Este era el mineral que, durante mucho tiempo, estuvo presente en nuestras casas. Era un mineral muy difícil de adquirir, por el elevado de precio que tenía.
Cuenta Mari, la hija de Gerardo y Julia que, en muchas ocasiones, cuando el carbón no se vendía a los obreros en la fábrica, ella y su hermana Colasa, iban hasta la antigua estación de Los Corrales. Allí esperaban a que viniera el tren. Cuando paraba, ellas pedían al maquinista si les podía dar un poco de carbón. Unas veces tenían suerte y otras recogían por la vía los restos de carbón que se caían de la locomotora. Con lo obtenido regresaban a casa, con la satisfacción de que al menos otro día tendrían carbón y no consumirían tanta leña.
El carbón llegaba en grandes cantidades al pueblo, la fábrica consumía grandes cantidades en los hornos de la fundición. Por tanto, era habitual la llegada de camiones de carbón provenientes de las zonas mineras de Asturias. La empresa, utilizaba el carbón para premiar el trabajo de los cargos directivos de la fábrica, así como a los ingenieros peritos y personas con responsabilidad dentro de los distintos sectores de la misma.
Se suele decir, que lo recibían de manera gratuita, pero no era así. Lo cierto es que pagaban un precio inferior al que pagarían fuera de la fábrica. Para que nos hagamos una idea, estas personas recibían todos los meses 200 kilos de carbón a un precio de unos 20 céntimos el kilo, en situaciones diferentes pagarían 75 céntimos o 1 peseta por kilo.
El reparto de este carbón que se realizaba entre los beneficiados, se llevaba a cabo por “Canita”, persona que vivía en el barrio Juan XXIII y que tenía un camión, cargaba el carbón en la fábrica y lo llevaba a los beneficiarios.
No todos necesitaban esa cantidad carbón, y se lo daban a sus familiares. Así, María, la mujer de Bruno, tenía dos hermanos, uno Rodrigo y otro Julián, beneficiaros de esos 200 kilos.
Ambos se lo llevaban a su hermana, lo que suponía un enorme ahorro.
Con el tiempo, los obreros de la fábrica, también tuvieron acceso a la compra de carbón en la fábrica. De hecho, el almacén del carbón estaba en la Cooperativa. Al llegar al edificio, nos encontrábamos una gran portilla por la que entraban los camiones, para dejar mercancías y entre ellas el carbón. Por allí entraban los vecinos con sus carros, con sus burros o sus bicicletas y allí era donde recogían los sacos de carbón que consideraban necesarios o que el dinero les permitía comprar.
La fábrica, fue una de las principales fuentes de entrada de carbón en el pueblo y también en nuestro barrio, además había personas que se dedicaban a la venta de carbón.
Algunos trabajaban en la fábrica y de carboneros, otros eran carboneros y ejercían otros trabajos, no relacionados con la fábrica. Hubo varios carboneros en el pueblo, pero en el barrio
parece ser que jugaron un papel importante Pepe “El Carbonero”, Vega y Calé Pepe “El Carbonero”, residía en la zona de La Hoya. Trabajaba en la fábrica y en su momento decidió crear una pequeña empresa, destinada al reparto de carbón entre los vecinos del pueblo, y lógicamente por el barrio. Pepe, compraba el carbón en el almacén que tenía situado en la zona de Piebandera, cerca de donde está el Cuartel de la Guardia Civil, en las casas que están situadas a mano izquierda de la rotonda que nos lleva a Somahoz. Allí se pesaba el carbón, y se metía en sacos. Había dos tipos de sacos, unos con una capacidad de 25 kilos y otros de 50 Kilos. El transporte del carbón desde el almacén hasta las casas de los vecinos que habían hecho los pedidos, se llevaba a cabo mediante un carro con toldo tirado por caballos; posteriormente, el carro se transformó en una plataforma que permitía llevar más sacos de carbón y facilitar la carga y descarga del mismo.
Una vez cargado el carro, las dos personas encargadas de llevar el carbón a los distintos vecinos, “Periquín” y “Cuena”. Estos dos, también trabajaban en la fábrica, pero en sus horas libres lo hacían para Pepe, lo que les permitía hacer frente a los gastos mensuales en sus casas. Lo primero, era recibir la dirección de las personas que habían realizados pedidos y la cantidad de los mismo y el importe. A partir de ese momento, se realizaba el reparto entre los que lo habían pedido. Debía de hacerse en el menor tiempo posible, pues la gente necesitaba el carbón.
No siempre las personas tenían dinero para pagar el carbón, por tanto, había que llevar una contabilidad muy detallada. José anotaba los kilos de carbón pedidos por cada vecino, el precio total del mismo y la cantidad de dinero recibido y lo que quedaba por pagar. Era habitual, que los vecinos pagaran al principio de mes, cuando recibían la paga mensual de la fábrica.
José, el hijo de Pepe, también ayudaba a su padre, cuando salía de clase o en el período vacacional. En esos momentos, era él quien se encargaba de las cuestiones de la contabilidad.
Es curioso, ya en el año 1964, en el programa de las Fiestas de Nuestra Señora de la Cuesta, entre los pocos comerciantes que colaboran en la elaboración del programa, nos encontramos con el anuncio de Carbones José González.
Otro de los vecinos del pueblo, que se dedicaba a la venta y distribución de carbones por el municipio y por nuestro barrio, era Vega. El negocio era del padre, pero era su hijo mayor quien realizaba el reparto, aunque los demás hermanos colaboraban con él. El hermano pequeño, Vicente, también participaba en periodo de vacaciones, y cuando terminó sus estudios de Aprendices y con la muerte de su hermano mayor, se involucró directamente en el negocio. Ellos traían el carbón de las minas de Asturias, teniendo su almacén en la Pontanilla.
De allí iniciaban el reparto entre los vecinos del pueblo. En el barrio tenían clientes fijos y zonas del mismo en las que no entraba pues no tenía clientes. Así en la primera fila, no tenían costumbre de entrar, pues no tenían compradores. Su venta se iniciaba por la calle en la que estaban las tiendas de Jara y Cobo. Por aquí comenzaban las ventas. Eran clientes fijos Pilar “la
Viuda” y Aguayo. En el resto del barrio, variaba de unos a otros días. Pero no se podía dejar de
pasar.
Con el paso del tiempo, abandonaron la venta de carbón y se centraron en el negocio en el que ya llevaban tiempo involucrados. Estos negocios serán la funeraria, con sus correspondientes Seguros de Decesos y la venta de féretros mortuorios.
Había otra empresa destinada a la venta de carbón en el municipio. La empresa, estaba en manos de Ramón San Martín, al que ayudaba su hijo Rafael. Todos, les conocíamos con el sobrenombre de “Calé”, residentes en la mies de Arduengo, concretamente en el número 6. El carbón era comprado en las minas de Asturias y lo almacenaban en la Mies de Arduengo, donde actualmente vive su hijo. Una vez almacenado el carbón, se procedía a ver los pedidos que había por el pueblo, y se iniciaba el reparto de los sacos de carbón. En nuestro barrio había personas que preferían los carbones de Calé, como otros los hacían de Vega o Pepe. El carbón, se transportaba con un carro tirado por un burro. Allí iban los sacos, en cantidades suficientes para satisfacer los pedidos realizados, y a poder ser, algún saco de más por si surgía alguna petición urgente. El pago del carbón vendido, podía ser al momento de la entrega de los pedidos, y también, que la era lo más frecuente, a final de mes, cuando se había cobrado en la fábrica.
El paso del tiempo, hizo que las cocinas económicas fueran perdiendo peso en las casas, por tanto, la rentabilidad del negocio del carbón fue bajando y muchos deciden cambiar de oficio. Así Calé hijo, abandona la venta de carbón y comienza a trabajar como taxista en el pueblo. Posteriormente, entró en la fábrica donde se jubiló.
Es cierto, que los carboneros del pueblo, surtían a los vecinos del carbón que necesitaban, pero también jugaron un papel relevante en un acontecimiento importante para el municipio. En el año de 1965, se decide hacer en homenaje a los Hermanos de la Salle. Este homenaje, se concretó, en la creación de una escultura de San Juan Bautista de la Salle, fundador de dicha Congregación. Uno de los mecanismos pensados para obtener dinero y hacer frente al pago de la escultura, fue recoger botellas de vidrio por el municipio. Los aprendices corrieron con todo el peso de la recogida. Pero contaron con la colaboración de los carboneros, que les permitieron la utilización de los carros del reparto de carbón, para dicha recogida por todo el municipio.
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