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26 septiembre 2021

LOS ESPACIOS DEL CINE LIDO

Como decíamos anteriormente, el cine Lido fue construido con unas características diferentes a las que existían en los cines del pueblo. Lógicamente tenían los mismos espacios que cualquier otro cine: taquilla, ambigú, la sala de los espectadores, la cabina donde estaban las cámaras de proyección, con todo lo necesario para que el operador pudiera llevar a cabo su trabajo sin sobresaltos. Y también la zona de baños.
La taquilla
Estaba situada a mano izquierda de la entrada principal, se encontraba el pequeño espacio donde Julita, la esposa de Mariano, cumplía la función de despachar las entradas para la sesión de cine. Creo que esta actividad siempre la cumplió ella, mientras el cine estuvo funcionando.
La Sala de Espera
Una vez el portero picaba la entrada, según hubiésemos sacado la entrada de butaca o de general, bajábamos o subíamos la escalera. Si era de butaca, se bajaban las escaleras y nos encontrábamos con una amplia sala de espera. A la izquierda estaban los servicios; a la derecha la puerta de acceso a la cafetería. A ambos extremos habían dos puertas de acceso a la sala de cine y en el medio el ambigú; éste no cumplió función alguna, cosa que cambió cuando la cafetería dejó de estar abierta. Al entrar en la sala, por cualquiera de las puertas, nos encontrábamos con una cortina que impedía que la luz molestara la visión de la sala, cada vez que alguien con retraso entrará en la sala de cine.
El ambigú
Estaba situado en el centro de la sala de espera, entre las dos puertas de acceso a la sala de butacas. Allí se servían las golosinas y demás cosas necesarias para visionar la película. Al frente del mismo estaba Mariano y su esposa que, antes de volver a la taquilla para la venta de entrada para la sesión siguiente, le ayudaba en la atención a los clientes.
La sala de butacas
Al entrar en la sala de butacas a través de las dos puertas, los espectadores se desplazaban por dos pasillos que había en la sala. Aquí nos encontramos con una zona vacía y una escalera que permite el acceso al escenario y a la pantalla. De ésta, decía mi padre Jesús, que era una de las mejores y de mayor calidad con la que había trabajado.
El número de butacas era bastante elevado. Dicho número, podemos conocerlo a través de un plano del patio de butacas realizado con motivo de los 100 años de la fundación de Trefilerías Quijano. Si miramos el patio de butacas desde el escenario, nos encontramos con el pasillo central y después de 6 filas se dividía en dos zonas, derecha e izquierda hasta las paredes laterales. A cinco butacas a la derecha y seis a la izquierda, había otros dos pasillos que nos llevaban a las puertas de acceso.
En definitiva, el salón de butacas estaba dividido en espacios diferenciados por el número de filas, y de butacas existentes. Si nos situamos en el escenario, observamos cinco espacios. Los dos primeros, cercanos al escenario y divididos por el pasillo central, están compuestos por 6 filas y 85 butacas cada uno. Posteriormente, nos encontramos con un pasillo paralelo al escenario y dos verticales que dividen dicho espacio es tres zonas diferenciadas. A la derecha del escenario había un espacio de 12 filas con un total 109 butacas. En el centro otro espacio de 9 filas, con 123 butacas. Ya a la izquierda, existe un espacio ocupado por 11 filas y 100 butacas. En definitiva, el patio de butacas tenía una capacidad para 502 espectadores.
El anfiteatro
Desde la puerta de entrada, si en vez de dirigirnos a la sala de espera, ascendíamos por la escalera, llegábamos a otra sala de espera, en la que había otras dos puertas, que daban acceso a lo que todos conocíamos como “el gallinero”. Este espacio, estaba dividido por dos pasillos que lo convertían en tres zonas diferentes. Al entrar por la puerta, automáticamente iniciabas una bajada de escalones hasta llegan a las butacas delanteras, que permitían observar lo que sucedía en el patio de butacas y, en ocasiones, permitían lanzar alguna cáscara de pipa o de cacahuete a los estaban sentados en dicha zona, con el correspondiente revuelo.
Desconocemos la capacidad de espectadores de esta zona, lo que si tenemos claro, es que era la más barata y al mismo tiempo la más revoltosa, pues en algunos momentos no dudaban en intentar bloquear la salida de la proyección de la película, girando las manos delante de los cristales por donde se proyectaba.
La sala de proyección
Muchas veces entré en la sala de proyección, pero ahora no recuerdo si la entrada estuvo siempre en el mismo sitio. No debemos olvidar, que el cine sufrió un enorme cambió desde el momento en que se procedió a construir los pisos que actualmente existen. Lo que sí es cierto, es que a partir de ese momento, el acceso se producía por el portal de los pisos, desde allí se accedía a un espacio dividido en dos zonas. En la primera, era donde se procedía a enrollar correctamente la película y, en el caso más grave, de que la película se rompiera durante la proyección, se llevaba a cabo la reparación lo más rápido posible.
Al pasar de esta pequeña sala de preparación, se accedía, a la zona de máquinas, en concreto había dos, que posibilitaran proyectar la película sin interrupciones, a no ser por roturas de la cinta. Si sólo hubiera una máquina, la proyección se interrumpía para proceder a retirar el rollo acabado y colocar el nuevo, y esto llevaba tiempo y obligaba a hacer un pequeño descanso. Este descanso, dependía del número de rollos que tuvieran las películas. En la pared de esta sala, había dos ventanucos, a través de los cuales se proyectaba la película.
La cafetería
Si nos situamos de frente a donde estaba el edificio del cine, y pegando con la casa de Lipe “El Confitero”, nos encontrábamos con una puerta de cristal que daba acceso a la cafetería bajando por una escalera.
Los propietarios del cine habían planeado la existencia de una cafetería. La apertura de la cafetería corrió a cargo de José Luis, nombre que no nos dice nada, pero si decimos “Chamaco”, automáticamente nos viene a la memoria de quien estamos hablando. Era habitual que fuera al cine y, de una forma u otra, comenzó a pegar los carteles de las películas que se iban a proyectar. Así que cogía los carteles, el cubo con la cola, y se desplazaba con la bicicleta por los pueblos, pegando los carteles en las zonas habituales. Lugares importantes eran los árboles de la iglesia o los que existían al lado del kiosco de la estación. Con el tiempo “Chamaco”, asumió la función de colocar y retirar todos los días, los cartones en los que aparecían escenas de la película que se estaban proyectando y que se situaban en la zona de acceso al cine. Pasado el tiempo, Mariano y “Chamaco” llegan a un acuerdo bueno para ambos: “Chamaco” seguiría haciendo el mismo trabajo y a cambio recibiría 2 entradas para el cine, y 100 pesetas mensuales, y Mariano se olvidaría del tema de los carteles y cartones.
Posteriormente, Chamaco planteó a Mariano la posibilidad de alquilar la cafetería para ponerla en funcionamiento. El acuerdo llegó fácilmente, y a finales del año 1969 se puso en funcionamiento dicha cafetería. Chamaco, junto a su hermana María Luisa y su cuñado, con la ayuda de sus padres, comienzan a trabajar en la cafetería, que abría todos los días, pero era los sábados, los domingos y demás días de fiesta, cuando tenían mayor afluencia de clientes. Debemos pensar que esos días había mucha asistencia al cine y eso implicaba que entraran en la cafetería a esperar la hora de entrada y, por otro lado, durante el descanso de la película, una vez terminado el famoso NO-DO, se abría la puerta que comunicaba la sala del cine y la cafetería, a los que entraban del cine se les daba un tique que debían devolver al regreso. En esos momentos se vendían todo tipo de golosinas: pipas, cacahuetes, regaliz del negro y del rojo, chupa-chups o chicles. También podía ser el momento de tomar un refresco. Era mucha gente, con muchas prisas y con ganas de llenar el bolsillo de golosinas para la película. Esto hacía que en esos días podía haber cinco o seis personas atendiendo en el mostrador. También era el momento en el que muchas personas venían a merendar o cenar.
Pero la cafetería no solo vivía de la gente que iba al cine. El bar abría todos los días; por la mañana para tomar el vino y las tapas y el servicio de comida. Ambos aspectos eran bien valorados por los clientes. Así había una gran variedad de tapas o pinchos, como podían ser los mejillones –por cierto, parece ser que “Chamaco” padre, todos los días limpiaba sacos de mejillones, que desaparecían-, las rabas, los callos, la asadurilla y las famosas salchichas al vino blanco con salsa roja, sin olvidarnos de la tortilla de patatas. También disponían de un tablón en el que se indicaba los platos de comida que se ofrecían ese día. Ya por la tarde, era el momento del café y de la copa de coñac, tan típica en aquellos momentos, y todo ello acompañado por las partidas de cartas entre las cuadrillas que asistían a pasar la tarde. Allí se echaban las partidas de cartas del mus, la flor, el tute. En ocasiones los Chamacos, hacían concursos de mus, flor o tute, que conseguían una alta participación. Los que no tenían la oportunidad de jugar a las cartas, tenían la posibilidad de jugar en aquellas máquinas de tacos con los que trataban de evitar que la bola se introdujera por el agujero dando por finalizada la partida.
Por la noche seguía estando abierta para los que venían a tomar el último vaso, así como satisfacer las necesidades de pipas, chicles, etc. durante el momento del descanso.
Las cosas iban bien, llegaron a dar dos bodas, lo que nos da idea del buen hacer de la familia, pero el trabajo también fue haciéndose más complicado. Además las cosas van cambiando, la familia va creciendo, se encuentran nuevos trabajos y no es posible seguir al mismo ritmo. Así que la cafetería se cierra y no vuelve a ponerse en funcionamiento. Ahora ya sólo nos encontramos con el cine.
La Sala de Fiestas
En la zona donde hoy está el bar Was, existió previamente el pub La Garita, de gran acogida por los jóvenes de la época. Pues bien, antes de la existencia de ambos, allí había unas escaleras que permitían el acceso a la sala de fiestas, que fue lugar de diversión y de inicio de las parejas del momento. La información sobre dicha sala es muy contradictoria, pues algunos afirman que allí había mesas y bar para la venta de refrescos. Otros en cambio, señalan que era una simple sala de baile y que cuando tenían necesidad de hacer una pequeña parada y recuperar fuerzas bajaban hasta la cafetería regentada por Ios “Chamacos”. Todos los fines de semana, un grupo musical de Torrelavega, se desplazaba hasta la sala para actuar animando a los asistentes. Según algunos comentan, dicha sala de fiestas tenía un nombre, que aparecía indicado a la entrada de la sala: “Lido Parrilla”.
En todo caso, la estructura del edificio del Cine Lido, va a cambiar radicalmente a partir de los años 70 del siglo pasado, cuando se procede a la construcción de los pisos que actualmente existen. A partir de ese momento, va a desaparecer la sala de fiesta, la cafetería, la zona de acceso a la cabina y, lógicamente se cambia el aspecto exterior del cine Lido.


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