Muy buena tu memoria, Salas. Recordarás que en La Salle nos daban las notas semanalmente, más tarde fue cada dos sábados. Por mi frecuente desatención en según qué asignatura, fueron muchos los domingos que a las cinco de la mañana mi padre hacía que me levantara para ir a misa de 6, a la misma que tú refieres. Después, pasaría el día estudiando castigado. Puede que también recuerdes, siendo nosotros unos renacuajos, las matinales de dibujos animados que nos montaba en su casa los domingos. Él mismo dibujaba las pelis en papel cebolla y hacía la narración, además de construir el artilugio de proyección. Para mí que él inventó el cinexin, hablo de los años 54, 55, 56, 57.
Mi infancia, por la relación musical que existía entre D. Guillermo y mi padre, transcurrió diariamente en aquella casa museo. Y así continuó siendo, hasta que vine a Madrid.
Pasaba con él y con su madre no menos de dos horas diarias, incluso viví periodos allí, era mi refugio.
Cuando me surgía el desentendimiento con mi padre, circunstancia que finalmente generó la enemistad entre ellos, D. Guillermo y Dña. Germana me ofrecían su casa hasta que regresaba la paz.
Gracias a D. Guillermo, además de conocer las constelaciones y los cráteres de la luna que me ensaeñaba con aquel telescopio que él mismo construyó, leí La Biblia con gusto, conocí y leí a Lao-Tse, Confucio... Siempre lo hizo tratando de recuperarme como cristiano pero, de no conseguirlo, para que al menos yo no me perdiera como persona. Siempre hizo su esfuerzo para guiarme como un buen padre espiritual.
En aquellos años y trás abandonar el seminario por el acoso sexual del que fui víctima -no pasó de acoso físico, el psicológico quedó en mi negación a la iglesia y en la incredulidad a la existencia de Dios-, a D. Guillermo le tocó la papeleta de sanar mi odio y el daño moral que sufrí; los padres de mis amigos y amigas comenzaron a prohibir que sus hijos salieran con el Chinito, un niño que había dejado el seminario. Recordemos que España era un país absolutamente confesional, tan bueno se te veía si estabas dentro, como de malo se te tachaba si quedabas fuera.
Demasiadas las veces que llegué a casa de D. Guillermo, contándoles lo del siguiente amigo que sufrió la riña de sus padres por verle conmigo. Yo llegaba renegando de todo y contra todo, y Dña. Germana me sugería que rezara un padre nuestro, que ya vería cómo así se me pasaba. Una de aquellas tardes, D. Guillermo me escuchó contestar que eso eran tonterías, que para qué rezar si lo de Dios es mentira. Él, que subía del gallinero con esa luz que tuvo siempre para el buen humor, me dijo: Ramonín, que Dios es la propia existencia de la vida y del amor, no te dejes llevar por lo que te digan. Pero si no quieres reconocer que la humanidad, los huevos de las gallinas y el Universo, es cosa de Dios, empieza a estudiar cada credo que existe, así verás el espíritu humanista en el que debiéramos educarnos todos. También, mientras tanto, me pedía que asistiera a Ejercicios Espirituales en Pedreña. Por él fui en tres ocasiones, la ultima lo hice porque me sobornó con las Ray-Ban que me compró.
¿No hemos de creer que D. Guillermo fue un defensor de los derechos humanos, que fue un maestro, un mesías que predicó en el desierto? La generosidad cristiana que mostró contigo, conmigo, con todos, fue su condena, su crucifixión en el monte Calvario, en este caso al otro lado del Dobra. ¿D. Guillermo, un cura rojo? ¿Un marxista?
Creo que eso fue lo que pensaron los 88 que votaron en contra del entonces Papa Juan XXIII, hoy santo, cuando en 1965, durante el Concilio Vaticano II, puso sobre la mesa la propuesta Nostra Aestate, abriendo las puertas a las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas. 2890 votaron a favor, creyeron que eso no era de marxistas.
D. Guillermo solo lo fue para quienes desconocía El Capital, lo mismo que mal cristiano para quienes ignoraban el mensaje de Cristo.
Aquí, en Madrid, donde pude volver a verle frecuentemente, me habló algunas veces de sus pesares, aunque nunca con acritud. También Doña Germana, cuando les visitaba en Torrelavega, se lamentaba, pero igualmente sin mostrar rencor. Tiene razón Palacios en lo que cuenta, sobre el carácter tolerante y comprensivo de D. Guillermo. Recuerdo un día en el que, con Palacios padre -ese señor alto, simpático, noble y melómano-, con mi padre y D. Guillermo, fuimos hasta la entrada del Barrio de los Millonarios. Palacios quiso enseñarnos el piano vertical que había regalado a su hijo. La sala, frente a la puerta de entrada, tenía el precioso piano negro junto a la pared de la izquierda. Uf, la memoria me va retratando la escena. Veo a la madre a mi izquierda, mujer muy cariñosa; al padre orgulloso y soñando con los grandes conciertos que daría su retoño con aquel piano; Palacios hijo, aún con pantalón corto y feliz con su nuevo juguete; D. Guillermo deseando que se cumplieran los sueños y pulsando las teclas para probarlo o bendecirlo, quién sabe. Que por qué lo recuerdo, por la envidia que sentí, sana, eso sí, pero envidia al fin y al cabo. D. Guillermo también me daba clases de solfeo a mí, lo mismo que trataba de dármelas de piano, esto segundo no lo conseguía. El tiempo me ha dado momentos de arrepentimiento. Pero en aquel entonces yo quería ser guitarrista. Quería ser como Juanma el de los Boys, como los Yung de Ñin Espinosa, Capi, Revilla, Rivero, Javier Marcano, esto, en cuanto a lo más cercano y que todos ellos pasaban por casa de D. Guillermo. Y en la aventura por conocer estaba John Lennon, Keith Richards... Londres... En fin. El caso fue que, al salir de casa de Palacios, delante de D. Guillermo le di a mi padre la alternativa: Papá, estabas mirando el piano como si adoraras los portales de Belén que monta D. Guillermo. Palacios compra un piano a su hijo y tú no me compras una guitarra eléctrica. ¿Por qué eres tan injusto? Respuesta: Ya te lo he dicho mil veces, olvida lo de la guitarra y estudia. El hijo de Palacios quiere tocar música, tú quieres ser como esos ye-yes melenudos que solo hacen ruido y berrean.
Hay puñaladas que no se perdonan ni olvidan, máxime en la adolescencia.
Por aquel entonces y sin que tan siquiera lo supieran mis amigos más próximos, D. Guillermo sí y gracias a sus reiterados consejos dejé de hacerlo, algún domingo por la mañana me había escapado en auto-stop a Madrid. Llegaba a la sesión de tarde de dos salas de fiesta que había en Arguelles, El Imperator y El Españoleto, donde, si no tocaban Los Brincos, serían Los Bravos, etc. Los porteros eran generosos con el enano que se la jugaba viniendo desde Santander y, por si llegaba la inspección de menores, me colaban tras el escenario.
A las 21,30 volvía a la carretera y a dedo para Corrales. Benditos camioneros que viajaban disparados para pasar el domingo con la familia. Entre cuatro y seis de la mañana yo ya estaba en casa, eso sí, cobrando algún correazo por llegar a esas horas y sin decir más que venía del monte. Alguna vez me acompañó una novia que tenía en Santander, hija del director de la Prisión Provincial, Carmen Arroyo.
Pero me he desviado del tema, aquí, nuestro protagonista es D. Guillermo. De él no existir en su condición religiosa y cristina, fiel a los Diez Mandamientos, cumplidor de las Bienaventuranzas, ajeno a los 7 Pecados capitales, etc., yo, el Chinito, no hubiera dado con la brújula que me ha llevado por caminos de virtud o que me ha rescatado, cuando perdido.
Desde que existe la historia del hombre, la política viene con él. No voy a entrar en juicios de valores subjetivos.
La Hermandad Obrera de Acción Católica, HOAC, que nace en 1946, causalmente en mismo año en el que comienzan a ser acuñadas las monedas con la inscripción de: "Caudillo de España por la Gracia de Dios", venía diciendo que HOAC se formó con licencia y apoyo del Jefe del Estado. Franco pidió que el Papa le nombrara Prelado Mayor de la Iglesia Católica en España, está en las hemerotecas, no hace falta que me extienda. El Caudillo, ante la negativa de Su Santidad, tampoco lo veía con gusto Monseñor Escrivá de Balaguer, parece que se creía con más derecho a este cargo que el propio Franco, quien alentó esta formación proletaria-católica en un intento político para congraciarse aún más con el Vaticano y hacer un quiebro al Opus que él mismo había apoyado y mantenía en su gobierno a miembros de esta línea apostólica.
También existen los documentos en los que D. Guillermo, justamente por ese vínculo con el proletariado que le da la misa en la fábrica a las 6, recibe la orden del propio Obispo para que asuma la coordinación de HOAS. Y, de no estar ocupado el local de Acción Católica por el parvulario, debido a una inundación en la escuela, hubiera sido en dicho local. Así se le encomendó que hiciera estas reuniones en la parte baja de su vivienda. Siempre, siempre, siempre, las reuniones eran por la tarde y coincidían con mi presencia en la casa. Nunca entré ni fui invitado, lo mío era tomar el chocolate que me preparaba Doña Germana -hacía unas pastas exquisitas-, charlar un rato con ella, escuchar sus sabios y cariñosos consejos, subir al taller con D. Guillermo, filosofar con él o tomar clases de solfeo.
Vengo a decir que el acusado, nuestro amable D. Guillermo, jamás entró en aquellas reuniones, salvo para saludar o para cumplir desde su humanismo con el encargo de sus superiores eclesiásticos y con el mandato de Cristo.
Luego, cuando las cosas se complicaron, parece que se formaron células comunistas y que a Franco no le dieron el poder eclesiástico para instalarse en la Basílica de Santiago, vino la caza de brujas a la americana y la metralla le atizó a él. Pilatos se lavó las manos y a nuestro protagonista, por sus múltiples y envidiables cualidades, le asestó lo lamentable; fue desterrado y enviado al Calvario, en este caso, otro lado del Dobra.
Las cosas tienen el nombre que cada cual quiera dar, para mí, esta sentencia fue una gran canallada, un crimen moral.
Quienes le queríais y visitasteis, conocisteis su dolor interno, el del alma, donde vivía su fe en Dios y en la humanidad.
Y también, a este hombre santo y temeroso de Dios, le prohibieron decir misa en público, nada de feligreses. Gracias a que el párroco de una iglesia de Torrelavega, si no recuerdo mal la que estaba muy cerca del instituto, le dejaba celebrar misa, tuvo ese alivio. Otra vez a celebrarla a las 6 de la mañana, aunque a puerta cerrada.
Montó su taller en aquel pequeño gallinero que tenía en la parte trasera de la vivienda que le dieron, su madre, Dña. Germana, seguía preparando los yogures y las pastas, igual que le pelaba las zanahorias que tomaba crudas. Hasta el gato consiguió hacerse a su nueva vida, aunque también escondiendo algún dolor. Fallecida su madre, D. Guillermo termina trasladándose a Madrid con sus hermanas, Enedina y Esther. En Santander quedó su hermano, Juan.
Llegó el cáncer, quién sabe si por tener el sistema inmune debilitado, culpa de la tristeza.
Años después, décadas, cuando me publicaron mi primer libro, Memorias de un Pegaplatos, sentí que era el momento de recuperar la memoria de quienes hicieron tanto bien. Difícil me resultó el salir airoso del debate que viví internamente, entre si dedicárselo a mis padres, sin duda que se lo merecían, o rendir justos honores a D. Guillermo Álvarez y a su madre Dña. Germana Roces, ganaron ellos. Además, dado que quise confeccionarlo siguiendo la cronología de las edades del hombre, infancia, adolescencia, madurez y tránsito, escribí, como primer texto: De mayor quiero ser como D. Guillermo, no en lo de cura pero sí en lo de hacer inventos para los niños.
El señor Villamuera, sabiendo que a modo de espectáculo teatral yo estaba presentando el libro por España, en una visita que hice a Las Guerras me ofreció la posibilidad de presentarlo en Corrales, en el Teatro Municipal. Nada menos que en el mismo espacio en el que mi padre ejerció de Juez. Precioso para mí en la suerte de honrar la memoria de mi progenitor. Recuerdo las palabras de Villamuera, cuando le dije que lo suyo, con esa gloria de espectáculo que eran Las Guerras Cántabras, si que era generar arte: Chinito, ya sé que te llamas Luis Ramón, como mi hermano, pero Chinito eres. A unos nos toca hacer gloria del pueblo aquí, y a ti te ha tocado hacerlo fuera. Pero de Corrales eres y por ahí nos llevas con mucha honra.
Claro que me emocionó, a qué corraliego no. Y llegó el momento de entrevistarme en Valledebuelnafm. Salvador Fdz. Cano, el director, en su labor periodística me preguntó por quiénes eran las personas a las que dedicaba el libro. Comprenderás, Salas, mi reacción. Salté como una flecha y le emborraché de información, como si aquella conversación fuera para mí una medicina salvadora.
Y salvadores fueros los consejos de Salvador. Ramón, me dijo: Es increíble lo que me cuentas. Desde luego que no sabía nada de este hombre, de este sacerdote del que nunca he oído nada. Por lo que me cuentas, se merece todos los honores. Te voy a pedir que dejemos a un lado la memoria política, mejor dejar a un lado esas cosas y centrémonos en lo que importa, su vertiente humana.
José, además de ese libro, de esa novela de ciencia ficción que no se llegó a publicar y que yo he perdido el manuscrito entre tantos traslados, D. Guillermo publicó unos libros de papiroflexia maravillosos, imposibles de conseguir hoy. Hay referencias en la red, pero ya no existe la editorial. No obstante, en ese lado de mi corazón donde surge el neón que ilumina el "sí se puede", se me representó la imagen de los niños y niñas de nuestro valle, confeccionando el árbol del que colgarían múltiples figuras de papiroflexia. Y qué hago con el árbol, me pregunté. Pues colocarlo en el hall del teatro, allí es donde vas a invitar al catering posterior al espectáculo -que finalmente resultó gentileza de Luz González Campuzano y Fidel A. Ceballos San Emeterio-, así que también lo irá disfrutando el público al entrar.
El Ayuntamiento de Los Corrales de Buelna, entonces gobernado por el PP, colaboró con su buena disposición. Su concejal de cultura cursó una invitación a todos los colegios de Los Corrales, en la que se ofrecía una preciosa matinal de papiroflexia, en Viveros el Acebo.
Y tanto que fue preciosa, y que D. Guillermo me iluminó una vez más. Entre mi amada y bailarina Sonia Estévez, mi preciosa y querida hija y actriz Michelle Calvó, el artista visual Alberto Ramajo Cortes y yo, tratamos de empollar formas de hacer. Hubiera resultado un fracaso, éramos unos negados.
Y cómo reaparece D, Guillermo para salvarme. Pues en la entrevista de Valledebuelnafm, cuando estamos hablando de la invitación abierta para hacer papiroflexia, al momento de yo reconocer que no tenía ni idea y que no había conseguido los libros de D. Guillermo, él me escuchó desde el jardín más precioso del cielo. Corriendo se puso en contacto con D. Teodoro para que escuchara el programa y me llamara. Así fue. Recuerdo la alegría de Salva, cuando viene al locutorio para decirme que ha llamado alguien y que me va a dar una grandísima sorpresa. Ahí escucho la voz de D. Teodoro: Mire usted, estoy escuchando la entrevista y no solo le voy a ayudar. D. Guillermo me dejó dos copias originales de sus libros, escritas a máquina y con todas las figuras detalladas paso a paso.
Te puedes imaginar cómo me latía el corazón, pues nada comparable con lo que escuché a continuación: Si D. Guillermo me dejó dos copias, seguro que una era para usted. Podemos quedar ahora mismo y se las doy.
Aquel fue uno de esos momentos sacros que te regala la vida.
Lo mismo que aquella matinal en El Acevo. D. Teodoro, el mismo D. Teodoro que fue profesor nuestro en el instituto, el mismo que estaba en el despacho con Caparrós, el director, el día que me expulsaron por algo que yo no hice, fue el merdellón de Lozano, uno de Anievas que no tuvo la dignidad de afrontar su torpeza, ni yo la indignidad de haberme chivado.
Lo importante ahora es que, D. Teodoro, dirigió aquella preciosa matinal, en la que conocí a la sobrina de Rafi e hija de Manolín, un par de años después me enseñó sus primeras poesías que conservo. También conocí a Yanira Mireya, hoy miembro de La Agupación de Pulso y Púa Fresneda, a María Lago y tantos otros y otras adolescentes a los que D. Guillermo hubiera enseñado maravillas.
El árbol fue colocado en el teatro y más tarde pasó unos meses en el escaparate de la floristería de Pili y Toño Lago. Valledebuelnafm., y D. Teodoro tomaron el testigo para continuar, durante unas cuantas semanas, creo que los jueves, devolviendo a la memoria de nuestro valle la historia de aquel que tanto nos dio. Justo sería construirle un monumento.
Cómo no voy a estar agradecido a Valledebuelnafm, lo mismo que a D. Teordo, a Palacios y a todos los que mantengáis vivos a Guillermo y Germana.
Yo, amigo Salas, te doy infinitas gracias por haberme avisado esta mañana y sugerirme que te leyera. Me emocionaste con el tema. También me emociono ahora al agradecerte. Y es que hoy, justamente día del libro, nada más grande que el haberme ocupado en escribir sobre un maestro tan esencial en mi vida, tan salvador de mi vida. Querido Salas, esta te la debo eternamente.
Casi me duermo chinito cuanta historia hay con don guilermo yo fui monaguillo y era un personaje con el cesto ni metia las manos nunca yo con cal cali vaciamos los cestos aquel cajon lleno de monexas de 2.50 y 5 pesetas en fin no se me da la escritura pero tengo cuerda con don guillermo y mi vecino el chinito
ResponderEliminarHay que hacerle un omenage y una placa conmemoratiba fue un gran personage venga quien se anima
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