Antaño no existía eso de "se me fue la pinza". Uno era culpable de las cosas o no lo era. A lo sumo, te podías despistar. Ahora parece que está bastante aceptado, eso de no sé qué pinza. Así, hemos ideado un medio para que, ni seas culpable, ni lo sea otro; la responsabilidad se traslada a un agente externo, una especie de homúnculo. Lo cual educativamente es malo, claro, ya que la volición alcanza su temple por el ejercicio. Por supuesto que no vino mal que Freud denunciara los abusos de la culpabilidad, pero obviamos que eso no estaba igual de extendido en todas las culturas: las había más proclives a la laxitud. Por eso J. A. Marina debió escribir después "El misterio de la voluntad perdida" (1997). Y es que, olvidar las distancias en la clausura del hospital del Ifema, no es grave, si se te va la pinza... Después, otros seguirán tu proceder, y nadie encontrará ya la salida a este laberinto. Nadie, mientras la culpa sólo se use para sentirla, por ejemplo, por no ir vestido a la moda.
Adolfo Palacios, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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