Se diría que el lenguaje cotidiano ha ido perdiendo riqueza y matización. Hablo de España, que es el país que conozco. Parece ser ahora un lenguaje más vulgar, y más bronco. Como si en la sociedad hubiera más porcentaje de macarras y gente de mal vivir, o de gente enfadada, indignada. Y cínica, desencantada. Y también un poco más payasa. Y esa evolución en los términos repercute, claro, en la conceptualización del mundo, del vivir. Hemos pasado, por ejemplo, de decir mal carácter , mal humor, o mal genio, a decir, siempre y tan sólo, mala leche -o algo que suena peor-. Hemos pasado de decir canalla, malvado, sinvergüenza, a hijo de puta, omnivalente. Hemos pasado del pillo, del granuja y el bribón, al cabrón. O el enfado de antes, ahora se llama cabreo; la riña y la discusión, han venido a ser la bronca. Del avaro, el tacaño y el mezquino, se ha pasado al agarrado. La suerte y el azar son ahora morro, por lo visto; denunciar, decir o comunicar, parece ser que es chivarse -y no digamos ya delatar-. Estar harto, o hasta la coronilla, es estar hasta los cojones; hacer lo que te da la gana, hacer lo que te sale de los cojones; tener valor o coraje es tener cojones, hasta dicho por mujeres. Mandar a freír espárragos es mandar a tomar por culo, vivir en el quinto pino es vivir a tomar por culo. Trabas e inconvenientes son pegas, según oigo a veces en los noticiarios de la radio. De sorprendernos, pasamos a alucinar, de tomar el pelo, a vacilar. De la escuela, el colegio y el maestro, al cole, y el profe. Del golpe, de la bofetada, de la torta y el sopapo, a la hostia, sempiterna. El bocadillo es el bocata, el vigilante el segurata; las golosinas son ahora chuches, el trabajo es el curro. Orinar es mear, claro; la porquería, la caca, y también la birria, son la mierda... Yo creo que ha tenido su culpa en todo esto, la televisión, que antaño era regida por personas con cultura, y la entendían como un medio para elevar al pueblo, aparte de controlarlo y tal, como sabemos. Sólo había una cadena, además. También, ocurre que el sermón dominical ofrecía a la gente, semanalmente, la oportunidad de oír un discurso correcto. El pueblo, por su parte, no ha mantenido ese cuidado por el lenguaje, una vez esfumados aquellos elementos; parece que no es su vocación. Culpa han tenido, asimismo, ciertas lecturas escolares (y adultas), algunas aclamadas incluso, que han abandonado los ideales (usar la ficción para instruir, por ejemplo), para sustituirlos... por nada en definitiva, pues parece que todo mérito, gracia y atractivo estriba en la sorpresa y la novedad, en el atrevimiento de esquivar lo que antes era apreciado, y en suscitar la risa irreflexiva y gregaria. Como adolescentes. Claro que, también hay que decir, los antes minusválidos y subnormales, ahora son personas con discapacidad; los niños, son niños y niñas, los maricones gais... y los imputados, investigados.
Adolfo Palacios, corraliego afincado en Santander, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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