Caminando en dirección río y a la derecha, vemos un precioso edificio situado de tras de una importante pared de piedra que separa la fábrica y la carretera. Hace ya mucho tiempo que en esta acera existían plantados árboles, pero ya han desaparecido. Siguiendo andando, llegamos a una portilla totalmente cerrada y cubierta, para que no se vea nada del interior. Si pudiéramos verlo, nos encontraríamos con un enorme descampado con todos los edificios derribados y en el que únicamente está levantado, al que en principio nos referíamos.
Pero esto, no ha sido siempre así. Si nos retraemos unos cuantos años, nos encontramos que ésta era una zona más de la fábrica, dedicada más que a la producción a la dirección de la misma.
Lo primero que nos encontrábamos era con la portilla de acceso, en la que estaba el portero y el chapero donde los que trabajan en la zona, colocaban su chapa identificativa. Por medio de la portilla pasaba la vía del tren, que permitía trasladar materiales desde la estación hacia el interior de la fábrica. Ya hemos comentado que durante mucho tiempo dos locomotoras estuvieron abandonadas al final de la vía, aunque con buen criterio han sido restauradas.
Entrando por la portilla y girando hacia la derecha vemos un enorme edificio, totalmente abandonado, y que pese a estar realizado con piedras, ya comienza a dar síntomas de deterioro. Estamos frente lo que fue la Oficina Central de la empresa.
En esa portería trabajó por un tiempo mi abuelo Adolfo Palacios (padre de Jesús Palacios), después de haber sido guardia civil.
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