Hace dos años se hablaba de fatiga pandémica, pero ahora, al entrar en algunos edificios públicos, se diría que vivimos en inercia pandémica. O más bien desinterés por la cosa pública, a juzgar por la cantidad de elementos que persisten cuando ya hace tiempo que están de más: avisos de guardar la distancia, dispensadores de hidrogel, flechas en el suelo, advertencias de todo tipo que, en sedes de la administración o en instituciones académicas, nos enturbian la vista, sobre todo cuando la OMS ya ha decretado el fin de la cosa. Un amigo que había trabajado en EE. UU. me decía que allí había observado más implicación en la gente que desempeñaba trabajos; aquí, lo que veo de toda la vida es el no tomar por tarea propia más que aquello por lo que estrictamente te pagan... Y los jefes, no sé dónde están ni cuándo se darán por aludidos.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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