27 febrero 2023

OTRAS ACTIVIDADES

En fin, estas eran las actividades a las que nos dedicábamos, jugar, desplazarnos por el monte, intentar bailar en las romerías y verbenas de los pueblos de la zona, coger pájaros, jugar partidos de futbol, etc. etc. Pero había otras actividades más tranquilas, pero en las que participaban muchos de los chicos y chicas del barrio.
La lectura. Es cierto que nos gustaba mucho jugar en la calle, pero el invierno era largo, duro y las noches muy largas. Todo ello hacía que dedicáramos parte de nuestro tiempo libre a la lectura. ¿Grandes libros? ¿Nobel de Literatura? ¿Premios Planeta? La verdad es que no. Lo que nos gustaba era leer los famosos “chistes” o “tebeos”, ahora posiblemente la gente los denomina los “comic”, pero para nosotros era los “chistes”. Era habitual preguntarle alguno de amigos del barrio: ¿”te han comprado algún chiste nuevo”? ¿Qué eran los chistes? Pequeños libritos de colores, en los que se desarrollaban pequeños pasajes de la vida de épocas pasadas, que nos acercaban sin grandes pretensiones al mundo clásico, al medieval, al mundo del Oeste o la II Guerra Mundial.
Todos leíamos los chistes del Jabato. Con él, nos adentrábamos en el mundo de la Antigua Roma, donde un ibero llamado Jabato, que vivía en Iberia, se enfrentaba a las tropas romanas. En esa lucha contra los romanos, siempre contó con la ayuda de su fiel compañero Taurus, individuo de gran tamaño y de enorme fuerza, capaz de enfrentarse sin armas a los enemigos de su compañero Jabato. Tampoco podemos olvidarnos de la figura del personaje llamado Fideo, de origen griego, con su corona de laurel y su lira, que le permitían cantar los logros de su amigo Jabato. Ni de la bella Claudia, de familia patricia que se había convertido al cristianismo y que va a enamorarse del Jabato y que le seguirá en sus aventuras por el mundo romano.
No podemos olvidarnos del Capitán Trueno. Otro chiste que tenía muchos adeptos entre los niños y jóvenes de la época. Aquí, nos encontramos con un personaje que vive en la Edad Media y que va luchar a lo largo del mundo conocido en la época. Su nombre por el que todos le conocemos, es el Capitán Trueno. Siempre estará acompañado por Goliat, su fiel escudero. Es un hombre corpulento, que no puede estar sin comer, conocido por sus enemigos como el Cascanueces y siempre dispuesto a acompañar al Capitán Trueno, en sus luchas contra los opresores y tiranos existentes en aquellos momentos. También estaba el intrépido Crispín que, bajo la custodia del Capitán Trueno, y lo seguirá allí donde vaya. Y por último nos encontramos, con la bella Sigrid, reina de Thule, diestra con la espada y que vive en un país con parlamento y que convive con el Capitán, pese a no estar casada y que no duda en acudir en su ayuda cuando éste lo requiere.
El Guerrero del Antifaz, es otro de los chistes que corría por nuestras manos. Está ambientado en el tiempo de la Reconquista, durante el reinado de los Reyes Católicos. Su madre es raptada por un reyezuelo musulmán. El Guerrero, en un primer momento lucha contra los cristianos, pero cuando descubre que su madre es cristiana y él no es hijo del reyezuelo, decide luchar contra los musulmanes. A partir de ese momento irá con la cara cubierta para que nadie descubra quién es. Va a casarse con su fiel amada Ana María. Combatirá a los musulmanes de la península, pero más tarde no dudará en combatirlos por todo el los países limítrofes con el Mediterráneo como Túnez, Argelia, Turquía, Italia, llegando incluso a luchar contra los samuráis.
Otro de los chistes que pasaban por nuestras manos, eran los de Hazañas Bélicas centradas en las guerras en la que se enfrentaron los aliados contra los alemanes, durante la Segunda Guerra Mundial, en los distintos campos de batalla en la que ambos bandos se enfrentaron.
Estas Hazañas Bélicas incorporaron una serie de números, con el título de “Johnny Comando y Gorila”. Ambos formaron un comando americano singular que intervino en la II Guerra Mundial y en la Guerra de Corea. Gorila recibía ese nombre por su cara de carácter simiesco, pero a pesar de esto, fue ascendiendo a sargento sus hazañas de combate.
También leíamos chistes de Pepe Gotera y Otilo, Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, Carpanta, o el atractivo TBO que siempre acaba con 13, Rue del Percebe, curioso edificio con su correspondiente portería y frutería, su ascensor que pocas veces funcionaba y sus tres pisos con dos habitaciones cada uno. Por último, nos encontrábamos con una terraza y una buhardilla ocupada por personas que no pagaba, y cuyo dueño que trataba por todos los medios sacarle de la misma. Nunca lo conseguía.
Las niñas de distintas edades tenían sus propios chistes, más románticos y bucólicos. Allí no había espadas, escudos, ni arcos ni flechas. No estaban ambientados en las luchas ocurridas en distintas épocas de la Historia. Eran chistes de dedicadas a las niñas, como Sissi, Esther y su mundo, Lily, Azucena. En todo caso, creo recordar que mis hermanas leían todos los chistes que llegaban a casa. Normalmente, comprábamos los chistes en el quiosco de Julia La Papelera, situado en la zona de La Rasilla y en la tienda de Chuchí, la frutera, que además de vender fruta, nos abastecía de golosinas, tebeos, cromos y todo lo que era atractivo para los niños de ambos sexos. Era habitual que nos compraran algún chiste cuando nuestro comportamiento era bueno, sacábamos buenas notas o estábamos enfermos. Pues no teníamos nada para entretenernos en la cama, cuando estábamos con catarro, con anginas, operados de apendicitis o cualquiera otra de las enfermedades tan frecuentes en nuestra infancia. No hay tele, pues a leer y ¿qué cosa más barata que un chiste?
Pero no solo comprábamos, también nos los intercambiábamos o íbamos a la casa de los amigos a leer los chistes que tenían. Cuenta mi hermana Toñi que ella leyó muchos chistes. Solía ir a casa de Manolita, la madre de José Luis, Julio y Marisa y siempre venían con un montón de chistes, que cuando leía se los devolvía, cogiendo a su vez otra cantidad. Posiblemente, José Luis y Julio eran los vecinos del barrio que más chistes tenían. Recuerdo estar muchas veces en su casa, leyendo los chistes de Hazañas Bélicas. Aquellos chistes, que servían a José Luis de inspiración, para elaborar las armas de madera, que después utilizábamos en nuestros juegos en la cambera y en el monte.
También, era frecuente ir a casa de Agustín a jugar y a leer los chistes de Mortaledo y Filemón y otros más. ¡Cuántas tardes sentado en las escaleras del portal de su casa leyendo! Y todavía más, cuando uno de sus primos, que posteriormente se marchó a Brasil, le dejó una maravillosa colección del Capitán Trueno, desde el número 1 hasta el último publicado. Yo también era aficionado a los chistes, pero me daba igual uno que otro, cualquiera era bueno para disfrutar. Y como decimos, todos compartíamos nuestros chistes.
Con el paso del tiempo, aunque no nos olvidamos de los chistes, comenzamos a leer otros tipos de libros como “La isla del tesoro”, “Oliver Twist”, “Guillermo Tell” , “La cabaña del Tio Tom” o las obras de Julio Verne como “La vuelta al mundo en ochenta días”, “Viaje al centro de la Tierra”, “Miguel Strogoff”. También circulaba entre nuestras manos las obras juveniles de Enid Blyton como “Un fin de semana de los cinco”, “Los cinco frente a la aventura”.
Podríamos citar más, aunque no todos los leímos, pero estuvieron en nuestras manos, y los que no leímos, otros nos los narraban. En todo caso, leíamos y nos recreábamos en su lectura y descubrimos nuevos mundos que, en aquellos momentos, nunca pensamos que podríamos visitar en tiempos futuros.
El Coleccionismo. Fue otra de las actividades más frecuente en nuestra infancia. Hacíamos colecciones de cromos de distintos temas, que nos distraían y nos permitían relacionarnos con los chicos del barrio y otros chicos del pueblo y además contactar con el mundo de la cultura. Muchas fueron las colecciones de cromos que lleve a cabo, al igual que los chicos del barrio y del pueblo. Recuerdo la colección de los “10 Mandamientos”, la de ”Ben-Hur”, ésta además de adquirirlo en la compra de carpetas de cromos, las conseguíamos comprando chicles, aquellos de forma cilíndrica en el que aparecía enrollado un cromo.
Tampoco faltaban los cromos de jóvenes actrices, que estuvieron muy presentes en nuestra infancia. ¿Quién puede olvidar a Marisol, aquella jovencita de pelo rubio, ojos azules y una extraordinaria voz? Actriz que triunfo en sus años jóvenes en el mundo de la música y en el cine.
Aunque sin lugar a dudas, uno de los álbumes de cromos que más coleccionados era el de “Vida y Color“. Para cualquier chico o chica que, en los años 60, que estuviera en las Escuelas Nacionales, en Las Monjas o en La Salle, les es fácil recordar, como un día aparecía por el aula un señor, que nos regalaba unos sobres de cromos y dejaba unos cuantos álbumes en manos del profesor, para que éste los rifara entre la clase o se los diera a quien él considerada más conveniente. Este álbum tenía una buena aceptación entre nosotros. Constaba de distintos apartados: cuerpo humano, animales, plantas, etc.
Otro álbum que triunfo, fue el de The Beatles, grupo musical que rompió con la música que se hacía en el Europa y que se convirtió en un referente de la música en aquellos momentos. En el barrio, parecía que teníamos “obsesión” por ser los primeros en rellenar el álbum de The Beatles. Creo recordar los cromos se obtenían, al comprar bolsas de pipas. Fue José Luis, un enamorado de The Beatles, fue quien consiguió ser el primero en rellenar el álbum.
Hubo muchas más cosas que coleccionábamos. La colección de las cajas de cerillas, que utilizaban nuestras madres en casa, para encender la cocina. Eran cajas de cerillas muy distintas a las que podemos encontrar hoy día. Las comprábamos en las tiendas del barrio. Estas todavía estaban hechas de papel y en la parte superior estaba el fosforo blanco, que con el tiempo serían de color rojo. Me acuerdo de aquella colección animales salvajes, como eran los leones, las jirafas, etc. O las dedicadas a la fauna española. Mariposa, flores o banderas. Siempre colecciones de 40 figuras.
Fueran colecciones de uno u otro tipo, lo cierto, es que nos obligaba a elaborar la lista de los números que componían las colecciones para, a medida que nos salían o cambiamos los que no teníamos, proceder a tacharlos. Poco a poco los números se iban reduciendo y había que ir elaborando nuevas listas más actualizadas. Aprendíamos los números y a negociar. No todos los cromos tenían el mismo valor. Así, lo normal era cambiar un cromo por otro, pero en ocasiones había cromos que salía muy poco, así que quien lo tenía repetido, lo cambiaba por un mayor número de cromos. Y por supuesto, el coleccionar nos servía para hablar y negociar con los vecinos del barrio o con los compañeros del colegio. Y al mismo tiempo adquiríamos conocimientos de una manera rápida y sencilla.
La Televisión. Pero poco a poco fuimos teniendo más medios de entretenimiento o distracción en la familia. Normalmente en casa en los ratos en que no estudiábamos o no estábamos con los cromos o leyendo algún chiste, escuchábamos la música que ponían en la radio. En casi todas las casas estábamos en contacto con las noticias del mundo, por allí estábamos en contacto con la música, los partidos de futbol, los anuncios, las novelas, en fin todo algo que nos comunicara con lo que sucedía fuera del pueblo. Pero las cosas fueron cambiando. Algunos de los vecinos del barrio, comenzaron a introducir un nuevo aparato que nos permitía ver partidos, películas e incluso los toros. Yo me acuerdo que, durante mucho tiempo, iba a casa de Abilia a ver los partidos de futbol del Real Madrid. Todos los partidos históricos del Real Madrid de la Copa de Europa, los vi en su casa invitado por la familia, y si me retrasaba en ir, en seguida me llamaban que había comenzado el partido. Buenosratos pase con ellos, viendo los partidos o jugando con Toño, Eduardo y Lolo. También me acuerdo de los días en los que jugando en la plaza nos acercábamos al bar Ontaneda, cuando se encontraba en la zona de la antigua Caja de Ahorros, para ver la corrida de toros desde la ventana. Y qué decir los días en que, en compañía de mis padres, hermanos, tíos y primos, íbamos al bar de Quinín, ellos tomaban sus vinos y nosotros con golosinas veíamos las películas de Rin Tin Tin, Bonanza o La Casa de la Pradera o cualquier otro programa que dieran por la tele. La televisión se estaba convirtiendo en un medio para atraer a los clientes a los bares que la tenían.
En casa, entró la televisión mucho más tarde. Era en blanco y negro, pues habrían de pasar años hasta que llegará la televisión en color. Era una Philips y pasó a ocupar un lugar preferente en la cocina. Ahora, ya no tenía que ir a casa de Abilia y Moro a ver los partidos. Pero mis padres tampoco, ponían ningún impedimento para que nuestros amigos vinieran a casa a disfrutar de las películas de la tele. Recuerdo los famosos Festivales de Eurovisión, en los que en casa nos reuníamos nosotros y José Manuel y sus hemanas Manoli y Merceditas. Muchos días cuando veíamos la tele, venía su madre, Pepita con un buen plato de patatas fritas, para que disfrutáramos viéndolos. Otras veces venía Fonso para ver películas del Oeste. Me acuerdo de una vez que estando varios amigos, viendo una película del Oeste, se produjo una gran batalla entre los colonos, que habían hecho un círculo con sus caravanas y por otro lado los indios, que con sus caballos, arcos y flechas y sus lanzas giraban alrededor de las caravanas eliminando colonos. Era una lucha sin cuartel, cantidad de hombres por todos los lados, en la que parecía que los indios no dejaban de llegar. Alguien de los que allí estábamos, lanzó al aire la siguiente pregunta: ¿De dónde sacarán tantos hombres para hacer estas batallas? Fonso, centrado en la película contestó sin apartar la mirada de la pantalla: ¿Coño, de donde los van a sacar, no habéis visto que se han unido las tribus indias? Duda resuelta, todos a continuar viendo la película.
En aquella época había programas con los famosos dos rombos, que implicaba la marcha para la cama, pues la película era para los mayores. Dos rombos implicaba que todos los menores de 18 años, a la cama. También era frecuente la aparición de películas o programas en los que aparecía un solo rombo. Esto permitía que los mayores de 14 años pudiéramos seguir viendo la tele, sin tener que desplazarnos al cuarto a leer o estudiar. Si no aparecían rombos, no había que marcharse a la calle o la cama. Lo que podíamos ver eran los Telediarios, los deportes, “Reina por un día” y la serie que está en la mente de todos los niños de la época “El hombre y la tierra” o programas como “Un, dos, tres…responda otra vez”.
La música. Poco a poco nos fuimos adentrándonos en el mundo de la música. Ya no era la música de los piteros de las fiestas populares. Ahora comenzaban a aparecer los grupos musicales formados por jóvenes de la zona, y estos eran los que daban conciertos o animaban las fiestas locales en distintos lugares de la provincia. Pero lo importante es que ahora ya comenzábamos a tener tocadiscos, con lo que podíamos acceder a músicos de gran renombre en aquella época en nuestro país. Eran los grupos musicales como Los Pekenikis, Los Bravos, Formula V, Los Brincos. Tampoco faltaban cantantes como Marisol, Joselito, el Dúo Dinámico, Nino Bravo, Juan Manuel Serrat, Víctor Manuel. Y podríamos citar a muchos más, pero lo cierto que aquellos momentos ya no solo hablábamos en nuestras reuniones de barrio de los chistes, de los pájaros o de los cromos, ahora comenzábamos a hablar de temas musicales. Ahora era ¿qué disco has comprado?, ¿me lo dejas para escuchar? o ¿podemos ir a casa a oír música? Cada uno tenía uno tenía un grupo musical por el que se sentía más atraído o una canción que estaba en su cabeza.
Además, nos fuimos introduciendo en la música que venia del mundo inglés y fue influyendo en los gustos de los jóvenes. Aparecieron The Beatles, Creedencen Clearwater Revival, The Rolling Stones, Queen, Deep Purple, Pink Floyd, etc. etc.
Con el tiempo cada uno de nosotros, se fue decantando por un tipo de música, pero disfrutábamos oyendo aquellas canciones con nuestros amigos. En el barrio, había muchos jóvenes, que destacaron en el mundo musical, de los que en su momento hablaremos, pero hubo dos o tres, que tenían un amplio conocimiento de los grupos musicales. Entre nosotros, siempre destacaba la figura de José Luis y Panín, con unos enormes conocimientos de la música inglesa del momento, tenían una abundante y variada colección de discos, que siempre podíamos escuchar. También estaba Ángel Silos, no sólo un buen coleccionista de música, sino también un gran conocedor de la misma, publicaba libros y artículos en revistas musicales.
El tocadiscos supuso un enorme avance en nuestras posibilidades de escuchar la música que más nos gustara, en el momento que quisiéramos y cuantas veces deseáramos, lo cierto es que tenía, un pequeño inconveniente, solo podíamos escuchar música si estábamos en un lugar que tuviera enchufes a la electricidad. Pero todo cambio, cuando llegaron a los comercios los casetes, de menor tamaño que los tocadiscos, transportables colgados en el brazo y sobre todo funcionaba por pilas, lo que nos libraba de la dependencia de los enchufes. Además, no solo nos permitía comprar cintas ya grabadas de los cantantes o grupos musicales que nos gustaban, sino que en las tiendas había “cintas vírgenes” que nos permitía grabar la música que desearíamos.
Con los discos teníamos el problema de que un mal uso podría producir un rayón, con lo cual el disco ya no serviría para oír música. Con los casetes solía pasar lo mismo cuando se rompía o de enrollaba la cinta y se producía la salida de la misma. En algunas ocasiones podíamos reintroducirla en el casetes, y cuando se rompía las pegábamos con tesafilm o acetona. Pero lo cierto, es que la música nos acompañó, en nuestros juegos, en las salidas al monte, en las tardes en casa. Con el tiempo han seguido nuevas formas de distracción, pero ya nos cogieron en edades en las que, por una u otra razón, ya no estábamos en el barrio.
El Cine. Quizá, una de las fuentes de distracción para todas las familias del barrio era el cine. Es cierto, que todos disfrutábamos de las romerías, nuestros padres nos llevaban cuando éramos pequeños. Pero estas fiestas eran pocas al cabo del año, y se celebraban en los meses de verano. Pero el resto del año, las cosas eran diferentes. Nosotros, los pequeños teníamos la escuela y los juegos en la calle con los amigos del barrio. Los padres iban a trabajar y después del trabajo era la hora del café, las partidas de cartas e ir a “chiquetear”, en las dos tiendas-bares del barrio, o en los bares que existían en la zona de la Plaza o de la fábrica. Pero para nuestras madres la distracción era el hablar con las vecinas cuando pasaban por la calle.
Su verdadera distracción era ir al cine los días que podían. No olvidemos, que en nuestro pueblo había un número importante de salas de cine, aunque solo tres para el público en general. Estos eran el Cine Buenos Aires, el Coliseum María Luisa y posteriormente el Lido. Era frecuente ver salir del barrio grupos de mujeres, cruzar la carretera general y dirigirse a los cines. En el buen tiempo, no había problemas, pero con la llegada del otoño y del invierno, ir al cine era complicado. Había que salir del barrio, atravesar la carretera nacional, y girar al norte. Siempre por la derecha, procurando no caerse a la cuneta, situada al lado de la finca de Mansilla y llegábamos al Cine Lido.
Si íbamos a la Plaza, seguíamos por la derecha, pues un poco más allá de la tienda de Boada, a mano izquierda había una puerta de acceso a la finca de La Condesa, a través de una portilla por la que podían entrar los carros. Pues bien, en esa zona, siempre que llovía, se formaba un enorme charco difícil de pasar. Así que, por la derecha pasábamos por la peluquería de la señora Carmeta, por la peluquería de Martínez, fundamentalmente de chicos pues allí encontrábamos “chistes”. Seguíamos hasta El Oropolus, sala de fiestas, el mesón El Riojano y la frutería de Chuchi, aquella que además de frutas nos abastecía de cromos, novelas del Oeste y golosinas.
Pasada carretera y nos encontramos con el Bar Español, y pegado la tienda de Cos, el comercio de Lipe “El Confitero”, donde comprábamos aquellos helados que tenían la forma de churros y que salían de una máquina. Allí podíamos adquirir algún pastel y otras chucherías. Adosado a la confitería nos encontrábamos con la tienda de Gregorio, donde se vendía todo tipo de comestibles. Al final, estaba la Plaza y cine Coliseum, en el que los sábados, domingos y días de fiesta nos esperaba la buena de Camila con sus deseados productos de chicles, pipas, regaliz de todo tipo, con los que nos distraíamos, viendo la película.
Pero si la película no nos gustaba o ya la habíamos visto, no quedaba más remedio que dirigirnos al cine Buenos Aires. Atravesábamos la plaza, nos dirigíamos hasta donde estaba el bar-tienda de Maxi, Electrodomésticos Ondas, la casa de María la de Bo y terminábamos en el bar Quinín. Pasábamos la carretera y nos encontramos con las casas de Oyarbide, y la gasolinera de Senén y posteriormente la casa de mis abuelos, Doroteo y Antonia, Manolo y La Nena, y la de Maruchi, y seguido con el puente de la Botica sobre el río Muriago. A los lados de la carretera, pasado el puente, varias casas que todavía hoy existen. A la derecha estaba el bar Tama, con su correspondiente bolera y, a la izquierda estaba el Humilladero de la Cuesta, aquel humilladero, en que la gente echaba monedas, y que en ocasiones los jóvenes cogían con un palo en el que ponían un chicle, presionando las monedas y sacándolas para la calle con destino al bolsillo y posteriormente se invertían en la tienda de Goya, comprando golosinas antes de entrar en el cine. Al lado de Goya estaba el cine Buenos Aires, situado al final del pueblo.
Este era el camino, que seguían los vecinos del barrio, para asistir al cine, las comedias o los recitales de canto y baile que con frecuencia se celebraban a lo largo del año. Así, era frecuente que en las fiestas de San Juan a principios de los sesenta del siglo pasado había actuaciones en el cine Coliseum a las 22:30 de la noche. Ya en los años setenta, el cine Lido será el principal referente para la realización de las actividades de las fiestas de San Juan que se hacían en el interior, como la Coronación de la Reina y de las Damas, el Pregón, aunque algunos años se realizó en el cine Buenos Aires. Lógicamente, a lo largo del año, los tres cines funcionaban durante la semana.
Era curioso, ver a las vecinas del barrio se trasladaban en grupos, bien por que vivían en la misma fila, bien por amistades entre los maridos que trabajaban en la misma zona de la fábrica. Elegida la película se desplazaban hasta el cine. En algunas ocasiones las actuaciones de teatro o cante eran a unas horas muy tarde lo que implicaba salir a hora intempestivas, las 11:30 o 12 de la noche y en aquellos momentos el pueblo no estaba muy iluminado, así que era bueno ir acompañadas y que mejor que las amigas del barrio.
Yo, de niño, iba al cine de Acción Católica bajo la tutela de mi hermana Toñi y mi prima Tere. Con el tiempo, ya iba con ir mis amigos del barrio y mi primo Víctor. Asistimos a este cine, pues las películas eran aptas para todos los públicos y además el precio era más barato, creo recordar que costaba una moneda de 2:50 pts.


No hay comentarios:

Publicar un comentario