Minutos antes de la una del mediodía del miércoles la vida de una quincena de familias de Los Corrales de Buelna se trastocó de arriba abajo. Muchos estaban esperando la salida de sus hijos del colegio José María Pereda cuando empezaron a sonar los móviles. La dirección les llamaba para avisarles de que un compañero de sus hijos había dado positivo en coronavirus.
Antes de que pudieran pensar en las consecuencias la dirección del colegio ya les había convocado para explicarles el protocolo. La directora, Yolanda Gutiérrez, les recordó lo que tendría que hacer el colegio y los pasos a dar desde ese momento, el primero cerrar el aula y confinar a la quincena de alumnos de ese curso de Primaria.
Luis, el padre de una de las alumnas, estaba a la puerta del colegio, esperando la salida y ya se había extrañado de la tardanza en salir de su hija y sus compañeros, más aún en estos tiempos en los que las entradas y salidas están prácticamente cronometradas. La dirección estaba hablando con su mujer y esta se lo comunicó a él. Dentro ya del colegio le explicaron los pormenores de la situación en la que van a vivir las próximas dos semanas.
Ayer reconocía que lo más duro fue empezar a pensar en cómo mantener entretenida a su hija durante su confinamiento, un tiempo que tendrá que pasar aislada, en la medida de lo posible, en su habitación. El resto de la familia, sus padres y hermano, vive con la normalidad que permite esa situación. No están confinados porque son contacto de la persona que ha tenido relación directa con un positivo. Hasta que no se haga el test PCR a la niña así vivirán. Un test del que nada saben aún.
Antes de que pudieran pensar en las consecuencias la dirección del colegio ya les había convocado para explicarles el protocolo. La directora, Yolanda Gutiérrez, les recordó lo que tendría que hacer el colegio y los pasos a dar desde ese momento, el primero cerrar el aula y confinar a la quincena de alumnos de ese curso de Primaria.
Luis, el padre de una de las alumnas, estaba a la puerta del colegio, esperando la salida y ya se había extrañado de la tardanza en salir de su hija y sus compañeros, más aún en estos tiempos en los que las entradas y salidas están prácticamente cronometradas. La dirección estaba hablando con su mujer y esta se lo comunicó a él. Dentro ya del colegio le explicaron los pormenores de la situación en la que van a vivir las próximas dos semanas.
Ayer reconocía que lo más duro fue empezar a pensar en cómo mantener entretenida a su hija durante su confinamiento, un tiempo que tendrá que pasar aislada, en la medida de lo posible, en su habitación. El resto de la familia, sus padres y hermano, vive con la normalidad que permite esa situación. No están confinados porque son contacto de la persona que ha tenido relación directa con un positivo. Hasta que no se haga el test PCR a la niña así vivirán. Un test del que nada saben aún.
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