Fue otra de las vecinas que elaboraba morcillas. Casada con Enrique Lasarte, vivieron en la casa nº 68, donde actualmente vive su hija Balbina. María, elaboraba las morcillas no solo para el consumo familiar, sino que se dedicaba a la venta. La sangre, las tripas y el sebo, los obtenía en el matadero. La elaboración se realizaba en casa. Tenía dos recipientes, en uno se echaba el sebo troceado en pequeñas piezas, al que se le añadía cebolla troceada; en otro recipiente, se cocía arroz con agua. Posteriormente, ya cocido, cuando ambos ingredientes se enfriaban, se introducían el arroz y el sebo diluido con las cebollas, en un balde frio en el que se maceraban. Además, se añadían orégano, perejil y especias como el comino o el clavo.
Después se procedía a meter todo en la tripa. Para ello, tenía una especie de embudo, cuya parte más estrecha se introducía por uno de los extremos de la tripa hasta llegar al final. Acto seguido, se hacía un nudo con una cuerda que impedía la salida de los ingredientes. Por la parte más ancha del embudo, se iba introduciendo el compuesto macerado. La tripa se iba ensanchado y al mismo tiempo la longitud de la morcilla iba creciendo; cada cierta distancia, María hacia un nuevo nudo, con lo que se obtenida la primera morcilla. Y así sucesivamente, hasta que todo el compuesto había sido introducido en las distintas tripas. A partir de ese momento, las morcillas introducían en agua hirviendo, en la que permanecían durante 20 minutos, siendo sacadas y se puestas en un paño grande; después se introducían más morcillas en el agua hirviendo durante otros 20 minutos. Y así, hasta que todas las morcillas hubiesen pasado por dicho proceso.
Una vez cocidas todas las morcillas, se colgaban en la cocina. María ponía dos sillas, una frente a otra y sobre los respaldos de ellas, colocaba dos o tres varas de avellano de cierta longitud y anchura, sobre las que iba colgando las morcillas, donde permanecerían hasta el día siguiente, en el que ya estaban actas para la venta.
Había personas, que sabían que María hacía las morcillas los lunes y los jueves y al día siguiente iniciaba su venta, así que allí estaban en su casa a comprar las morcillas necesarias. Este era el caso de dos vecinas, que vivían en la zona de Nogalejas. Posteriormente María, unas veces sola, otras acompañadas por una de las hijas del “Extremeño”, se desplazaba para vender las morcillas por la zona de Somahoz. Solía llevar dos cestos, en uno llevaba las morcillas a vender y en el otro la balanza que le servía para pesarlas. El otro punto de venta, era el pueblo de Cieza, donde tenía buena aceptación, pues María era originaria de allí. El traslado a dicho pueblo era el autobús que hacia el servicio de Cieza a Los Corrales y viceversa.
También María elaboraba otros productos, como callos y chorizos.
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