Tenía yo 32 años cuando me di cuenta de que no era una desgracia que el ser humano desapareciese. Lo malo sería, en todo caso, el proceso, en el que personas concretas sufrirían calamidades; pero la desaparición en sí de la raza, no es ningún drama: si no hay nadie para sentirlo, ¿de qué manera es lamentable? Deduje que, si algunos creíamos en el mito (necesidad de la raza, de la nación, etc.), era porque creíamos que nuestra existencia no era casual sino necesaria, querida por alguna Divinidad o Destino. "La miseria del historicismo", de K. Popper, me ayudó. Desde entonces, vivo con un problema menos. Pero debo decir también que, un tema como éste, tiene sus matices, y hay que saber manejarlo con madurez, pues conlleva sentimientos, y consecuencias. Si una sociedad, inconscientemente, deja de percibirse como necesaria, seguramente perderá brío. Su gente podrá sucumbir a manos de otras. Y si el entusiasmo se pasa "por arriba", pueden darse expansionismos de tipo nazi.
Adolfo Palacios para Cartas al Director de El Diario Montañés.
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