20 agosto 2022

ALQUILER DE HABITACIONES

Pero hay otras ocasiones, en que determinados vecinos acogen en su casa a personas que no son de su familia, pero que necesitan casa y que les permiten vivir con ellos. Así Enrique y María que vivían en la casa nº 68, acogieron a distintas personaS en épocas diferentes. En un primer momento a Luis “El Gitano” y su mujer, cuyo nombre no recordamos, y sus dos hijos José Luis y Ángel. Con el tiempo pasaron a vivir de manera independiente en otra zona del pueblo. Más adelante Enrique y María, acogieron en su casa a dos personas provenientes del sur, concretamente de Extremadura, que habían venido al pueblo para trabajar en la construcción de la traída del agua, que nutre de agua a Torrelavega y Los Corrales. Estos dos obreros eran Antonio y Manolo.
Cuando la obra se terminó, ambos trabajadores tomaron caminos diferentes, Manolo decidió regresar a su pueblo. Antonio consideró que era posible encontrar trabajo aquí y decidió traer su familia a Los Corrales.
La familia era conocida como “Los andaluces”, aunque en realidad eran de Extremadura, pero el habla es tan parecido al andaluz, que nos referíamos a ellos con tal sobrenombre. Era una familia numerosa, integrada por Antonio García y su esposa Adela Romero, con sus cuatro hijos Antonia, “Toñi”, Josefa, “Pepi”, Inés y Enrique, conocido por todos los críos como “Putuhuelo”.
Antonio comenzó a trabajar con Obeso, el trabajo estaba asegurado y piensa que ya es hora de abandonar la casa de Enrique y María. En un primer momento pasaron a vivir en el caserío de Cobo, situado en Somahoz. Posteriormente se desplazan a vivir en la recta de la Güera, donde permanecerán hasta que se construyó el barrio de Juan XXIII, en la zona del Bardalón y consiguieron una vivienda.
Fue una familia que se integró en el pueblo, que crearon nuevas familias, y que pasaron a participar en asociaciones culturales del pueblo. Por desgracia algunos de ellos desaparecieron. Esto es algo inevitable, pero me dolió el fallecimiento de Enrique, conocido por muchos de nosotros de forma cariñosa “Putuhuelo”. Cuando venía de vacaciones en período de estudio, siempre nos saludábamos y cuando me asenté definitivamente con mi familia en el pueblo, era habitual encontrarnos en el bar de Luz, y normal saludarnos y darnos una pequeña palmada en el hombro. Buena persona, que se nos marchó muy pronto.
Bruno y María, tuvieron en su casa a una familia alojada. Los inquilinos eran Pablo y Carmina, con un hijo pequeño llamado Pablito. Ellos ocupaban una de las habitaciones, Bruno y su familia las otras dos habitaciones. La situación era incomoda, pues eran muchas personas para solo tres habitaciones, pero era una de las maneras de hacer frente al pago de la mensualidad para adquirir la propiedad de la vivienda. En estos momentos, Bruno era el único que trabajaba en la casa. Su esposa María, había estado trabajando en la fábrica en la sección de puntas, pero una vez que se casaban, al parecer se centraban en la casa y los hijos, dejando el trabajo en la fábrica. Y por otro lado, los hijos eran todavía pequeños para aportar dinero a la casa. El alquiler de una habitación aligeraba el esfuerzo a realizar para el pago mensual.
También Gerardo y Julia tuvieron inquilinos en su casa. Era una familia, cuyo cabeza de familia estaba en el pueblo con una cuadrilla que estaba llevando la electrificación de la zona, poniendo los postes de la luz. Estos postes eran de madera, a los que el operario accedía mediante unos espolones de metal, sujetos a los pies y que se iban fijando en el poste. Este operario, pagaba un alquiler que le permitían ocupar una habitación y utilizar el baño y la cocina. Con el tiempo, el trabajo se terminó y el operario, su mujer y su pequeña hija se trasladaron a Madrid. Debieron quedar encantados del trato recibido en casa de Julia y, pues durante muchos años, en vacaciones venían a pasar unos días en el barrio.


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