minoría: los muertos (los pasados y los futuros, disueltos en una nada indiferenciada) son muchísimos más que los ahora vivos. Un “ahora” que tampoco es real, ya que todos, uno a uno, estamos desapareciendo continuamente; hasta que algún día nadie haya para acordarse de la humanidad. 
Adolfo Palacios, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.

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