Creo que en el mundo educativo actual se ha abandonado, salvo en algunos núcleos especiales, la voluntad de transformación. No social o revolucionaria, como creíamos en los setenta, sino transformación del alumno ("formación del carácter"), y de su entorno. Con demasiada frecuencia se da por hecho que las posibilidades de los niños son prácticamente las que ya vemos a juzgar por los hechos, y que a lo sumo podemos tratar de mejorar algo su rendimiento, a base de apoyos, motivación, etc. Los intentos de promover cambios de valores o de hábitos en las familias son tenidos a veces por intervencionistas, utópicos, como si no hubiera en otros sitios (tal vez en la misma ciudad, en el mismo barrio) gente con las mismas posibilidades económicas, e intelectuales, que se toman la educación de otra manera, y con otros resultados. Las llamadas sinergias, que en el mundo de la empresa es concepto normal y de matiz positivo, se dan también cada día en la educación, pero pueden estar funcionando negativamente; es necesario a veces convencer a una familia, un grupo-clase, de que las cosas pueden ser de otra manera: sacarlos de su sinergia negativa. Para ello hace falta encontrar el tipo de liderazgo apropiado, por supuesto; pero lo primero es creer en ello y tener la voluntad. Ese cambio de enfoque, que el equipo docente debe promover y guiar, debería parecerse más a inducir lo que antiguamente se llamaba una metanoia, que un mero parcheo, o un seguir tirando. Pero, claro, en tiempo de escasez de alumnado, es más común que los colegios se inclinen a edulcorar su acción para no molestar, o a conformar una educación "a la carta", a gusto de una clientela que no entiende tanto de educación.
Adolfo Palacion González, en Cartas al Director, de El Diario Montañés.
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