El otro día, le estuve comentando a mi amigo Alejandro, una serie de cuestiones que quiero compartir contigo, para ver si a ti también te pasa lo mismo que a nosotros:
Que la esquina de la casa está dos veces más lejos que antes... Y
además hay una pequeña subida en la que antes no me había
fijado.
Que los peldaños de las escaleras ahora son mucho más altos.
Que no sirve de nada pedirle a la gente que hable más claro, porque
todos ahora hablan tan bajo que no se entiende casi nada.
Que la ropa que quiero comprarme ahora la hacen tan apretada, sobre todo en
la cintura y en las caderas, que me resulta muy desagradable.
Que la gente ha cambiado, ahora es mucho más joven que cuando lo era yo.
Y por otro, lado, la gente de mi edad es mucho más vieja que yo.
Tanto es así que el otro día me encontré con una antigua conocida y ha
envejecido tanto… que no me reconoció.
También he dejado de correr detrás del autobús, porque me di cuenta
que ahora va mucho más rápido que antes.
Todo esto lo reflexioné esta mañana, mientras me arreglaba frente al
espejo. A propósito ¿Te diste cuenta que los espejos ya no son tan
nítidos y claros como hace 50 años?
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