Arturo Pérez-Reverte, que últimamente ha defendido mantener la tilde en el "solo", hace veinte años alababa el uso del sombrero, tal como se usaba antiguamente. Tras unas ejemplificaciones, el artículo acababa diciendo que el sombrero era necesario, mayormente, para diferenciar quién sabe quitárselo cuando procede (en la iglesia, delante de una mujer), o sea para permitir distinguir "entre un caballero y un payaso". Yo creo que, aparte de su conocido estilo extremoso, tenía parte de razón. La ortografía puede tomarse como un síntoma de que la persona ha sido capaz de tener en cuenta "algo" antes, y en vez de, actuar por inercia, o por mero interés propio; cosa que otros, por falta de capacidad (o, según pensaría nuestro escritor, por desidia y falta de nobleza), no harán. La tilde es, en este caso, como el sombrero: algo arbitrario, sin importancia real pero un medio para distinguirse, propiciar la selección y mejorar la sociedad. Otro tema es que nos extralimitemos usándolo para descalificar y segregar a otros. De cualquier modo, y siguiendo esa línea, lo idóneo sería (con cierta ironía) que fuera obligatoria, para que quedase patente quién no lo cumple.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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