Gente que se vacuna sin corresponderle, sólo porque está en una posición de ventaja y no hay quien se lo impida, es síntoma de una profesionalidad casposa, incapacitada; a la que estamos demasiado acostumbrados, por cierto. Y que deriva en corrupción, abuso de poder, amiguismo. No por exceso de ambición, no por cinismo, por egoísmo, sino sobre todo por falta de algo: de amor a la igualdad y de habilidades sociales. Concepto que no todos entenderían, pues es más bien estético que ético, y actúa como pieza natural en un modo de vivir, a diario, en el que uno presupone que estamos todos en una misma tarea; la injusticia desentona ahí. Tengo por seguro que esa actitud es más abundante en unas sociedades que en otras; pero ello no significa que quien así viva sea más bueno; pues ese sentir puede coexistir con maltrato a los hijos, con rechazo a lo foráneo, racismo... La moral va por compartimentos, y la posesión de una virtud no tiene por qué estar originada en la sabiduría ni en el deber, puede ser meramente casual. En cualquier caso, no podemos tener sociedad democrática sin un sentimiento como ese, que para el servicio al público resulta esencial.
Adolfo Palacios en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
No hay comentarios:
Los comentarios nuevos no están permitidos.