Hace unos años estuvo un alemán reparando el órgano de la catedral de Santander. En los ratos que había pasado allá arriba en el coro, había tenido ocasión de comprobar el comportamiento de la gente durante las misas y los eventos de música. Le habían llamado la atención dos cosas.
Una de ellas era que, cuando había mucha gente en las celebraciones, hay en la catedral unas sillas plegables que están disponibles en la parte de atrás, sillas que la gente puede coger libremente; le llamó la atención que, según iba cogiendo sillas la gente, no las colocaban estratégicamente para que, después, los siguientes que llegasen con su silla, pudieran encontrar acomodo, sino que cada uno parecía poner su silla allá donde mejor le venía, como si después no fuera a llegar nadie más. Desorden o falta de planificación en la colocación de las sillas.
Y también le llamó la atención la gente al rezar, al recitar las palabras de la liturgia: no procuraban cuadrar las sílabas con las de los demás, recitando como conjunto, sino que cada uno rezaba a su aire, y por eso las frases no tenían un final definido, sino que se iban desvaneciendo poco a poco. Falta de ritmo en el rezo comunal.
Por eso concluía que, en Alemania, las misas tenían lugar bajo un mayor sentido de conjunto, y que la vida social en general era así, aunque se lamentaba de que, entre la juventud, ese sentido de colectividad había ido a menos.
Se lo comenté a la maestra de religión de mi colegio, que me dijo que, en efecto, en Alemania la gente iba a misa "como pueblo", en tanto que en España iba "como uno solo", con independencia de que allí fuera a encontrarse con más gente. Eso se manifestaba en la organización o falta de organización, que, según yo veo, no tiene por qué basarse necesariamente en criterios de eficiencia práctica, sino que puede reflejarse en criterios estéticos; de este modo, si se reza en conjunto, se procura rezar de manera "coral", para un Dios al que nos dirigimos como conjunto y tratamos de esforzarnos en presentarle algo que tenga una forma definida, que sea bonito, no hecho de cualquier manera y como por obligación. Éste sería, a mi modo de ver, el punto de vista centroeuropeo, o nórdico, o anglosajón: tratar de hacer entre todos algo que se vea que no es cualquier cosa, sino que lleve la marca de una voluntad, de una dignidad.
Por supuesto, cuando la congregación canta, el resultado es más concreto y esta filosofía se plasma más claramente.
Vino a mi memoria que alguien me dijo, en los años setenta, que en el País Vasco la gente en misa cantaba, y cantaba bien, a varias voces.
Lo curioso es que ése es, más o menos, el recuerdo que yo tengo de las misas de mi infancia, cuando era creyente. Seguro que habrá algo de idealización en ello, cuando no de vivencia ensoñada por parte del niño musical que yo era, pero me gustaría oír el testimonio de personas mayores que yo, y que me dijeran si en la parroquia de San Vicente Mártir, en los años sesenta, la gente rezaba como conjunto y cantaba como conjunto; que me dijeran si las cosas se hacían, en aquel pueblo, bajo un mayor sentido de conjunto.
Lejos de mi intención, como he señalado, pretender una idealización del pueblo en sus años pasados; lo que me interesa son los fenómenos sociales en general. No cabe duda de que, si hubo mayor sentido de conjunto en el Corrales de mediados de siglo, el "nacionalcatolicismo" tuvo algo que ver, así como la exclusión (y autoexclusión por miedo) de la vida pública de algunas personas. Habría que investigar si existía una convivencia más armónica en el pueblo en aquella época, que luego se rompió con los acontecimientos laborales, sindicales y de otra índole (además de por la influencia del concilio Vaticano II, con sus adelantados y sus rezagados), o ya desde el comienzo la "armonía" estaba reducida a unos ambientes sociales bien concretos en tanto que otros, igualmente corraliegos, hacía desdén o iban por libre. Trabajo para sociólogos.
Adolfo Palacios
No hay comentarios:
Publicar un comentario