Es cierto que todos los bares de la zona tuvieron una gran aceptación por parte de los
obreros de las distintas fábricas, pero quizás el que más fama tuvo, fuese el bar de Angelín. La verdad es, que local era bastante amplio. En la fachada que da a la calle nos
encontramos con la puerta de acceso al local y una venta, la zona más reclamada por los
habituales, pues te permitía sentarse a leer el periódico y ver quienes pasaban por la calle o
quién cogía el taxi, era un lugar de observación extraordinario. Y si era por la tarde, nos
podemos imaginar las partidas de tute, la flor, acompañado de un buen café y una buena
copita y con la misma visión. En la pared de la derecha, en el interior del bar, nos encontramos
una puerta que permitía el acceso al comedor de la fonda; a la izquierda de esta puerta, se
situaba un largo y extenso mostrador y una estantería donde se colocaban las botellas, vasos,
etc. Allí también estaba la cafetera. No podemos olvidar que en la parte de abajo del
mostrador estaban los licores en garrafones y en las estanterías se encontraban las botellas de
licores de marca, ya sabemos: anís El Mono, coñac Fundador, Veterano, whisky Dyc,…
En la pared situada al frente, nos encontramos con una puerta que permitía el acceso a
los servicios, y un poco más, a la izquierda existía una ventana que permitía ver el jardín, en el
que había un lavadero, en que se llevaba a cabo el lavado de la ropa de cama y mantelería, e
igualmente había un almacén de la fonda.
Al lado izquierdo del salón, está la pared que hace la separación de la farmacia y el bar.
En esta zona estaban las mesas utilizadas para tomar el café, para los juegos de mesa, que en
ocasiones se prolongaban hasta altas horas de la noche o para ver la televisión, sobre todo si
había ciclismo, fútbol o toros.
Por lo que comenta la gente, el bar solía abrir hacia 5:15 de la mañana, antes de que
llegaran los autobuses y el “Rata” que traían los obreros que venían de distintas zonas del valle
o de los valles limítrofes. Había que tener todo preparado tanto para los que entraban como
para los que salían de las fábricas. No había que perder el tiempo, unos necesitaban tomar el
primer café del día, coger el “bollo”, la botella de vino, generalmente una botella de vidrio de
anís, y el periódico. No hay que olvidar que en estos momentos en el bar Angelín se vendía el
periódico. Para tenerlo todo preparado, por la noche, hacia las 24 horas, se procedía a
preparar lo de la mañana, por tanto se ponían las copas en el mostrador con distinto tipo de
bebidas, además se dejaban las tazas del café preparado para cuando llegara su momento
proceder a calentar la leche y echarla en la taza. Y no nos olvidemos de la “parva”, que era lo
que ahora llamamos “chupito”, fundamentalmente de orujo.
Cuando todo había pasado, aquellas copas que no habían sido consumidas, su
contenido, iba al garrafón. El pago de lo consumido, algunos lo hacían directamente, otros lo
posponían hasta final de mes, cuando se cobraba. Para ello, cada vez que un obrero habitual
tomaba su café y su copa, se apuntaba en una libreta del bar el número de chapa que tenía en
la fábrica. Al final de mes el dueño del bar contaba los días y la cantidad gastada. Había
confianza entre dueño y cliente, así que no había problemas.
Los turnos de entrada y salida de las dos de la tarde, también era un momento de gran
actividad. Y no olvidemos que en aquella época, los obreros solían hacer la “ruta”, sin privarse
de ninguna parada. Por la tarde, los que iban a jugar a las cartas o al dominó, así como los que
miraban, solían tomar un “completo” que implicaba un café, una copa de coñac y un puro, los
habituales “Farias”, por un precio de 25 pesetas.
¿Pero quién llevó la gestión del bar? La verdad es que fueron varías personas. Un dato
curioso es que el bar siempre recibió el nombre de Angelín, pero no siempre sus dueños se
llamaban Angelín. La primera referencia documentada a la que he tenido acceso, se sitúa en el
año 1964 en un programa editado para la celebración de “Los XXV años de Paz”. Entre los
comercios que participan con la ayuda económica para llevar a cabo dicho programa, está el
Bar Angelín, dirigido por los hermanos José y Julio Pérez Lerena. Bar que como decía se
caracterizaba por la expedición de café exprés y blancos de la Navas.
Pero también es cierto que hubo personas que estuvieron al frente del bar, que se
llamaban Angelín. Parece ser, según la gente me ha comentado que, durante un tiempo
Angelín tuvo un ultramarino en la zona de La Pelada, donde antiguamente estaba el
Ambulatorio y ahora la Policía Local, y más concretamente donde actualmente se sitúa la
Agencia de Desarrollo Local ¡Qué comercio! Allí encontrabas de todo. Yo, tenía que ir todas las
semanas a darme una inyección y cuando salía del pinchazo, mi madre me compensaba con
una figura para el belén de Navidad. ¿Quién no se acuerda de la tienda de Angelín? En ese
momento, tenía también el bar de la Avda. José María Quijano, pero hay un momento en que
decide abandonar el bar que pasó a manos de otras personas. El bueno de Angelín, abrió un
pequeño comercio a la entrada del barrio de Los Millonarios, donde ejerció su actividad
durante mucho tiempo.
Posteriormente, el bar pasó a ser gestionado por la familia de Angelín y su esposa. En
su matrimonio tuvieron dos hijos, uno con nombre Angelín como su padre y Mª del Carmen.
Durante mucho tiempo todos los integrantes de la familia se esforzaron para sacar adelante el
negocio, de hecho, en un momento pasaron, a ocuparse de la fonda que había pegada al bar.
El esfuerzo de todos, trajo consigo el sacar adelante el negocio. Pero las cosas poco a poco van
cambiando, la muerte afecta a los varones y son las mujeres las que siguen tirando del
negocio.
En el año de 2004, Carmen, que últimamente había llevado el peso de todo el
comercio, decide poner el cierre de un negocio en el que su familia había realizado un gran
esfuerzo, primero en el bar, luego con el añadido de la fonda, y no podemos olvidar, que según
parece, tuvieron también una explotación ganadera en el pueblo de Calga, situado en el
municipio de Anievas. Era el momento de tomarse un descanso. Es lógico también, que la
construcción del túnel de la vía jugó su papel. Túnel que como vamos a ir viendo, se convirtió
en una “bomba de relojería” para la actividad comercial de la zona.
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