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16 diciembre 2019

BAR ANGELÍN

Es cierto que todos los bares de la zona tuvieron una gran aceptación por parte de los obreros de las distintas fábricas, pero quizás el que más fama tuvo, fuese el bar de Angelín. La verdad es, que local era bastante amplio. En la fachada que da a la calle nos encontramos con la puerta de acceso al local y una venta, la zona más reclamada por los habituales, pues te permitía sentarse a leer el periódico y ver quienes pasaban por la calle o quién cogía el taxi, era un lugar de observación extraordinario. Y si era por la tarde, nos podemos imaginar las partidas de tute, la flor, acompañado de un buen café y una buena copita y con la misma visión. En la pared de la derecha, en el interior del bar, nos encontramos una puerta que permitía el acceso al comedor de la fonda; a la izquierda de esta puerta, se situaba un largo y extenso mostrador y una estantería donde se colocaban las botellas, vasos, etc. Allí también estaba la cafetera. No podemos olvidar que en la parte de abajo del mostrador estaban los licores en garrafones y en las estanterías se encontraban las botellas de licores de marca, ya sabemos: anís El Mono, coñac Fundador, Veterano, whisky Dyc,… En la pared situada al frente, nos encontramos con una puerta que permitía el acceso a los servicios, y un poco más, a la izquierda existía una ventana que permitía ver el jardín, en el que había un lavadero, en que se llevaba a cabo el lavado de la ropa de cama y mantelería, e igualmente había un almacén de la fonda.
Al lado izquierdo del salón, está la pared que hace la separación de la farmacia y el bar. En esta zona estaban las mesas utilizadas para tomar el café, para los juegos de mesa, que en ocasiones se prolongaban hasta altas horas de la noche o para ver la televisión, sobre todo si había ciclismo, fútbol o toros.
Por lo que comenta la gente, el bar solía abrir hacia 5:15 de la mañana, antes de que llegaran los autobuses y el “Rata” que traían los obreros que venían de distintas zonas del valle o de los valles limítrofes. Había que tener todo preparado tanto para los que entraban como para los que salían de las fábricas. No había que perder el tiempo, unos necesitaban tomar el primer café del día, coger el “bollo”, la botella de vino, generalmente una botella de vidrio de anís, y el periódico. No hay que olvidar que en estos momentos en el bar Angelín se vendía el periódico. Para tenerlo todo preparado, por la noche, hacia las 24 horas, se procedía a preparar lo de la mañana, por tanto se ponían las copas en el mostrador con distinto tipo de bebidas, además se dejaban las tazas del café preparado para cuando llegara su momento proceder a calentar la leche y echarla en la taza. Y no nos olvidemos de la “parva”, que era lo que ahora llamamos “chupito”, fundamentalmente de orujo.
Cuando todo había pasado, aquellas copas que no habían sido consumidas, su contenido, iba al garrafón. El pago de lo consumido, algunos lo hacían directamente, otros lo posponían hasta final de mes, cuando se cobraba. Para ello, cada vez que un obrero habitual tomaba su café y su copa, se apuntaba en una libreta del bar el número de chapa que tenía en la fábrica. Al final de mes el dueño del bar contaba los días y la cantidad gastada. Había confianza entre dueño y cliente, así que no había problemas.
Los turnos de entrada y salida de las dos de la tarde, también era un momento de gran actividad. Y no olvidemos que en aquella época, los obreros solían hacer la “ruta”, sin privarse de ninguna parada. Por la tarde, los que iban a jugar a las cartas o al dominó, así como los que miraban, solían tomar un “completo” que implicaba un café, una copa de coñac y un puro, los habituales “Farias”, por un precio de 25 pesetas.
¿Pero quién llevó la gestión del bar? La verdad es que fueron varías personas. Un dato curioso es que el bar siempre recibió el nombre de Angelín, pero no siempre sus dueños se llamaban Angelín. La primera referencia documentada a la que he tenido acceso, se sitúa en el año 1964 en un programa editado para la celebración de “Los XXV años de Paz”. Entre los comercios que participan con la ayuda económica para llevar a cabo dicho programa, está el Bar Angelín, dirigido por los hermanos José y Julio Pérez Lerena. Bar que como decía se caracterizaba por la expedición de café exprés y blancos de la Navas.
Pero también es cierto que hubo personas que estuvieron al frente del bar, que se llamaban Angelín. Parece ser, según la gente me ha comentado que, durante un tiempo Angelín tuvo un ultramarino en la zona de La Pelada, donde antiguamente estaba el Ambulatorio y ahora la Policía Local, y más concretamente donde actualmente se sitúa la Agencia de Desarrollo Local ¡Qué comercio! Allí encontrabas de todo. Yo, tenía que ir todas las semanas a darme una inyección y cuando salía del pinchazo, mi madre me compensaba con una figura para el belén de Navidad. ¿Quién no se acuerda de la tienda de Angelín? En ese momento, tenía también el bar de la Avda. José María Quijano, pero hay un momento en que decide abandonar el bar que pasó a manos de otras personas. El bueno de Angelín, abrió un pequeño comercio a la entrada del barrio de Los Millonarios, donde ejerció su actividad durante mucho tiempo.
Posteriormente, el bar pasó a ser gestionado por la familia de Angelín y su esposa. En su matrimonio tuvieron dos hijos, uno con nombre Angelín como su padre y Mª del Carmen. Durante mucho tiempo todos los integrantes de la familia se esforzaron para sacar adelante el negocio, de hecho, en un momento pasaron, a ocuparse de la fonda que había pegada al bar. El esfuerzo de todos, trajo consigo el sacar adelante el negocio. Pero las cosas poco a poco van cambiando, la muerte afecta a los varones y son las mujeres las que siguen tirando del negocio.
En el año de 2004, Carmen, que últimamente había llevado el peso de todo el comercio, decide poner el cierre de un negocio en el que su familia había realizado un gran esfuerzo, primero en el bar, luego con el añadido de la fonda, y no podemos olvidar, que según parece, tuvieron también una explotación ganadera en el pueblo de Calga, situado en el municipio de Anievas. Era el momento de tomarse un descanso. Es lógico también, que la construcción del túnel de la vía jugó su papel. Túnel que como vamos a ir viendo, se convirtió en una “bomba de relojería” para la actividad comercial de la zona.

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