14 junio 2023

Mª JESÚS FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

Conocida por La Cula o La Morcillera. Estaba casada con Román Quevedo, y vivían en la casa nº 53 del barrio. Se adentró en el mundo de elaboración de morcillas de una manera inesperada. En determinado momento ella y su hermana, que en aquellos momentos vivía en el barrio con ella, tuvieron la idea de hacer unas morcillas para la casa. Dicho y hecho. Fueron al matadero, compraron tripas, sangre, con lo que se dedicaron a la fabricación de morcillas y callos. Todo ello por unas 25 pts. Muchas fueron las morcillas que elaboraron, de manera que decidieron tratar de vendérselas a Victoriano y María para que las vendieran en su tienda. Ambos aceptaron, de tal modo que compraron 5 Kilos a 15 ptas. el kilo, lo que significaba que ellas ganaban unas 50 ptas. El negocio les pareció redondo, y así se decantaron en la elaboración y venta de morcillas, de tal modo que fueron aumentando la producción debido a la fuerte demanda. A pesar de todo, era un trabajo familiar, en el que participaba Chus, su marido Román, cuando terminaba la jornada laboral en la fábrica y no tenía salidas con el taxis, y su yerno.
La producción era a una escala mayor, lo que hacía necesaria una inversión mayor. Trabajaban no solo con las tripas de las vacas del matadero, sino que recurren a la compra de tripas naturales, pero que estaban tratadas, para evitar la dependencia de los días de matanza y seguir el proceso de limpieza. El proceso de elaboración de las morcillas era el mismo, cambiando la mecanización del mismo, las cantidades de los productos utilizados. Así, por ejemplo, se cortaban 25 o 30 kilos de cebollas cada vez que se iniciaba el proceso de elaboración de jornada. También la variedad de especias básicamente siguió siendo la misma: pimiento no picante, orégano, clavo, comino y canela. Todas estas especias venían de la provincia de Murcia, comprando cantidades elevadas, unos 100 kilos, que permitan reducir gastos. Por otro lado, estas especias se compraban en grano, que obligaba a molerlas todos los días, pero mantenían mejor sus cualidades, y eso se notaba en el sabor de las morcillas.
La producción no estaba a la venta entre los vecinos o conocidos, que en ocasiones se realizaba, sino a la venta se centraban en los comercios de la zona. De hecho, el yerno, prácticamente se desplazaba, todos los días, con la furgoneta, por todos los pueblos de los municipios de la zona, llegando hasta Hijas, repartiendo los pedidos realizados por las tiendas que existían.
A finales de los años 80 del siglo pasado, los años van haciendo mella en los tres integrantes del negocio y deciden poner fin algo que había surgido sin ninguna aspiración, pero que, poco a poco, se fue convirtiendo en negocio boyante con fama en toda la zona. Así que se puso el cierre a la fabricación de morcillas. Aunque también es cierto que su yerno, siguió produciendo callos todas las semanas, para satisfacer la demanda de pedidos, pero no había clientes fijos. Lo que también dio lugar a dejar de producir. Ahora tocaba disfrutar de la vida.


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