04 julio 2018

ANTES, COMO ANTES; Y AHORA, COMO AHORA

Ya llevábamos un par de años especulando con la posibilidad de que el gerente se jubilara. Podía hacerlo; dependía de él elegir el momento, y lo eligió. Con ese motivo se celebró un comité especial de la gerencia al que asistió el director de Cercanías. En cierto modo, era una despedida antes de la despedida. El gerente nos comunicó a un compañero y a mí que el director quería hablar con nosotros.
—Para qué, preguntamos casi al unísono. —Quiere hablar con vosotros. Para qué, ya os lo dirá él. Pues, mira tú, que si al final tenían razón, y yo sin saberlo...
Al acabar el comité, el director nos mandó quedarnos en la sala y nos comentó que estaban sopesando la posibilidad de elegir un candidato interno para el puesto de gerente. Nos manifestó la consideración que le merecíamos y nos dijo que quería hablar un momento con cada uno, a solas. Yo fui el segundo, y la impaciencia de la espera me puso algo nervioso. En el comienzo de la entrevista ese nerviosismo era patente, pero poco a poco me fui calmando. Estuvimos charlando un rato de mi trayectoria pasada y presente. Él me conocía de mi estancia en Madrid. Me dijo que estaba satisfecho con mi labor y que estaba considerando seriamente la posibilidad de nombrarme gerente.
—Si yo te propongo ser gerente, ¿lo aceptarías?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque me creo capaz y quiero serlo.
Sonrió, estuvimos charlando un rato más y nos despedimos.
Cuando salí, busque como loco a mi compañero para contrastar impresiones.
—¿Te ha preguntado qué responderías si te ofreciese ser gerente?
—Sí.
—A mí también. ¿Y tú qué le has respondido?
—Que no.
—¿Y eso?
—Le dije que ese no era un puesto para mí. ¿Y tú qué respondiste?
—Que sí.
Los días pasaron, el contenido de las entrevistas dejó de ser secreto de sumario, las preguntas y las respuestas se fueron difundiendo y, sin tardar mucho, afortunadamente, porque yo alguna esperanza albergaba, conocimos el nombre del nuevo gerente, que no era ni el de mi compañero ni el mío. Él, al menos, pudo pensar que no fue gerente porque no quiso; yo no. Yo no fui gerente porque no pude.
En cuestión del crecimiento profesional, no soy demasiado exigente, pero necesito sentir que es posible, aunque sea muy poco probable, y en Bilbao ya no era posible. En Cercanías solo había un gerente recién nombrado, y más joven que yo, y en el resto de unidades de negocio, el puesto estaba muy bien cubierto. Se imponía otro cambio, pero ¿a dónde? Estaba claro, tenía que volver a Madrid, de donde me había ido desoyendo a aquellos que me aconsejaron quedarme.
Durante mi época de factor de circulación escuché otro paradigma que decía así: «Antes, como antes; y ahora, como ahora». Servía para explicar el cambio en la relación profesional entre compañeros cuando uno de ellos ascendía. Cuando eran colegas, la relación era una, pero eso cambiaba —porque tenía que cambiar— cuando uno pasaba a ser jefe del otro. Los escenarios no son estáticos; cambian con los momentos.
Ahora quería volver a Madrid, de dónde había salido antes (hacía cinco años). Las cosas habían cambiado, así que: «antes, como antes; y ahora, como ahora».
Pude volver a Madrid, y esta vez con toda la familia. Mi primer destino fue Patrimonio y Urbanismo, aún en Renfe, donde estuve cuatro años. Desde 2005, año de nacimiento de Adif, estoy en Recursos Humanos dedicado a la formación y el desarrollo directivo. Yo iba para profesor de instituto y, aunque ni Adif es un instituto ni yo, probablemente, un profesor, en el fondo, los directivos somos como niños y mi trabajo algo tiene que ver con la enseñanza.

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